llorando dueloPor: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Conocer el temperamento y su influencia en la conducta de cada uno de nosotros, es un tema interesante de tratar a fin de comprender nuestro comportamiento. No siempre se está al tanto, en su real dimensión, de su ascendencia en la evolución del desenvolvimiento personal. Este es un asunto mucho más significativo de lo imaginado.


Todavía se cree en la existencia de temperamentos positivos y negativos y, además, se establecen clasificaciones erróneas. Los expertos lo describen como el “termómetro” emotivo del individuo que determina su forma espontánea de reaccionar ante un estímulo exterior. Es la “respuesta aprendida” desde la infancia y parte de la denominada “herencia genética” de la personalidad.

El conveniente ser capaces de identificar nuestros temperamentos con la finalidad de percatarnos de virtudes y defectos y, por consiguiente, alertar los aspectos centrales que debemos aprender a regular, controlar y perfeccionar. Tengamos en cuenta que ciertas formas del proceder humano pueden generar conflictos en la convivencia social y laboral.

El célebre galeno de la Antigua Grecia, Hipócrates —considerado una de las figuras destacadas en la ciencia médica y padre de la medicina clasifica los temperamentos en cuatro tipos: Flemático, Bilioso, Melancólico y Sanguíneo. Hipócrates precisaba: “La salud del hombre es un estado dado por la naturaleza, la cual no emplea elementos extraños sino una cierta armonía entre el espíritu, la fuerza vital y la elaboración de los humores”.

Según afirma la grafóloga española Sandra Cerro Jiménez, en su documentado informe “Los temperamentos de Hipócrates”, éste (Hipócrates) amplió su teoría asegurando que la salud del hombre dependía del equilibrio entre los cuatro líquidos o humores que lo conformaban: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Sostenía que cada semejante tenía una disposición diferente de estos humores en su cuerpo, siendo dominante uno de ellos.

A continuación quiero comentar las características saltantes de cada temperamento. Flemático, es pasivo, reacciona con lentitud, todo lo premedita y es esquemático. Tiende a postergar la acción y dejarse llevar por la apatía. Su cualidad es la lucidez. Emplea su tranquilidad para evitar desenvolverse impulsivamente, analiza el problema y procede según la exigencia del momento. Por su equilibrio, es el más agradable de los temperamentos y trata de no involucrarse demasiado en las actividades de los demás. Puede asumir modales distantes.

Bilioso, suele responder violentamente. Es impulsivo, impaciente, piensa después de haber actuado y se irrita con facilidad. Su virtud es la rapidez y la disposición para enfrentar las circunstancias directamente. Responde con iniciativa en situaciones emergentes. Se distingue por su sobriedad, no se emociona ni entusiasma con facilidad sin dar tiempo a la reflexión; cuando toma su decisión, es difícil que la varíe.

Melancólico, es callado, se retrae y aísla. Es susceptible, poco comunicativo, tímido y evita las confrontaciones. Su atributo es la precisión. Su tristeza suele llevarlo a la reflexión y ha no tomar acuerdos apresurados. Desarrolla el diálogo interior, es abnegado, perfeccionista, analítico y sensible. Su carácter le ayuda a terminar lo que comienza. Es difícil convencerlo de iniciar algún proyecto, debido a que imagina los pros y contras en cualquier acontecimiento.

Sanguíneo, alegre, bromista, cordial, amable, locuaz y manipulador. Ante la dificultad buscará eludir la realidad y delegará a otro asumir el problema. Tiene como virtud el buen talante. Es optimista y posee facilidad para platicar. Su habilidad social, unida a su natural sensibilidad, lo hacen empático y buen oyente, aunque podría conducir a actitudes dictatoriales por su interés avasallador.

De otro lado, es preciso anotar que los más exitosos proyectos -a nivel profesional, sentimental, académico, etc.- son el resultado de la participación de temperamentos diferentes. El defecto de uno, puede ser la fortaleza del otro. Su confluencia enriquece opciones que arriben a mejores logros. Conviene reunir los aportes positivos de cada uno en el diseño de cualquier propuesta y aprender a coexistir con quienes poseen un temperamento que no es de nuestro agrado.

No asuma la expresión “mi temperamento es así, así soy yo”. Es un comentario poco ingenioso y, por desgracia, frecuente. Se sugiere trabajar la inteligencia emocional y ser consciente de las consecuencias censurables que genera, en la convivencia diaria, reacciones inadecuadas, confrontacionales y que enturbian nuestro hábitat más íntimo.

Es importante reconocer nuestro temperamento y superar los inconvenientes que obstaculicen el progreso individual. Vivimos en una colectividad llena de tensiones, adversidades y mutuos malestares que dañan la estructura interna y, por lo tanto, estamos obligados a forjar un puente de tolerancia y armonía destinado a enaltecer la relación interpersonal. De allí la necesidad de afianzar los componentes sensitivos. Como decía el dramaturgo, productor de cine y Premio Nobel de Literatura (1922), el español Jacinto Benavente: “La vida es como un viaje por mar: hay días en calma y días de borrasca. Lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”.

                                                                                   

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/