miguel angel rodriguez mckayMiguel Ángel Rodríguez Mackay

Es una vergüenza que el ministro de Defensa del Perú, Jakke Valakivi, no tenga la altura para el cargo que esperábamos los peruanos. Lo he seguido de cerca desde que fue designado el Jueves Santo de este año que se va, y nunca le vi talla para tremenda responsabilidad gubernamental.

No es posible que su reacción, luego de las majaderas declaraciones de su homólogo chileno, José Antonio Gómez, que se atrevió a decir que “(…) el distrito La Yarada-Los Palos está en territorio chileno”, haya sido expresar que “ese es un asunto que está en manos de la Cancillería (…)”.

Por Dios, dónde está su calidad de actor político como ministro de Estado. Tengamos presente que las declaraciones de Valakivi no configuran únicamente un exabrupto ministerial sino que se trata de una completa actitud timorata. Nada le iba a pasar si ponía en su lugar a su par chileno.

En la historia de nuestra relación con Chile, el penoso tamaño de esa actitud lo hemos visto en otras autoridades de nuestra vida republicana. ¿Por qué, entonces, sucede esto en el Perú? Acaba de morir el reconocido antropólogo José Matos Mar, quien siempre tenía una respuesta sobre la ausencia de una clase política comprometida con el país. Gran parte de la que hemos tenido en 194 años no conoce la naturaleza inconmensurable de la dignidad nacional.

Por eso, Vicuña Mackenna, destacado historiador chileno, llegó a decir que “el Perú es un país de diplomáticos y políticos muy inteligentes pero de poco carácter”. Acumula en Valakivi, a su falta total de pantalones, su torpeza de reconocer presiones en los recientes ascensos militares, lo que pudo desencadenar una nueva crisis política.


Correo, 30.12.2015