Por Herbert Mujica Rojas
marchayanacochaSe transcribe a continuación un interesante –como polémico texto- sobre las ONGs, entidades a las que el autor reputa como mal llamadas no gubernamentales, porque sostiene que sí tienen financiamiento, en no pocos casos, de órganos de esa calidad.
El debate está abierto. Agradécese la gentileza de Pueblo Continente al autorizar expresamente la reproducción del material. (Herbert Mujica Rojas) 


ONG : ¿mal necesario o generosidad calculada?

 Parte I
 

por Francis Windey*, especial para Pueblo Continente 

Los medios de prensa han presentado el reciente debate sobre la nueva ley de ONGs como un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Fue de buen tono presentar por un bando las ONGs como factor de progreso y de libertad, o, por otro bando, como agentes de la subversión y enemigos de la libre empresa. Sin embargo, esta simplificación no corresponde a la realidad del terreno, ni siquiera de las ideologías vigentes. 

Un mito que se debe corregir es el de la denominación «no gubernamental». En Europa es bien sabido que las ONGs reciben subsidios en forma de recursos financieros o humanos de parte del Estado o de la Comisión Europea. Dime quién te financia y te diré para quién trabajas, así se podría resumir la situación. Cierto, las grandes ONGs tienen recursos propios gracias a las donaciones del público. Pero muchos proyectos suyos reciben un apoyo muy importante del Estado. Los proyectos específicos de desarrollo en el tercer mundo reciben a veces el 80% o más de su financiamiento gracias a fondos gubernamentales o de la Comisión Europea. Otras ONGs han sabido captar la simpatía de grandes donadores del sector empresarial y así es que su objetividad e integridad pueden sufrir. Pero este último aspecto está generalmente ocultado por la prensa y los militantes. 

Mejor prueba de eso son las interconexiones frecuentes entre el personal de las ONGs y el mundo político. Muchos fundadores o directivos de ONGs se encuentran tarde o temprano reclutados por la oligarquía política, recibiendo cargos y puestos importantes a nivel de parlamento o de gobierno. Tal fue el caso de Bernard Kouchner, fundador de la ONG Médicos sin Fronteras, luego congresista del parlamento francés, ministro de cooperación internacional o de salud de varios gobiernos socialistas. En Bélgica se presenta igualmente tal interpenetración: varios diputados y senadores actuales han sido dirigentes de la rama belga de Médicos sin Fronteras y uno de ellos llegó incluso a ser ministro de la cooperación internacional de Bélgica en los últimos años de la década de los 90. Un dirigente de Oxfan y de la cúpula de ONGs CNCD fue escogido por el partido socialista belga como senador en el 2003. Es que el cuerpo político busca personalidades conocidas por el público y la prensa. 

Pero existe el movimiento inverso del mundo político hacia la esfera ONG. No es ningún secreto cómo en Bélgica, asesores de ministros logran ser cooptados en estos organismos. Y esta situación existe en numerosos países. Ambas partes tienen así un poderoso interés en eso. Por un lado, las ONGs aseguran la continuidad de su financiamiento. Por otro lado, el personal político garantiza un empleo remunerado y mantiene vigente la esperanza de más notoriedad electoral. 

Así que, finalmente, es un mito pensar que las ONGs son organizaciones independientes y «no gubernamentales». Ningún ente es independiente hacia su benefactor, por nobles que parezcan sus objetivos.

 Se puede distinguir varios tipos de ONGs por implantación o por sector de actividades. En claro existen ONGs nacionales y ONGs internacionales activas mayormente en sectores de desarrollo (rural o urbano, salud pública, agricultura, organización social), emergencia (ayudas puntuales durante catástrofes), defensa legal y promoción de derechos, medio ambiente. Estas dos últimas categorías son las más controvertidas y suscitan preguntas y angustias de parte de la derecha, de las oligarquías y del mundo empresarial nacional e internacional. Analizaremos estas más en adelante. 
 
La problemática ONG existe tanto en el Perú como en otros países, incluso los países industrializados. 

La derecha que siempre hace de la libre asociación su ideología y se ufana siempre del término «libertad» (como lo hizo para impedir la estatización de la banca en 1987) quiere negar este derecho a sectores populares. Está de acuerdo con la libertad en lo económico pero quiere regular una vez que sus intereses están amenazados. Y es cierto que ven con preocupación cómo ONGs denuncian empresas sospechosas de contaminar el medio ambiente o de defender derechos de propiedad comunitaria en tierras codiciadas. Se vio así en los últimos años conflictos en Ilo, Perú, con una trasnacional de producción energética y llamadas organizaciones populares y programas radiales de ONGs por asuntos de contaminación. También en Yanacocha (Cajamarca) o en la selva donde comunidades indígenas se enfrentan regularmente con grandes empresas internacionales. También le preocupa a la derecha y a algunos sectores del Estado el activismo en la defensa de los derechos humanos. 

