Batallas de San Juan y Miraflores.
García declara su admiración al traidor Miguel Iglesias
Alan Garcia


Ayer 13 de enero se cumplió el 126.o aniversario de las batallas de San Juan y Miraflores, fecha que ha servido al presidente Alan García para burlarse de los héroes nacionales al halagar al traidor Miguel Iglesias. Esta acción de armas tenía por objeto defender la capital del Perú ante la agresión chilena Conviene recordar que esta cruenta y desigual batalla se produjo luego de que los EE. UU. aparentara buscar un fin al conflicto1, cuando en realidad hizo ganar tiempo a Chile que, ya victorioso de Arica desde junio de 1880, pudo perfeccionar su estrategia, dar descanso a sus tropas, reagruparlas en función del tiempo ganado gracias a los estadounidenses y enviar más armamento para reforzar el ataque contra la capital peruana.

En lo que respecta al Perú, para enero de 1881 la situación era catastrófica. En octubre de 1879 ya había caído en Angamos la escuadra peruana; y prácticamente ya no teníamos armada. En junio de 1880 en la batalla de Arica terminó de caer lo último que nos quedaba de ejército organizado útil. En Arequipa se conservaba algo del ejército, pero que con el tiempo no sirvió ni siquiera para defender esa ciudad (menos para auxiliar a otras partes del invadido país), porque quien pudo hacerlo era un militar peruano convertido en topo y sirviente de los chilenos. Consecuentemente, según señalaban también los observadores militares de otros países, el Perú ya había perdido la guerra y la improvisada defensa de Lima —dirigida, además, por un sirviente de Chile como fue Nicolás de Piérola— tenía más que nada un valor simbólico: se trataba de salvar el honor nacional.

Como es bien sabido, ante los bien equipados y descansados 26 000 hampones chilenos que habían desembarcado al sur de Lima y ocupado Lurín y Pachacámac, les hacían frente unos 19 000 combatientes peruanos, organizados en líneas de defensa que no pudieron resistir el ataque de los rateros chilenos. Debe señalarse que las fuerzas peruanas estaban constituidas por lo que quedaba del ejército; por ciudadanos de Lima de toda edad (inlcuso adolescentes y ancianos), profesión u ocupación; y por contingentes de provincianos llegados con muy poca anticipación. Las fuerzas peruanas apenas habían tenido tiempo de agruparse según los planes dispuestos para la defensa de la ciudad, pero nunca había podido ejercitarse en maniobras que asegurasen su movilidad o reagrupamiento en el transcurso de un combate, y tenían pobrísima práctica de tiro. Contaban con muy pocos cañones, insuficiente caballería y, lo que es peor, mayormente con fusiles antiguos. A esto añadamos que los asesinos chilenos tenían sus propios cañones, que estaban reforzados por el fuego de la artillería de sus barcos, que cómodamente disparaban contra los peruanos desde la bahía de Chorrillos.

Cuando al caer la tarde del día 13 se rompieron las líneas de la defensa peruana, los invasores chilenos se lanzaron a incendiar y saquear Chorrillos y a asesinar a sus habitantes, incluidos residentes extranjeros. Aquí se estrenaron las tácticas terroristas de los chilenos, que al no tener ejército al que enfrentar saciaron sus instintos homicidas y de latrocinio matando civiles y robándoles, hasta el fin de guerra2. Otro elemento en contra de los peruanos fue la traidora actuación del dictador Nicolás de Piérola, quien para asegurar la victoria chilena despojó de mando efectivo a oficiales de carrera y sospechosamente mantuvo en la inacción batallones que pudieron haber cambiado el resultado de la batalla.

Por si faltaba algo, se sumó la descarada presión del gobierno de los EE. UU. para que los peruanos dejaran en poder de Chile, país delincuente, los territorios que esta nación enemiga del Perú deseaba usurpar. No sólo hubo la presión denunciada por el presidente peruano Aurelio García Calderón, a quien los yanquis impedían buscar una mediación internacional que impidiese el robo territorial que cometía Chile. Jorge Basadre, refiriéndose a la actitud antiperuana y prochilena de los EE. UU.3, expreseada en la persona del embajador estadounidense William Trescot: “A García Calderón [presidente peruano] le informó Trescot por una carta, que dejase de abrigar esperanzas sobre la intervención de Estados Unidos a favor del Perú. Al mismo tiempo le hizo saber que, como personero de aquel país [Estados Unidos de Norteamérica], consideraba inevitable la cesión de Tarapacá a Chile y aun la entrega de Tacna y Arica a cambio de una compensación pecuniaria”. Con todo esto la derrota en la defensa de Lima era inevitable, y así fue. Los sobrevivientes de la masacre, con Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, se retiraron a la sierra a iniciar una resistencia que tomó la forma de guerra de guerrillas.

