Más allá de la noticiatv-espectadores

Por Rafael Romero

La crisis de valores de la televisión peruana, denunciada en solitario hace años por el programa Habla el Pueblo, es hoy motivo de atención y debate en diversos sectores sociales, pero curiosamente no en el campo de los políticos. Es decir, mientras todos miran lo que ha pasado en la TV, tras el desenlace fatal del rating que ha cobrado la vida de una joven como Ruth Thalía Sayas Sánchez, extrañamente sucede que los congresistas, ministros y dirigentes de los partidos guardan silencio y se desentienden de la cuestión.

 

Esto demuestra que hay miedo en la clase política, o en lo que queda de ella ya que hoy prima el protagonismo de los advenedizos en la cosa pública. Pero, ¿miedo a qué o a quién? A los cambios en el poder mediático. Los que de producirse seguramente harían que viniera otra estirpe de políticos, con valores y mejor preparación. En otros términos, es como si la crisis de la TV a los políticos no les importara y prefirieran que las cosas se mantengan como están, ya que con la TV actual tienen el oportunista “pan y circo” que defiende alegremente Pedro Pablo Kuczynski. Por tanto, si el ciudadano es distraído con más farándula, y de la peor, tanto mejor para los actuales políticos.

Pero hay más: si los políticos no quieren meterse en la solución es porque son parte del problema. En este contexto, los actores de la industria de la TV también saben perfectamente cómo se ha originado la crisis, aunque no les interese salir del embrollo al haber mucho dinero en juego. Los bolsillos de los anunciantes interesan más que la propia vida de una joven, pues de lo contrario hace tiempo que hubiesen decidido no anunciar en programas como “El Valor de la Verdad”. Esto se explica dada la pasividad que mantiene la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, el Consejo Nacional de Autorregulación y la Asociación Nacional de Anunciantes, pues pese a las revelaciones del poligrafista español José Fernández de Landa, ni se ruborizan ni atinan a buscar corrección en sus actos.

De modo que la Ley de Radio y Televisión, los Códigos de Ética, los Pactos de Autorregulación y la parsimonia del Concortv no cuentan ni se respetan, a pesar de llevar la firma de gente que se supone tiene palabra y de personas que se supone son responsables. En lo inmediato, entonces, frente a esta crisis no queda más que el Ministerio de Transportes y Comunicaciones tome la iniciativa liderando un gran diálogo nacional (audiencias públicas que le franquea la ley) a fin de que todos los involucrados se sinceren y recusen ese rating asesino e inmoral.

Expreso, 06.10.2012