El escándalo poco investigado sobre las presuntas esterilizaciones practicadas en zonas de la sierra sur en el período de Fujimori es un ejemplo típico de las tensiones que pueden occurrir cuando las sospechas están comunicadas solamente por ONGs y no llegan a una investigación debida de parte de las autoridades, al punto que la comunidad internacional está más al tanto de esta denuncia que el mismo pueblo peruano (se vio a Javier Diez Canseco por las pantallas de televisión en Europa en 1998). 

Sin embargo, y lastimosamente para los «ideólogos», el problema no se reduce a una dicotomía «blanco» y «negro», suerte de dialéctica destinada al fracaso. Pues imaginarse que las ONGs son buenas o son malas esquiva el verdadero panorama y falsifica el debate. Se puede en realidad analizar la problemática ONG por tres ángulos: uno de la seguridad nacional, un segundo de la pertinencia del proyecto y del cumplimiento de los objetivos, un tercero acerca de la buena administración de los recursos y del buen manejo. Y también habría que incluir en el término ONG a las «fundaciones» y los «think tanks» (grupos de reflexión). 

Hablando de seguridad nacional, consta que el problema está creciendo con el tiempo. En verdad, existe desde hace tiempo. Vemos a nivel internacional cómo algunas ONGs financiadas por occidente juegan un papel desestablizador, por no decir subversivo, en países de la ex-URSS, poniendo trabas a los objetivos geo-estratégicos de Rusia. Las llamadas revoluciones «naranja», « tulipán», «terciopelo», etc. eran de hecho golpes de Estado habiendo aprovechado, al inicio, pequeñas protestas con la ayuda de toda una logística costosa pagadas por agencias extranjeras. Y es que varias asociaciones con proyección internacional están financiadas por potencias políticas como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania. No es ningún secreto decir que la Marcha de los Cuatro Suyos fue financiada por el multimillonario «filántropo» húngaro-americano George Soros. Claro que eso puede ser interpretado como un apoyo a la democracia, pero ¿qué quiere decir este término confuso de «democracia» cuando la mayoría de los medios de comunicación (escrita, oral, televisivo) están en manos de grupos económicos poderosos propalando una visión conforme a sus intereses propios y resultando finalmente en persecuciones continuas en contra de líderes opositores como Alan García? Así que el debate es de actualidad, importante. Pero en los años 80, muchas ONGs peruanas, ligadas a ONGs internacionales por su financiamiento y hermanamiento ideológico, se dedicaban en apoyar movimientos sociales urbanos o rurales (democráticos) en contra del gobierno del entonces presidente Alan García. Fue el caso de algunas huelgas campesinas en el Cusco, donde fueron mejor organizadas y con mayor impacto donde las comunidades recibían asesoramiento de ONGs pagadas por el extranjero. Claro, todo eso es parte de la libertad de expresión pero toca el tema de la seguridad nacional, y eso vale también para grandes empresas privadas ―siempre alabadas por la oligarquía― que con su poder financiero pueden movilizar el aparato judicial y represivo a su favor (el caso de Cajamarca es interesante al respecto), tal como lo demostraron algunas trasnacionales en Chile durante el pronunciamiento de Pinochet. 

La mejor prueba de la pertinencia de esta constatación es la determinación del senado de EEUU de ligar la desregulación de ONG a la firma del TLC peruano. Así lo dice el documento "Organizaciones No Gubernamentales y promoción de la democracia: voz para el pueblo", que según el diario peruano La República «podría dañar las percepciones del compromiso de García con el proceso democrático peruano»… De esta manera vemos que los aspectos económicos no son sino otra fachada de una voluntad de dominación politica… . 

Se utiliza de la misma manera a algunas ONG para «certificar» a un país (y así ejercer una presión diplomática) como se hace para la lucha contra la droga, la lucha contra el terrorismo, la «buena gobernabilidad». 

La respuesta de algunos países ha sido variable. Rusia ha sometido las ONG a condiciones de regulaciones extremadamente severas, provocando la fuga de varias organizaciones financiadas por occidente. Venezuela tambien está sometiendo las ONGs a un control estricto. 

