Abelardo Gamarra (1886)

EL EJÉRCITO DEL CENTRO

Aunque el objeto principal de este libro, según la mente de su autor, ha sido referir aquello que hasta hoy permanece más ignorado: el saqueo de Huamachuco por las fuerzas chilenas, no ha querido dejar de hacer el relato de la memorable batalla que le precedió, aunque sea demasiado suscintamente, relatando, así mismo, la penosísima marcha del valeroso ejército del centro, cuya historia en apuntaciones generales ha juzgado conveniente ofrecer, en este día, en que dos fechas gloriosísimas conmemoramos a la vez: el 9 y 10 de julio.

huamachuco

Descansa todo nuestro relato en la veracidad de personas caracterizadas y testigos de lo que referimos.

Hemos dicho 9 y 10 de julio.

En efecto: he aquí dos fechas gloriosas y memorables que el Perú recordará con orgullo e inmensa gratitud para con el ejército del centro, que las marcó con su sangre, vertida con heroico valor, aunque con éxito vario, en la penosa y notable campaña emprendida en defensa de la patria, desde enero de 1882 hasta julio del 83.

Esas fechas representan: Marcavalle, Concepción y Huamachuco, que hoy nos cumple conmemorar con amplia libertad, ya que durante los dos años del régimen, que terminó el 2 de diciembre último, no fuera permitido ni hacer una mención honrosa de esos hechos, que acentuaron la resistencia nacional, e hicieron resaltar el sentimiento patriótico, en lucha denodada contra un enemigo relativamente poderoso, que después de San Juan y Miraflores se enseñoreó de nuestro territorio, difundiendo por doquiera la desolación y el exterminio.

El mayor mérito contraído para con la patria por el puñado de valientes, que formaron en las filas del ejército del centro, bajo la órdenes del ínclito general Cáceres, no consiste precisa y únicamente en haber librado las funciones de armas, que recordamos; sino en la patriótica perseverancia y los esfuerzos desplegados, para vencer los inconvenientes y dificultades de todo género, que parte del desaliento de una gran mayoría de los pueblos, se presentaban para la formación misma y el mantenimiento de las fuerzas, que la infatigable y vertiginosa actividad del general Cáceres reunía y organizaba de guerra; sino en haber superado los contratiempos y fatales emergencias que sobrevenían a menudo; así como las penalidades de una dilatada campaña. Llena de privaciones y de sufrimiento, cual ninguna de las que se hicieran en el Perú, exceptuada la de la independencia; y, finalmente, en la resignación y conformidad estoica para soportar esas vicisitudes por parte de los jefes, oficiales y tropa, que acompañaban al esforzado caudillo, poseídos de igual grado de patriotismo y acendrado sentimiento de la sagrada misión que se impusieran. Y es justo decir que en medio de tantas dificultades, miserias y decepciones, ese ejército era un modelo de disciplina y moralidad, como pocas veces se ha visto en los ejércitos nacionales, pues todo en él era correctamente militar; y sin embargo, se le llamaba montonera!! Por la malevolencia chilena y por aquellos que habían hecho causa común con nuestros invasores. ¡Y al frente de esa montonera estaban Cáceres, de genio militar, soldado distinguido y conocedor de su profesión, los antiguos y verdaderamente coronel Secada y Tafur, de la escuela de Salaverry y otros jefes veteranos de intachable conducta, que imprimían carácter a ese ejército!

Siendo aún poco conocidos los episodios de la campaña de 18 meses, que terminó en Huamachuco, creemos oportuno trazar a grandes rasgos la historia del ejército que la sostuvo, su formación, sus fátigas y hazañas, sus dilatadas marchas, las causas que las motivaron y los detalles que precedieron al desastre del 10 de julio, en que un puñado de soldados, que defendían la bandera de su patria, aún enarbolada con orgullo, disputaron la victoria, con encarnizado valor e igual tenacidad y espíritu viril al del infortunado pero glorioso ejército, que sucumbió en los campos de Waterloo, defendiendo la suya y salvando el honor de sus armas. Así Huamachuco fue, como aquella célebre batalla, el duelo a muerte que libró el Perú, para lavar la ignominia de los desastres pasados, duelo que lo hizo simpático ante los demás pueblos, que contemplaban su heroico esfuerzo y su tenaz resistencia, en medio de sus inmerecidos infortunios.