Por José Luis Ayala

Ser docente de primaria o secundaria en el Perú es una vocación esencialmente humanista, pero, al mismo tiempo, significa una acción peligrosa y suicida. Los estudiantes de los centros de formación profesional lo saben. Sin embargo, pocos son los que realmente se forman como maestros por convicción y determinación expresa. La mayoría sabe que sus familias estarán limitadas por los miserables sueldos que recibirán durante treinta años de servicio. Sin embargo, muchos no alcanzarán a tener una pensión de jubilación decorosa, debido a que, de todos modos, el Estado atrapado en el sistema económico neoliberal y deshumanizado dejará de asignarles una mensualidad para que subsistan.

A fin de tener una idea en referencia a los miserables sueldos que reciben los docentes peruanos, es necesario tener una adecuada información en comparación con países de América Latina y Europa. Los Estados invierten en remuneraciones en docentes en relación a un proyecto educativo definido y clase de sociedad que se proponen construir. Así, los países que invierten más en sueldos a sus maestros alcanzan metas sociales y económicas siempre altas. Al contrario, los países que asignan sueldos paupérrimos a sus maestros, además de que carecen de un proyecto histórico, no alcanzan a superar los niveles de desigualdad social.

Según la Unesco y la Organización de los Estados Iberoamericanos (OIE), entidades al servicio del status quo y vigilancia de que ninguno de los países miembros opte por industrializarse y consiga autonomía en el sistema educativo, los sueldos de los docentes en América Latina son los siguientes.

En Argentina, en la provincia de Buenos Aires, un docente de educación primaria con un año de experiencia gana 570 dólares por 24 horas semanales (1,846 soles); si tiene 24 años de servicio alcanza la cifra de 769 dólares (2,492 soles). En Uruguay, un docente que se inicia gana 737 dólares (2,388 soles), después de varios años de labores alcanza la cifra de 1,434 dólares (4,646 soles). En Chile, el salario mínimo de un docente con cinco años de servicio es de 860 dólares (2,786 soles).

Es en el Ecuador donde mejor se paga a un profesor, el suelo mínimo por seis horas de labores es de 810 dólares (2,624). Un docente que se inicia en Colombia gana 479 dólares (1,552 soles). En la Ciudad de México un docente de primaria que empieza a trabajar gana 307 dólares (995 soles) por 25 horas semanales. En Brasil, un docente gana un promedio de 737 dólares (2,388 soles) por cuarenta horas semanales. En Puerto Rico, un docente gana 1,750 dólares (5,670 soles) mensuales, y la cifra aumenta en la medida que acumule tiempo de servicios. En Colombia, un docente gana entre 700 a 1,000 dólares. El gobierno de Evo Morales acordó con la Central Obrera Boliviana fijar un salario mínimo de 1,200 soles. De modo que es en América Latina donde menos se invierte en el sistema educativo en comparación con Europa.

Entre los países que mejor pagan en el mundo a sus maestros, en primer lugar está Luxemburgo, donde los docentes con diez años de experiencia tienen un sueldo de 8,325 dólares mensuales o sea 99,900 dólares año al año. Además de otras remuneraciones que reciben en caso de obtener especialidades pedagógicas. El segundo país que mejor paga es Alemania, un docente gana 5,486 dólares, lo que hace un total de 65,832 dólares al año. En Canadá un docente alcanza a ganar 5,296 dólares mensuales, cifra que al año significa 63,552. En Australia un docente gana la cantidad de 4,692 dólares mensuales. En Estados Unidos los sueldos de los maestros tienen un promedio de 4,479 dólares mensuales, un docente al año gana más o menos 53,748 dólares.

Es necesario señalar que en cada país hay un distinto nivel de vida, que los años de estudios varían y además, educan a sus nuevas generaciones, de acuerdo a la política económica y sistema de remuneraciones. En el Perú, en el único gobierno en que los maestros fueron adecuadamente tratados fue durante la presidencia del general Andrés de Santa Cruz, protector de la Confederación Perú-boliviana. Ni el historiador Jorge Basadre o Luis E. Valcárcel pudieron conseguir una mejor remuneración para docentes, pese a que los gobiernos a los que se sirvieron gozaban de una economía capaz de mejorar los salarios de los trabajadores en general.

En el Perú no es el Congreso de la República, el Ministerio de Economía y menos de Educación, tampoco el presidente de la República, quien decide el monto de los salarios sino el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Confiep. Esas entidades determinan cuánto debe ganar un docente. Pero además disponen los montos de los sueldos especialmente de trabajadores, determinan cuánto debe ser el salario mínimo sin interesarles el costo real de la canasta familiar. Las entidades transnacionales se encargan de hacer los estudios correspondientes para que el Perú primero pague la deuda externa y solo después asigna los montos que convengan al sistema. Ignorar esta realidad es grave; significa desconocer la dinámica de la economía peruana, latinoamericana y mundial. Esa es la razón por la cual el pago de la deuda externa (eterna) más los intereses es puntual, mientras los docentes tienen que hacer todos los años huelgas para ser atendidos.