 
Personalmente pienso que solamente un aparato de Estado bien organizado puede velar por la seguridad nacional y popular, contando con un servicio de inteligencia bien manejado, patriota y popular.
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*El Dr. Francis Windey, compañero de nacionalidad belga, tiene lazos muy estrechos con Perú y es colaborador del portal Pueblo Continente. Tiene experiencia en proyectos de cooperación internacional y conoce el manejo de las ONG tanto en Latinoamérica como en Europa. 
 

Parte II

ONG: ¿mal necesario o una generosidad calculada?
por Francis Windey

 Las ONGs se han convertido en Europa y en el mundo occidental como una nueva vaca sagrada. En un mundo post-marxista y en una era de globalización están bastante idealizadas. Los medios de comunicación las pintan con los colores de la santidad y en realidad han construido una imagen casi mística de ellas. Por ejemplo, un periódico belga de gran difusion, Le Soir, ha inaugurado hace poco una serie de entrevistas a militantes de grandes ONGs presentados casi como los nuevos caballeros del tiempo moderno. La campaña mediática recibió el título: Le Soir se levanta con la gente que se levanta. Y es que la prensa y los medios de comunicación saben cómo provocar las emociones populares con imágenes o testimonios de "trabajadores humanitarios" empeñados en aliviar los problemas en las cuatro partes del mundo, donde un terremoto o un tsunami, donde una hambruna o una guerra civil, donde masacres o intolerancia. Imágenes tan efectivas que están cargadas de mensajes subliminales hábilmente utilizadas por poderes políticos para llevar a cabo ideas difíciles de hacer pasar de otro modo en la opinión pública. Es así como se ha forjado, por ejemplo, el concepto de "derecho de injerencia (intervención)", o sea una versión moderna de la "guerra justa" tal como se utilizó para justificar el bombardeo de Serbia en 1999. Uno de los difusores de este aristotelismo contemporáneo es Bernard Kouchner, fundador de Médicos Sin Fronteras y luego de Médicos del Mundo. Tal tesis se encuentra todavía entre los que quieren mandar tropas al Darfour, en Sudán. Los americanos también pretextaron de ayuda humanitaria para desembarcar en Somalia en el 1993.

 A veces el fenómeno ONG estalla en países donde el Estado es inexistente o ha olvidado sus responsabilidades hacia la población. O puede ser la consecuencia de la voluntad de países "donantes". Así fue el caso del ex-Zaire, ahora conocido como República Democrática de Congo. El gobierno de Joseph Desiré Mobutu era entonces bien famoso por su rapacidad, corrupción, abusos contra los derechos humanos además por una pésima gestión económica y financiera. Está situación duraba desde el año 1964 y estaba soportada con una paciencia infinita y algo cómplice por las potencias occidentales con el fin de contener el avance comunista en Africa; pero después de la caída del Muro de Berlín, los donantes de antes tomaron sanciones financieras y suspendieron las donaciones al Estado zairiano como modo de presión para el establecimiento de un régimen demócratico al estilo occidental. Terminada la cooperación bilateral, la ayuda humanitaria solamente podía proceder a través de ONGs internacionales teniendo "hermanamiento" con asociaciones locales. Se vio así el florecimiento de cientos de ONGs locales deseosas de recibir las jugosas donaciones internacionales. Era la única manera de proporcionar un apoyo de salud, de alimentación o de educación a una población cada vez más empobrecida. Así es que el caos del gobierno, acoplado a una voluntad de "privatización" de los donantes de Europa y Estados Unidos, determinó una "ONG-isación" de este infeliz país de Africa.

 Por colmo de la élite corrupta de la dictadura mobutista, varias naciones subsidiarion ONGs de defensa de derechos humanos y de democratización. Bélgica la ex-potencia colonial, financió varias asociaciones con este propósito, mientras los americanos, excelentes conocedores de la situación política, mandaban desde Estados Unidos "voluntarios" para predicar las "buenas maneras" democráticas. Eso incomodaba bastante al gobierno zairiano y el acoso a estas organizaciones apoyadas desde el exterior llegó a arrestos, pesquisas, confiscación de material. Incluso arrestaron a un "voluntario" americano de la National Endowment for Democracy (una fundación ligada en los 80 al coronel Oliver North) en el interior del país para un corto interrogatorio, pero con valentía el joven sacó una bandera americana cantando himnos sobre la libertad... Fue luego liberado y llevado a Kinshasa. 

