Por Mesias Guevara Amasifuen

Qué duda cabe que somos una sociedad débil y en construcción, uno de los aspectos sociales que nos presentan como tal es la presencia de la discriminación social. La discriminación es nefasta, cierra las puertas de las oportunidades a muchos ciudadanos, ya sea en el campo profesional, cultural y deportivo, generando en la ciudadanía una gran frustración. También impacta de manera negativa en la actividad política y acceso a la justicia.

En el colectivo ciudadano hay frases que se pretende hacer aparecer como algo normal y con cierta gracia, por ejemplo: “Blanco corriendo, haciendo footing. Negro corriendo, choro”. “Negro con plata o cholo con poder. Olvídate”. Más allá de lo anecdótico, la discriminación hace que la administración de la justicia no sea ciega, muchas veces juzgan al procesado por el color de su piel, el apellido que lleva, manera de vestir o solvencia económica. “Los pájaros fruteros” son duramente sancionados invocando para ellos la dureza de la ley, mientras que “los buitres de cuello y corbata” son absueltos y perdonados, diciendo que estos solo han cometido “pecadillos”. El primero robó una gallina o un celular, mientras que el segundo vendió a nuestra patria o saqueó nuestra caja fiscal. Ambos deben ser sancionados pero con la debida proporcionalidad.

En la política ocurre algo similar, los que pertenecen a “la cofradía del poder” que pretenden manejar el Perú como su hacienda, se sienten poderosos y consideran que tienen licencia para: mentir, insultar, desinformar, blindar a sus cómplices y perseguir agresivamente a sus adversarios. Siguiendo la lógica del consciente colectivo de los discriminadores sociales. Construyen un escenario lleno de adjetivos. Si cuidas el ambiente te dicen “antiinversionista”, si enfrentas a la corrupción te tildan de “subversivo”, si reclamas transparencia en el gasto público te califican como “anti sistema”. Para ello se apoyan en los medios de comunicación masiva, y en el sistema de justicia. Al final, los no conversos terminan vilipendiados, denunciados o silenciados. Miran a la política como un instrumento para enriquecerse, ven al estado como un botín. Utilizan para su propósito a los partidos políticos, dentro de los cuales se libra una lucha sin cuartel entre el poder del dinero con la fuerza de la inteligencia. Su objetivo es tener el control para respaldar sus negociaciones y repartijas.  Para ellos la ideología y filosofía son una simple ilusión. Pisotean la democracia interna, para hacerse elegir como candidatos al congreso o a la Presidencia de la República. El poder es su droga, por el cual pueden matar, no tienen límites.

Los que son parte de “la cofradía”, cuando caen infraganti en actos de corrupción los maquillan, si son descubiertos haciendo acuerdos bajo la mesa le lavan la cara diciendo que cometió un “error personal”, si aparecen en fotografías junto a personajes señalados como corruptos, los justifican diciendo que solo estuvo en una “reunión social”. Con gran cinismo se reciclan de sus traiciones y felonías, calificándolo simplemente como un “desliz personal”. Cuando se presentan como grandes intelectuales egresados de las mejores universidades del Perú y del mundo y son descubiertos que es mentira, logran que ciertos entrevistadores digan “el periodismo fue más fuerte que sus estudios”. Cuando se ausentan de ciertas sesiones para acusar a los miembros de la cofradía, los medios los justifican o simplemente callan. Su impunidad causa indignación y frustración. A esta gente no les pasa nada, por gracia divina siempre salen bien librados.

En campaña electoral, de manera audaz dicen: “Si postula y no tiene dinero, quiere robar. Si postula y tiene dinero, quiere trabajar”. Al final del proceso electoral resulta lo contrario. Bajo este concepto alejan a los verdaderos vecinos que de manera honesta quieren trabajar por el Perú. Manipulan el Jurado Nacional de Elecciones, que utilizan para sacar de carrera a los que consideran un peligro para sus intereses. En la elección del 2016 el Jurado Nacional de Elecciones tuvo un comportamiento sinuoso, ante mismas situaciones aplicó diversas medidas, a algunos candidatos los sacó del proceso electoral y a otros los blindó permitiendo su participación en el proceso electoral.

Esta situación una vez más nos lleva a realizar una profunda reflexión y a reiterar la exigencia en concretar la reforma electoral, así como que a través de la reforma educativa seamos capaces de construir ciudadanía. Frases como “no sabes con quién te estas metiendo” deben desaparecer de nuestro vocabulario y de nuestra percepción de la vida. Tenemos que romper paradigmas discriminatorios que están en nuestro consciente colectivo, venidos desde la época de la conquista y del virreinato. Recordemos que estamos inmersos en la sociedad del conocimiento. Con educación con valores tendremos ciudadanos de bien con apego a las normas, el respeto por las buenas costumbres y a los ciudadanos en general. El Perú será libre cuando desaparezca la discriminación que sustenta a la cofradía del poder, luchemos para concretarlo, un gran reto para los hombres y mujeres de bien.

http://www.depolitika.pe/2018/01/16/la-discriminacion-la-cofradia-del-poder/