La batalla de Tarapacá, 27 de noviembre de 1879

¡Gloria a los héroes que murieron por la Patria!
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Un saludo patriótico a mis hermanos de infantería
Capitán de Ingeniería Eloy Villacrez

Introducción:


La secuencia de hechos históricos que se presentan, nos permite analizar algunos temas que son sustantivos, en principio la batalla de Tarapacá fue el primer encuentro de tropas con superioridad de 50 % en efectivos y 80 % en tecnología (artillería) de parte de Chile, siendo derrotados, esto llevó como conclusión al mando chileno que en los futuros combates la superioridad chilena debería ser algo más del cien por ciento en efectivos y tecnología.

Tomaron conciencia los mandos chilenos de la inferioridad combativa de sus soldados, esta relación la mantienen en la totalidad de los combates que se llevan a cabo en el resto de los años de guerra y la reeditan hasta la fecha.

Es importante recordar que Velasco estudio con acciones de inteligencia, para conocer la capacidad y reflejos de los oficiales y tropa de Chile, concluyendo el bajo nivel de formación y un espíritu débil de parte de sus combatientes, se demuestra con el asesinato de nuestros hombres cuando estaban heridos o desarmados.

La Batalla

Luego de la muerte del almirante Grau, la escuadra chilena se hizo dueña absoluta del mar, hecho que permitió a los estrategas militares de ese país ejecutar finalmente la primera fase de la campaña terrestre de la guerra de invasión de Chile al Perú en 1879, cuyo objetivo inmediato consistía en capturar la provincia peruana de Tarapacá, rica en minerales y depósitos de salitre. Para ese efecto Chile movilizó por mar 10 mil hombres y toda su escuadra, lo ocurrido días antes, en el cerro San Francisco, el 18 de noviembre, preocupó al mando chileno, debido a la debilidad manifiesta de su tropa y mandos, demostrando incapacidad de imponer condiciones a pesar de tener superioridad. El 23 de noviembre, el ejército chileno ocupó el puerto peruano de Iquique, escasamente defendido por unas centenas de guardias nacionales.
El mando Peruano después de San Francisco, al no contar con el apoyo marítimo, decidió retirar lo que quedaba de sus unidades hacia la quebrada de Tarapacá.

El comandante del ejército chileno, general Escala, enterado de la difícil situación de nuestros soldados e informado de su posición exacta, envió a su encuentro una expedición de 3,900 hombres, al mando del coronel Luis Arteaga, compuesta por el batallón Chacabuco, cinco batallones de infantería pertenecientes a los regimientos 2do de Línea y Zapadores, un escuadrón de caballería, (el Granaderos a Caballo) y cuatro cañones de bronce y seis potentes cañones Krupp bajo el Regimiento de Artillería, con objeto de liquidarlos. De acuerdo al parte oficial del general Escala, se presumía que en Tarapacá había entre 1,500 y 2,000 soldados peruanos "en pésimas condiciones, agobiados por el cansancio y la escasez de recursos y en un estado de completa desmoralización…".
 
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En horas de la madrugada del 27 de noviembre 1879, la fuerza chilena alcanzó su objetivo y tomó posición ofensiva en las alturas localizadas al oeste del pueblo de Tarapacá, en un área de 4 km de extensión, que iba entre el alto de la cuesta de Arica y el de Visagras. La división chilena entonces fue dividida en tres agrupamientos: La primera, al mando del teniente coronel Eleuterio Ramírez, compuesta en su mayoría por los batallones del regimiento 2do de Línea y dos cañones de bronce, tenía como objetivo apoderarse de la Huaracina, donde se encuentran las provisiones de agua del poblado y de ahí avanzar hacia Tarapacá; la segunda, a las órdenes del propio coronel Arteaga, formada por el regimiento Artillería de Marina, el batallón Chacabuco, cuatro cañones de Bronce y dos cañones Krupp, debía atacar de frente a los peruanos por las alturas que dominan la población; y, la tercera, dirigida por el comandante Ricardo Santa Cruz e integrada por un batallón del 2do de Línea, 260 hombres del Zapadores, 116 Granaderos a Caballo y dos secciones de artillería Krupp de montaña, tenía que situarse cerca del paso de Quillaguasa para impedir la retirada de nuestras tropas por el camino de Arica "y batir la quebrada desde las alturas". 

Nuestras tropas fueron informadas de la presencia del adversario por dos arrieros que se toparon con las columnas chilenas a distancia, frente a esta información, el Coronel Andrés Cáceres, jefe de la II división peruana, ordenó que se tocara generala y organizó un consejo de guerra para afrontar la situación, como era lógico no existían planes defensivos, puesto que el interés era llegar a Arica. Inmediatamente dispuso que nuestras tropas ocuparan las alturas que circundaban Tarapacá. Sin embargo, en las primeras horas del amanecer, los chilenos ya se habían posesionado de las mismas y al parecer esperaban que rindiéramos nuestras por efecto de la sorpresiva maniobra, la superioridad numérica-tecnológica y ante la supuesta imposibilidad que pudiéramos atacar sus estratégicas posiciones.