Los hechos históricos tienen su día y eso se respeta: la proclamación de la independencia del Perú, 28 de julio; batalla de Arica, 7 de Junio; victoriosa batalla de Tarapacá, 27 de noviembre. Sin embargo, por alguna oscura razón, este año 2008 el aniversario de las batallas de San Juan y Miraflores no se conmemoró el día correspondiente, 13 de enero, sino dos días antes, el 11 de enero, con lo que el actual gobierno prochileno se propone diluir de la conciencia nacional ese hecho histórico. En cuanto al contenido de lo que se dijo en la ceremonia, es francamente vergonzoso. Primero habló Augusto Miyashiro, alcalde de Chorrillos, quien apenas en una frase expresó su admiración por los héroes, y todo el resto de su tiempo (98%) se dedicó a hablar de las obras y acciones que él había realizado por su distrito; o sea que lo que él ha hecho es muchísimo más importante que el sacrificio de los héroes. A este insignificante personaje siguió el coronel del ejército Leonardo Logan López, quien habló pueriles generalidades, pero en ningún momento advirtió que la agresión de los chilenos no debería repetirse y que el Perú iba a recuperar el triángulo de tierra tacneña usurpada por los chilenos. ¡Era lo menos que podía decir como militar en servicio! Finalmente habló Alan García, dando datos históricos y detalles de la geografía de la zona de combate; pero no expresó ninguna condena al enemigo chileno, ninguna advertencia para que se retiren del triángulo de tierra tacneña; antes bien, exaltó la valentía y coraje con que combatió Miguel Iglesias, ni más ni menos que el repugnante traidor que se volvió títere de los chilenos y firmó el infame tratado de Ancón en 1883. Para quienes conocemos la servidumbre de Alan García a Chile, la mención de Miguel Iglesias en esta coyuntura de enfrentamiento jurídico-diplomático con los rateros chilenos es un claro mensaje de sumisión a sus patrones delincuentes, a su ama Michele Bachelet, e indicador de la afinidad que lo une a Miguel Iglesias, cual es la traición y el incondicional pongaje a sus patrones chilenos.

Para terminar, es necesario mencionar que, efectivamente, Miguel Iglesias tuvo un buen desempeño combatiendo en San Juan y Miraflores; pero después se vendió a los chilenos, aceptó el tratado de Ancón y, además de las armas que los asesinos chilenos le daban para combatir a Cáceres, pidió plata a sus amos chilenos para acelerar la venta de territorio peruano a los invasores. Sintiéndose alma gemela de Iglesias, Alan García lo exaltó en su discurso4. Si destacamos la felonía de Miguel Iglesias, otro tanto podemos decir de Manuel de la Encarnación Vento, guerrillero cacerista que en un principio combatió a Chile, pero que traicionó la causa patriótica y terminó como guía del ejército chileno. Y también tenemos a Lizardo Montero, que empezó la guerra como buen combatiente naval, pero que terminó dejando hacer al enemigo lo que le daba la gana. Por tener control de la zona Arequipa-Puno, Montero estaba en condiciones de obtener armamento a través de Bolivia para armarse él y reenviar armas a Cáceres; pero nada hizo de esto, más bien entregó Arequipa a los chilenos sin combatir.
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1 La mediación yanqui que fue farsa tuvo lugar en octubre de 1880, lo que dio a los rateros chilenos más de dos meses que aprovecharon muy bien. Ver: Guerra del Pacífico, yanquis y chilenos

2 Se iniciaba, con la participación protagónica del marino y terrorista chileno Patricio Lynch, padre del moderno terrorismo, lo que Jorge Basadre llamó empleando la palabra alemana Schreckenkrieg (‘guerra del terror’).

3 Por eso no es casual que quienes vean con buenos ojos al enemigo chileno y digan que se debe respetar la inversión de los ladrones que vienen de Santiago, vean también a los EE. UU. como un país maravilloso que nunca tramó nada con el Perú y con el cual se debe comerciar. ¡Y pensar que corruptos y traidores grupos de diplomáticos y políticos prochilenos aceptan que los antiperuanos EE. UU. sean mediadores en los casos de límites entre Chile y Perú y entre Ecuador y Perú!

4 Claro que Alan García se siente frustrado, no puede igualar a su modelo Miguel Iglesias; mientras éste regaló Arica y Tarapacá a los asesinos chilenos, Alan García, modestamente, les está reconociendo derechos de posesión en el triángulo de tierra tacneña. No es lo mismo, pero algo es algo; valen el gesto y la intención de traicionar al Perú. Ver: Periódico norteamericano dice que Iglesias solicita adelanto de dinero a Chile por la venta de Tacna y Arica