La Cantuta, 16 años después

A 16 años del 18 de julio de 1992, fecha en que el Grupo Colina secuestró y asesinó a nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, recién ayer los restos de los fallecidos pudieron descansar en el cementerio El Ángel.


Los muertos de La Cantuta, Barrios Altos y muchos otros son el recuerdo de la brutalidad de la lucha contra el terrorismo, forma bárbara que comenzó a sistematizarse ya desde antes del primer gobierno de García, quien avaló la matanza en el Frontón y con el asesinato de campesinos inocentes, como lo recuerdan tantos huesos en muchos lugares, que salen ahora a contar su historia.

Los estudiantes de La Cantuta asesinados hace 16 años son: Luis Enrique Ortiz Perea, Armando Richard Amaro Cóndor, Bertila Lozano Torres, Dora Oyague Fierro, Robert Edgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo Meza, Felipe Flores Chipana, Marcelino Rosales Cárdenas, Juan Gabriel Mariños Figueroa, y el profesor Hugo Muñoz.

Acompañamiento

El día viernes los restos fueron llevados hasta La Cantuta, donde los féretros desfilaron entre lágrimas de muchos y recibieron un multitudinario homenaje, en el que los deudos señalaron el deseo de que pronto termine el juicio que demuestre la culpabilidad del ex dictador Alberto Fujimori.

Ayer tuvo lugar el entierro, previa misa en la parroquia La Recoleta del Cercado. Entre otros grupos, fue destacable la presencia de alumnos de La Cantuta y San Marcos.

Tanto el presidente García como sus ministros brillaron por su ausencia en este acto de justicia, pero sí se habían prestado alegremente a promover y participar en la marcha por la paz, para brindar su apoyo al presidente colombiano Álvaro Uribe, gran parásito de las FARC, quien lo último que quiere es que desaparezca el terrorismo para medrar con el fenómeno. Claro está, la cándida marcha pedía la liberación de los secuestrados y la paz a los terroristas, cuando lo correcto hubiese sido no pedir nada a una banda delincuencial y adicta a las drogas, sino protestar contra la inacción de Uribe ante las FARC, lo que hace de Colombia un país desestabilizador de la región.

Para coronar el desprecio del gobierno al entierro de los estudiantes, el ministerio de Justicia no realizó las gestiones para el entierro, por lo cual éste tuvo que prolongarse hasta superar el contratiempo.