Por Alejandro Sánchez-Aizcorbe

Es casi perfecta la armonía entre la línea política del diario El País de España y Washington respecto a la crisis venezolana. Armonía que suena también entre los principales diarios y agencias noticiosas de Europa y las Américas. No me sorprendería que el diario madrileño y cierto sector de la oposición venezolana aplaudan una intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela, sea directa o mediante las fuerzas armadas de países latinoamericanos. Justamente se trata de evitar semejante escenario, que haría las delicias de los provectos conejillos de Indias de la Guerra Fría, y sumiría a América Latina en una noche oscura de la que cada día está más cerca debido a sus índices de violencia criminal.

Los gobiernos de Chávez y Maduro han establecido alianzas con países que Washington considera rivales o enemigos: Rusia, China, Irán y Bielorrusia, entre otros. El capital del gobierno venezolano es la reserva de petróleo más grande del mundo. Occidente intenta reapropiarse de dicho capital mediante la caída del gobierno de Maduro por la vía electoral o, si no, merced a la violencia renovada, ya que la que se ensayó acaba de fracasar. La derrota de Maduro y del chavismo supone el deterioro de la situación económica. Cualquier mejora tangible en dicha esfera hace más difícil el triunfo de la oposición el año que viene.

La colosal irresponsabilidad de los grandes protagonistas de la historia contemporánea y de sus castas gobernantes asociadas del Tercer Mundo no ofrece ningún tipo de garantía respecto al desenlace del drama venezolano. Incluyo a los gobiernos de Chávez y Maduro, a la oposición y a los gobiernos anteriores a Chávez en la categoría de castas gobernantes asociadas.

No voy a abundar en ejemplos de resultados históricos pero saltan a la vista dos guerras mundiales, el Medio Oriente, África, el Sudeste Asiático, y de nuevo América Latina con el triste caso de México a la cabeza.

¿La oposición venezolana seguirá incitando al desenlace luctuoso o se atreverá a participar en las elecciones presidenciales de 2018, como lo hizo el 15 de octubre en las regionales? ¿El gobierno de Maduro seguirá apostando al supuestro declive de los Estados Unidos y creyendo que Rusia, China e Irán le servirán de escudo militar y económico? Tanto la incitación al desenlace luctuoso como la confianza en aliados internacionales que no pueden ir más allá de donde ya han ido respecto a Caracas, revelan un grado de labilidad muy común en la historia. Esto no es un caso de causas mínimas y consecuencias desastrosas; es un asunto de causas desastrosas y consecuencias mucho más desastrosas.

No cabe duda de que los gobiernos de Chávez y de Maduro y sus socios del tablero geopolítico cargan con una pesada cuota de responsabilidad por la crisis en que se debate Venezuela. Pero no menos peso agobia a la oposición, a sus mentores internacionales y a sus plumas de alquiler.