Por Dr. Jamal Wakim*

La relación de Pekín con Damasco es necesaria para contrarrestar los intentos de Estados Unidos de imponer su hegemonía.

El sábado 16 de diciembre de 2017, la Fundación Wathiquat Watan (‘Documento de la Patria’), presidida por Dra. Buthaina Shaaban, asesora del presidente sirio, organizó un taller en la ciudad de Damasco, con la participación del embajador de China en Siria, quien se reunió con una serie de académicos sirios y libaneses, para abordar diferentes aspectos encaminados al fortalecimiento de las relaciones bilaterales entre China y Siria. Tuve el honor de participar en dicho taller que se organizó a raíz de la visita de la Dra. Shaaban a China, donde se reunió con altos funcionarios chinos, encabezados por el ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China.

 

La Estrategia Estadounidense

Sin lugar a dudas China tiene un interés fuerte en Siria que va más allá de la presencia de cientos de combatientes chinos de la provincia de Jinyang, que están combatiendo junto a los grupos armados extremistas contra el Ejército y el Gobierno de Siria.

La guerra en Siria es en uno de sus capítulos “una guerra por encargo” llevada a cabo por grupos financiados, entrenados y organizados por los Estados Unidos y sus aliados Arabia Saudita, Qatar y Turquía, y apoyados por los países de Europa Occidental, en beneficio de estos países contra Siria en el marco de una gran estrategia de Estados Unidos diseñada para contener a las potencias euroasiáticas como China, Rusia Irán y evitar que disfruten del acceso a las rutas marítimas, incluida la zona este del Mediterráneo.

La crisis de Siria forma parte de una serie de crisis que Estados Unidos hizo explotar a lo largo de los accesos que tiene el bloque de Eurasia hacia las rutas marítimas desde el Báltico en el norte pasando por Ucrania en las orillas del Mar Negro y Siria en las orillas del mar Mediterráneo y Yemen que da al estrecho de Bab el-Mandeb, hasta llegar a las bases estadounidenses en la región del Golfo; y también hizo explotar la situación en Pakistán, Afganistán y Myanmar, y creó tensiones en el sur del Mar de la China y el Mar de Japón.

Todo esto se ha llevado a cabo en paralelo con el establecimiento de los Estados Unidos de una serie de alianzas con Japón, Taiwán, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia, Vietnam y Tailandia con el fin de impedir la libre navegación a China y Rusia en las rutas marítimas del Océano Pacífico. Así mismo se ha llevado a cabo en paralelo la ampliación de la OTAN en Europa del Este y los intentos de establecer una alianza árabe-israelí bajo el paraguas estadounidense en el Oriente Medio.

Se suma a este cerco que pretende rodear a Eurasia, otro paralelo que se está procesando por Estados Unidos desde Asia Central, atravesando Afganistán, Pakistán, Myanmar, el sudeste de Asia y el Mar de Japón, cuyo objetivo es aislar a China y controlar sus vías de comunicación con el resto del mundo a fin de chantajearla. Esto explica el tono provocativo que el presidente Donald Trump ha adoptado hacia China desde que asumió su cargo en los Estados Unidos; también explica uno de los factores que lo impulsa a escalar la tensión contra Irán, considerado por expertos geopolíticos como un aliado natural de China y un puente para el tránsito hacia el este del Mediterráneo.

En cambio, las fuerzas de Eurasia —Rusia, China e Irán— se encuentran en una posición defensiva y no en la ofensiva. Hasta ahora, las políticas adoptadas por estos países frente a los intentos hegemónicos estadounidenses se ven caracterizados por una reacción y un enfoque concentrado dentro de los límites regionales de cada uno de estos tres países. Además, estas fuerzas tienen por separado ciertas deficiencias que obstaculizan su capacidad para desarrollar una estrategia integral contra los Estados Unidos.

Rusia es una gran potencia militar, pero no se considera una gran potencia económica y ocupa el puesto 11 en el mapa del poder económico mundial. Mientras que Irán, a pesar de su posición geopolítica privilegiada como centro de transporte terrestre en Asia, y aunque es considerada como un importante poder ideológico regional, pero ni militarmente, ni económicamente es comparable con Rusia, China y los Estados Unidos. Por otra parte, China, a pesar de ocupar el segundo lugar en el mundo en términos de poder económico, sigue siendo una fuerza militar modesta en comparación con los Estados Unidos y Rusia.

Por consiguiente, China no puede desafiar a la fuerza naval estadounidense en un momento en que solo tiene un portaaviones mientras que EE. UU. posee cientos de naves, entre portaaviones, acorazados y destructores desplegados en todo el mundo.

La incapacidad de China de desafiar a los Estados Unidos en los mares, y en primer lugar en el Mar del Sur de la China, le obliga a prestar atención a Siria. Washington trata de impedir que China se mueva desde el mar de la China Meridional hacia el Océano Índico y el Océano Pacífico para evitar que llegue a las rutas de transporte marítimo y, por lo tanto, trasladar sus productos al mercado mundial. Es imprescindible que China preste atención a Siria, que es el punto más importante para las fuerzas euroasiáticas para llegar a las rutas de transporte marítimo en la región del Mediterráneo oriental. La firmeza de Siria frente a los intentos encaminados a reducir dicha firmeza impidió que los Estados Unidos lograran completar el cerco contra Eurasia, así como bloquear su acceso hacia las rutas de transporte marítimo.

La ventaja que representa Siria en ese sentido radica en el hecho de que la zona del Mediterráneo Oriental está cerca de Europa y África, y se estima que este último será el principal campo de competencia entre las principales potencias del siglo XXI. Por lo tanto, las fuerzas de Eurasia pueden partir desde Siria hacia el corazón de Europa y África sin la necesidad de desafiar a la fuerza naval estadounidense, que tiene una superioridad inmensamente superior a sus rivales de Eurasia.

A partir de lo anteriormente expuesto, China debería profundizar sus relaciones directas con Siria, y no satisfacerse solo con que Rusia e Irán sean como un enchufe o puente para las relaciones de Pekín con Damasco. Esta relación no debe limitarse a la coordinación militar y de seguridad, sino que China debe jugar un papel fundamental en el proceso de reconstrucción y construcción en Siria.

Las potencias occidentales que no han logrado contener a Siria y derrocarla podrían recurrir a la economía para reemplazar la política y el militarismo en el proceso de controlar a Siria. Por lo tanto, China, que es más capaz económicamente que Rusia e Irán, debería jugar un rol fundamental en el proceso de reconstrucción de Siria y garantizar su presencia en los puertos de Tartous y Lattakia, para asegurar un acceso propio en la región del este del Mediterráneo, por donde podría dirigirse hacia Europa y el corazón de África.

 

Fuente: Especial y exclusivo de al-Mayadeen español

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* Profesor de Historia y de Relaciones Internacionales de la Universidad Libanesa.

 

Al-Mayadeen, 22-12-2017

http://espanol.almayadeen.net/articles/main/15345/china-tiene-que-exigir-su-seguridad----incluso-en-siria

 

 

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