Lo que faltaba y lo que falta
entierro policia ocobambaAtaque a puesto policial de Ocobamba

Declaran héroe nacional al teniente PNP Héctor Zegarra Bernaola, caído en Ocobamba, pero ni el ministro ni Alan García fueron a su entierro, como sí fue García para la foto a un estadio lleno de gente cuando trajeron los restos del grupo Néctar. Veremos que el abandono a los policías no sólo es en las formas, sino también en casi todo aspecto, lo cual no sólo implica un preocupante desdén a la vida humana de parte del gobierno, sino que el ministerio del Interior está en manos de un personaje que además de ser incapaz hasta de comprar y tolerar la corrupción en su ministerio, constituye un grave problema para la seguridad nacional.

 

Noticia policial de la semana ha sido el ataque de un grupo fuertemente armado al puesto policial de Ocobamba, provincia de Chincheros, región Apurímac el jueves 1 de este mes de noviembre. Los hechos ocurrieron antes de medianoche, cuando los delincuentes empezaron el ataque a la dependencia policial.

Aparte de la situación general de estar Ocobamba en zona de influencia de los traficantes de droga de Ayacucho, parece que el móvil directo que explica el ataque es la represalia por el decomiso de 82 kg de pasta básica de cocaína1. El grupo armado también quería “mejorar su imagen” ante sus contratantes, los capos de la droga de la región, puesto que en semanas recientes la policía y el ejército en acciones separadas habían interceptado a transportadores de droga (“mochileros”), sin que su escolta armada de sicarios pudiera evitar el decomiso de la “mercancía”, la dispersión de los transportadores y la muerte de algunos de los protectores armados.

Problema de seguridad


En este ataque murió asesinado el comisario de la delegación policial, porque la mafia lo responsabilizaba por el decomiso. Sin embargo, desde el punto de vista de la defensa de los intereses del estado, lo grave es que ese puesto policial tenía sólo cuatro hombres (incluyendo el comisario), escasísimo número que los volvía fácil presa de cualquier grupo atacante. Según las diferentes versiones de los pobladores del lugar, los atacantes habrían sido unos 50 hombres y mujeres, lo cual indica que estaban preparados para enfrentar un mayor número de policías atrincherados y para cortar la llegada de refuerzos, si se daba el caso. Es también muy preocupante que autoridades locales y regionales declaren que los puestos policiales de la zona tienen un promedio de 5 ó 6 efectivos, lo que constituye simplemente una presencia simbólica (están “pintados en la pared”), puesto que es ilusorio pensar que un puñado de policías —por muy buen armamento que tengan— puedan resistir el ataque de veinte2 sicarios dispuestos a todo y bien armados.

Repercusiones

Ante la preocupante situación, el ministerio del Interior ha enviado refuerzos a la zona. Pero ha tenido que ocurrir la destrucción del local, la muerte de un policía y la pérdida de armamento para que las autoridades de Lima decidan tomar estas medidas. Además, los hermanos del difunto policía anuncian que van a demostrar que la víctima había pedido refuerzos días antes, sin que se atendiese su requerimiento; esto sería gravísimo, demostraría que los policías están abandonados a su suerte. Alguien tiene que asumir responsabilidades por esto.

La del murciélago

El envío de refuerzos a la zona es un primer paso, muy necesario para que los policías puedan cumplir su misión y no estar tan expuestos a las represalias de las mafias de la droga. Reconociendo esto, no se debe dejar de señalar que no basta dotar a las comisarías del número suficiente de efectivos, que asegure una defensa exitosa de su local si son atacados; si sólo se buscara eso, estaríamos ante lo que humorísticamente llaman en el fútbol “la estrategia del murciélago”: todos colgados del arco para evitar que el rival anote un gol.

