F-16

Por Herbert Mujica Rojas

 
Dijo en Washington, Gringolandia, el inefable ministro de Defensa, Allan Wagner Tizón, sobre Perú y Chile, que hay: “trabajos de fomento de confianza que permitirán trascender las percepciones que puedan derivarse de un programa de adquisiciones, como el que ha realizado el país del sur”. Subraya en su castellano salvaje, ad hoc, para parecer intelectual, que Chile está comprando armas y, cuasi de inmediato, informa sobre “dinámicas” de confianza. O sea que como los australes se arman y nos damos cuenta, empujamos talleres para fomentar “espacios” para hacernos los bobos de buenas intenciones impávidas. La inspectoría nacional de zoológicos se va haciendo el cargo merecido para este ministro inepto.
No olvida, con hipérbole tranquilizadora, según dicen algunos, decir Wagner, que “un desequilibrio es algo que siempre es mirado con atención” y luego agrega “no están en nuestros planes emular esas adquisiciones”. Consuela saber que el enrevesado ministro dio a entender que tomará las acciones necesarias para “fortalecer las condiciones de nuestras Fuerzas Armadas, en función de lo que son nuestras percepciones de las necesidades de seguridad y defensa de nuestro país”.
 
Se informa en los diarios que Chile ha comprado dos submarinos y una fragata británica, por el valor de 1,200 millones de dólares. Además un flotilla de aviones nuevos F-16, adquiridos de EEUU; 18 F-16, usados en Holanda y más de un centenar de tanques Leopardo II en Bélgica y Holanda. ¿Sabrá el ministro de Defensa Wagner, para qué se arma un país y que éste resulta ser el que está al sur del Perú y que en 1836-39 y en 1879-83, protagonizó guerras de invasión depredadora, crimen y enajenación de territorios contra nuestro país?
 
Los miedos de comunicación-intoxicación asienten, asimilan y no desintoxican las farragosas expresiones que vienen del ministerio de Defensa y de su titular. No traducen la explícita declaración contemplativa que frente al armamentismo, no ayer, sino hoy mismo, hace gala el Estado chileno, en nuestras propias narices. Entonces, Wagner protesta que Perú no hará nada porque no tenemos planes de esto o lo otro. ¿Qué defiende este señor? ¿será el dudoso honor del deshonor de seguir de manos cruzadas cuando otros se apertrechan hasta los dientes? ¿para quién juega aquél?
 
La máxima expresión teórica sustentada con cacareo recurrente por el ministro Wagner ha sido el brulote de la “seguridad cooperativa”. Los rábanos caviares que le “asesoran” se han vuelto ociosos y ahora ni siquiera edulcoran los adefesios que le hacen repetir al ministro. La “seguridad cooperativa” fue un invento del Departamento de Estado de Washington, sí, la nación del súper imperialismo, para lidiar, según ellos, con el terrorismo extranjero y a partir del 9-11. En la plantilla no se previeron broncas de límites o diferendos geopolíticos, pero aquí los sabihondos expoliadores de la cansada ubre del Estado con todos los gobiernos, infiltrados en uno que teóricamente los repudia, le dieron la receta al ministro que repite la salmodia por donde puede.
 
La ridiculez no puede ser más estentórea. ¡Ningún país latinoamericano suscribe el mamarracho de “seguridad cooperativa” ni invierte en tallercitos o folletos baratos para difundir su oprobiosa estirpe colonial en nuestros pagos! Sólo en Perú hay unos copiones que necesitan justificar sus sueldos, discursos y modus vivendi y por eso arriesgan la defensa soberana del Perú. Las santas alianzas de la rabanería caviar están en maridaje absoluto con la derecha ultra-liberal. ¿De qué otro modo se explica la presencia en el viceministerio de un traidorzuelo como Fabián Novak Talavera? Cuando se trata de vivir del Estado, no hay fuerza que aleje a las sanguijuelas de la víctima, en este caso el país.
 
Mientras que unos se arman totalmente y tienen la felicidad – para ellos- de contar con bocinas ambulantes en el Perú que proclaman su “pacifismo” desde muy altos puestos, aquí seguimos en suicidio reiterado que no nos va a llevar sino a lo que la historia señala. ¡Y no digan las garrapatas que hay que pulverizar a las fuerzas armadas porque eso les “enseñaron” cursos por horas o correspondencia sobre defensa u otras artes parecidas en Washington! Lo objetivo, geopolítico y trágico es que, como decía y repetía el maestro Alfonso Benavides Correa: un país desarmado no es garantía de paz, un país desarmado es una presa apetecible”. 


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