Cuando en abril 1994 occurió el genocidio de varios cientos de miles de ruandeses de la etnia tutsi por millares de milicianos de la etnia hutu, los guerrilleros tutsis basados en Tanzania entraron en Ruanda y tomaron la capital Kigali, luego llegaron a ocupar todo el infeliz país provocando así un éxodo de un millión de hutus. Estos refugiados se asentaron en Zaire, más exactamente en la zona fronteriza con Ruanda, en el Kivu Norte (Goma, Rutshuru, Bukavu, el parque natural de La Ruindi). Se improvisaron varios campamientos de refugiados con los auspicios del Alto Comisariado para los Refugiados de la ONU; luego estalló una severa epidemia de cólera. Ahí apareció la "internacional humanitaria". Se vio así cómo ONGs internacionales de salud luchaban entre ellas para recaudar fondos para luchar contra este drama bastante mediatizado en Europa. ¿Quién iba a cosechar más fondos girados por el generoso público emocionado por las horrorosas imágenes de este flagelo humano? ¿Quién iba a ocupar más espacio físico en los campamentos de Goma y Bukavu y captar con esta pequeña conquista más atención mediática y consecuentemente atraer todavía más notoriedad y dinero público o estatal? 

Pero ahí no terminó el asunto en la zona fronteriza de Zaire con Ruanda. Es que varios elementos de las milicias hutus (los temibles interahamwes) se habían infiltrado en los campamentos de refugiados, aprovechando este escudo humano para lanzar ataques contra el país vecino Ruanda y su nuevo régimen tutsi. El hecho fue denunciado por algunas ONGs y varias de ellas decidieron irse del lugar para no arriesgar un apoyo escondido a los genocidas interahamwes. Sin embargo no todas las ONGs actuaron así, se callaron y prosiguieron la ayuda practicando una política de avestruz, aprovechando algunos intereses geopolíticos. Claro, siempre con la mano en el corazón y proclamas de humanidad. 

El régimen ruandés tutsi sabía que existían complicidades en el gobierno mobutista. Para contrarrestar la inseguridad en la frontera, decidieron apoyar la insurgencia rebelde de Laurent Desiré Kabila, un ex-compañero del Che Guevarra en la guerrila congolesa de 1965. Las tropas ruandesas se unieron a las fuerzas guerrilleras e invadieron el Kivu, tomando Bukavu y Goma. Los franceses, que apoyaban a la mayoría étnica hutu, querían estabilizar la situación militar, congelarla e impedir un avance de los rebeldes y ruandeses hasta la capital Kinshasa, ubicada a casi 2000 kilómetros de Kivu. Otras potencias europeas también preferían la preservación de un régimen mobutista ablandado y reformado por elementos moderados pro-capitalistas. Estos países tomaron pretexto de la grave situación humanitaria de los refugiados hutus de la banda fronteriza para pedir al Consejo de Seguridad de la ONU un cese el fuego y el envío de tropas de resguardo de la paz. Claro que las potencias interesadas utilizaron algunas ONGs conocidas para sensibilizar a la opinión pública sobre la lamentable suerte de los refugiados hutus ocultando, sin embargo, el papel peligroso de las milicias interahamwes. Para impedir el envío de la fuerza de paz de la ONU, el gobierno tutsi de Ruanda ordenó el bombardeo de la zona ocupada por los refugiados que de inmediato se dispersaron y avanzaron dentro de la jungla montañosa de Kivu y Kisangani. 

Al parecer, las tropas rebeldes apoyadas por los ruandeses tutsis, cometieron masacres durante su avance hasta la capital Kinshasa. Por lo menos así lo denunciaron algunas ONGs. Cuando Kabila llegó a ser presidente auto-proclamado de Zaire en mayo de 1997, de pronto bautizada República Democrática de Congo, la prensa internacional habló muy poco del asunto, al contrario de los medios franceses, más afines a Mobutu y los hutus. Es que mientras, las trasnacionales, más que todo anglosajonas, estaban negociando con Kabila y los ex-rebeldes victoriosos el reparto de la torta minera. También las potencias financieras exigían reformas estructurales ecónomicas para volver a negociar la tremenda deuda congolesa (que, en realidad, estaba perdida en las cuentas secretas del régimen mobutista). Sin embargo, Kabila quería, al parecer, proteger el patrimonio y los recursos nacionales. Entonces, la prensa empezó de nuevo a hablar de las masacres de refugiados hutus por las tropas de Kabila, ocultando el papel de los "padrinos" ruandeses tutsis. Se utilizó nuevamente testimonios de ONGs para desacreditar al gobierno de Kabila. También se seguía con el financiamiento de ONGs de derechos humanos para denunciar los abusos del nuevo presidente. 

Conocemos la secuela: una nueva guerra fomentada por Ruanda y el asesinato del presidente Kabila en circunstancias jamás esclarecidas.