Así se explica cómo es que el Fondo Monetario Internacional le permite al Estado Peruano invertir solamente el 3.8% del Producto Bruto Interno, de modo que los salarios de los docentes resultan entonces los más bajos de la región. Se trata de un promedio de 359 dólares o sea 1,163 soles. Según las cifras oficiales nada confiables, el presupuesto para educación en el año 2016 fue de S/24,9660.262,263. Más de 160 mil profesores públicos contratados recibieron un incremento en sus sueldos de hasta 536 soles, como parte del compromiso del Ministerio de Educación. El techo más alto que podría llegar a percibir un docente es de 4,780.

¿Cuánto gana entonces un maestro peruano? Si se tiene en cuenta el promedio de vida familiar con un solo hijo, resulta que el mísero sueldo que percibe no le alcanza para comprar una vivienda. Ni pensar en estudios de capacitación y especialidad en una universidad. Menos comprar un promedio de diez cinco libros mensuales, artefactos para uso familiar y un viaje de vacaciones. Ganar es el remanente, es lo que queda después de solventar todos los gastos. Como ningún empleado público, los maestros son quienes más acuden, por ejemplo, a la Derrama Magisterial y se endeudan por tres años, pagando los intereses correspondientes. 

Entonces, atrapados entre salarios miserables, hijos, deudas y desencanto social, los maestros peruanos no solo perciben una de las remuneraciones más bajas de América Latina y el mundo. Además persiste la amenaza de ser sometidos a un sistema meritocrático arbitrario, cuyos parámetros carentes de criterios pedagógicos son discutibles. ¿Por qué los maestros no evalúan a los ministros de educación? Bien podríamos decir que los maestros en el Perú solo sobreviven. Los tecnócratas que deciden la economía peruana no entienden que es necesario pagar bien para tener una educación de calidad y en relación al nivel de vida. Cuanto menos invierte en educación cualquier Estado, no puede esperar ser en pocos años un país competitivo. Una nación es una familia grande; si no educa y forma a sus hijos que son los ciudadanos, nada puede esperar para que todos alcancen un bienestar social.

Pero al mismo tiempo, ser docente en el Perú es un acto sacrificado, ejemplar, heroico, humano y honroso. Es una forma de amar al Perú esencial, cósmico y eterno. Es también una intensa acción de entrega vocacional al servicio de los niños y niñas, con la esperanza de que reconstruirán piedra por piedra una nación dolorosamente escindida. Es sembrar cada mañana nuevo trigo en los andenes y surcos del tiempo. Es apostar a pesar de la violencia y el odio por la inteligencia, por un amanecer distinto. Es volver a escuchar a Garcilaso, Huamán Poma, Juan Bustamante, Vallejo, Oquendo, Gamaliel Churata, Arguedas, Rita Puma, Rumi maqui, Ezequiel Urviola, José Antonio Encinas, Luis de la Puente Uceda, Guillermo Lovatón Milla, Alejandro Romualdo, Carlos Condorena, Edmundo Guillén Guillén, Javier Heraud y Alberto Flores Galindo.

Trabajar durante treinta o veinticinco años como docente es haber dado lo mejor de la vida con la convicción de que el Perú finalmente cambie, para que las nuevas generaciones no carguen con las frustraciones del pasado y no se sientan culpables de fracasos y derrotas históricas. Enseñar es transferir la propia existencia y mantener la esperanza de reconstruir todos los días una nación en ruinas. Enseñar es mantener la convicción de que el Perú finalmente sabrá derrotar a la violencia, a la persistente pobreza e infinito desencanto. Aun así, tantas veces vivan, seguramente los sacrificados maestros peruanos volverían a las aulas para hablar de nuevo con absoluta convicción de la redención social del Perú de todos los siglos.

 

Cómo hace trampa el estado

Los políticos vendidos y los empresarios corruptos que gobiernan el Perú han logrado astutamente el objetivo de perpetuar una educación de baja calidad, para lo cual impiden sistemáticamente que los profesores reciban una adecuada preparación en la universidad. Logrado el objetivo de que egresen profesores mal preparados y con títulos devaluados, esos delincuenciales políticos y empresarios arman el circo de las “evaluaciones meritocráticas” que, según vemos, son el eslabón final de una farsa que mantiene al Perú en el atraso.

[Nota de Con nuestro Perú]

 

 

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