Además de reforzar las comisarías o delegaciones policiales con un mayor número de hombres y con más armamento, se debe prever muchos más refuerzos todavía, que permitan no sólo cuidar su local sino patrullar la zona todo el tiempo, día y noche, para bloquear las rutas de tránsito que los transportadores de droga tienen en las punas y lugares desolados. Estas patrullas deben tener un número suficiente, estar bien dotadas de armas y municiones y contar con equipos de radio para comunicarse con su base si es necesario pedir refuerzos y con visores infrarrojos para el patrullaje nocturno. Si los traficantes de drogas ven que tanto de día como de noche la policía está en movimiento y en disposición de combate, entenderán que la situación ha cambiado, que están bajo presión y que su gente armada3 no puede garantizar la seguridad del transporte. Para los capos de la mafia esto sería ya una situación insostenible, tendrían que irse a “trabajar” a otra parte del país o al extranjero.

A algunos escépticos, entre los que podríamos contar a militares o policías que lean estas líneas, el patrullaje permanente, especialmente el patrullaje nocturno, puede parecerles utópico o difícil de hacer. Sin embargo, piensen un momento en las rondas o juntas vecinales urbanas que con sólo palos y silbatos recorren por turnos su barrio para impedir la acción de los delincuentes; cuando se tiene la voluntad, se hace. Y si falta algún ejemplo mejor, tenemos el caso de ex combatientes de la guerra del Alto Cenepa que habiéndose armado y organizado para salir en las noches a vigilar la carretera Bagua-Condorcanqui, región Amazonas, combaten exitosamente a los asaltantes de caminos (El Comercio, Lima 04-11-2007, p. a28), con quienes ya se han enfrentado victoriosamente.

Este caso de los ex combatientes es digno de análisis, puesto que demuestra la armonía y perdurabilidad de los valores cívicos. Son ciudadanos que en su momento hicieron el servicio militar obligatorio, pelearon en la guerra y ahora, de vuelta a la vida civil, ponen al servicio de la sociedad su experiencia militar. La otra cara de la medalla es la de los licenciados de la fuerza armada que formarían parte de las bandas armadas de los traficantes de droga.

Otro aspecto por analizar es el de las rondas campesinas, que hoy están lejos del auge que tuvieron 20 ó 15 años atrás. La situación ha cambiado. Para empezar, ya es conocido que ahora Sendero (o sus remanentes) no entra a las comunidades matando gente o llevándose cosas sin pagar; se informa que no matan y pagan bien —¡tienen buenos dólares para hacerlo!— lo que consumen; o sea que por ese lado no tienen conflicto con los campesinos. Además, la empobrecida gente del campo cultiva coca o la transporta, y en esta actividad ilegal quien la protege es Sendero al servicio de la droga, no la policía. Por esta razón podría ser hasta peligroso para el estado formar rondas campesinas en zona cocalera.

Pero si la policía, patrullando día y noche4, hace un buen trabajo de interceptación o interdicción en las rutas de transporte de la hoja de coca o de la pasta básica de cocaína, ya no sería tan necesario entrar a las chacras a erradicar las plantas de coca en medio de enfrentamientos, porque los campesinos —y los capos de la droga que los incentivan— se darían cuenta de que hagan lo que hagan, vayan por donde vayan, los cargamentos de hoja de coca o de pasta básica de cocaína siempre serán decomisados. A partir de ese momento —no antes— y con los precios de la hoja de coca siempre en caída, los campesinos tendrán oídos receptivos para las propuestas de cultivos alternativos. ¡Y cuidado con que el gobierno, llegado este momento, no tenga listo un programa integral que incluya ayuda técnica y financiera, servicios educativos y de salud! ¡Entonces hablar en de Sendero o de mafias de la droga sería un cuento que nadie creería y volveríamos a fojas cero!

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1 Versiones no confirmadas señalan que el decomiso fue de 500 kg. Todo está es materia de investigación.

2 ¡Para no hablar ya de 40, 50 ó 60 atacantes!

3 No tiene importancia si son netamente militantes de Sendero, rezagos de Sendero convertidos en sicarios o si son grupos de combatientes de diferente origen (licenciados del Ejército) contratados por los capos de la droga.

4 Especialmente de noche. Porque vigilar punas y caminos sólo de día es decirles a los mafiosos “Estemos en paz; yo trabajo de día pero en las noches tú haz lo que quieras, lleva tu droga por donde quieras”.