Pero Cáceres no era hombre que se rindiera fácilmente. Por el contrario, recuperado del factor sorpresa, dispuso que los 1,500 hombres bajo su mando se dividieran en tres columnas. La primera y segunda compañía de su legendario regimiento, el Zepita, bajo órdenes del teniente coronel Juan Francisco Subiaga, colocó a la derecha. La quinta y sexta compañía, bajo el capitán Francisco Pardo de Figueroa, se ubicó en el centro y la tercera y cuarta compañía, bajo el mayor Argüedas, tomó posición del sector izquierdo. Simultáneamente, Cáceres envió un mensaje al coronel Manuel Suárez, comandante del regimiento Dos de Mayo, ordenándole atacar desde la izquierda. Dos batallones de la División Vanguardia, con un total de 1,400 hombres, que acampaban a 45 kilómetros de distancia, también fueron avisados y se pusieron en marcha al paso ligero cubrieron a razón de 9 km/hora, con equipo completo y munición extra,, tardaron cinco horas en llegar e intervinieron en el combate.

La lucha se inició con ímpetu alrededor de las 9:00 de la mañana. El Zepita empezó furiosamente el ataque contra las posiciones chilenas, y el resto de los regimientos peruanos, bajo órdenes de los coroneles Bolognesi, Ríos y Castañón se movieron también contra el adversario. El Zepita subió el lado oriental de las colinas bajo los nutridos disparos de la artillería y la infantería chilena. El fuego era muy intenso, pero nuestras tropas, en desplazamientos de guerrilla, continuaron avanzando. La primera y la segunda compañía del Zepita fueron las primeras en alcanzar su objetivo a las 9:30 de la mañana. Fueron recibidos con un fuego nutrido de la artillería chilena, pero que no fue suficiente para contener el valeroso ataque de la infantería peruana. Luego de una espectacular carga con bayoneta y contra viento y marea, nuestros infantes capturaron cuatro cañones y todas las municiones del parque chileno.

Acto seguido, concentró sus fuegos contra los Zapadores y las compañías del 2do de Línea. En 45 minutos una de las brigadas chilenas fue totalmente aniquilada. A la 9:45 de la mañana el regimiento chileno Artillería de Marina entró en acción, siendo anulado por el Zepita y el Dos de Mayo. Las columnas bajo los jefes Pardo Figueroa y Arguedas causaron un daño severo en la infantería chilena. Tal fue la intensidad de su ofensiva que los chilenos, luego de resistir a pie firme, perdieron finalmente el control y se vieron obligados a retirarse en completo desorden hacia una posición localizada tres millas detrás de las colinas. Habìamos logrado una victoria parcial, pero con valiosas bajas en la arremetida, incluidos el teniente coronel Juan Zubiaga, el capitán Pardo Figueroa, el coronel Manuel Suárez, jefe del batallón Dos de Mayo y Juan Cáceres, hermano del espartano Andrés Avelino.

En efecto, Andrés Cáceres también estaba herido pero decidió continuar la lucha contra las nuevas posiciones chilenas bajo el coronel Arteaga. Su división se reforzó con la llegada del batallón Iquique y los Loa y Columnas Navales, así como una compañía del batallón Ayacucho y uno del batallón Gendarmes. Esas fuerzas eran parte de las dos Divisiones nuestras de los 1,400 hombres que se encontraban a 45 kilómetros de Tarapacá cuando la batalla hizo erupción. Entre los refuerzos se encontraba el batallón Iquique número uno, cuyo comandante, el legendario Alfonso Ugarte, fue herido de un balazo en la cabeza, no obstante continuó la lucha al frente de sus tropas. Con estos refuerzos Cáceres ejecutó un nuevo ataque por el sudeste de Tarapacá, alcanzando y disolviendo al enemigo en cinco ocasiones. Los chilenos, se reagruparon igual número de veces. Es más, una columna chilena se dirigió hacia el pueblo de Tarapacá, que estaba,defendido por el batallón Guardias de Arequipa y la columna boliviana Loa, los cuales, tras una encarnizada lucha los rechazó. La batalla en la ciudad, fue casa por casa.

La tercera división al mando del coronel Bolognesi, jugó parte importante en la acción. El viejo coronel, que antes de la batalla se encontraba enfermo y padeciendo alta fiebre, olvidó sus padecimientos y se puso al frente de su tropa, cuyo comportamiento fue admirable. El batallón Arequipa, de la referida división, capturó como trofeo el estandarte del regimiento 2do de Línea. Cáceres, desde su posición flanqueó a los chilenos por el sector izquierdo obligándolos a retirarse en desorden.
 
Los sobrevivientes dejaron sus últimas piezas de artillería, municiones y rifles y se desbandaron. Habíamos logrado lo imposible, después de nueve horas de intenso combate, una victoria total. La orgullosa columna chilena había acusado un aproximado de 900 bajas, incluyendo 56 prisioneros de guerra. Entre los muertos chilenos merece destacarse el comandante del Segundo de Línea, Eleuterio Ramírez. Perdieron además toda su artillería (cuatro Krupp, cuatro obuses de bronce) y gran cantidad de pertrechos. Nosotros tuvimos 500 bajas, entre muertos y heridos, lo que demuestra el fragor e intensidad de la lucha. Ante la falta de caballería no pudimos explotar el éxito y consolidar la victoria.