Agitación en Moquegua: es necesario revisar la ley 27506

El caracol y la mariposa

Como era previsible, la crisis entre Moquegua y el gobierno central llegó a un punto incontrolable, que ha dejado en evidencia la incompetencia e imprevisión del gobierno y del ministro Alva Castro, responsable de una operación que terminó en algo nunca visto en el Perú: el secuestro o retención de un general y entre 50 a 100 policías (hay varias versiones sobre el número exacto, aunque la cifra más creíble es 60), además del caos ocasionado por el bloqueo de carreteras y consecuente desabastecimiento de Tacna y el incendio de una garita.


El estruendoso fracaso del gobierno alanista en la prevención y manejo de este conflicto tiene como protagonistas a Luis Alva Castro y Jorge Del Castillo. También hay inacción de la Asamblea de Presidentes Regionales, que podrían haber convocado a una reunión de mediación. Entre ellos, Yehude Simon —el sensibilizado personaje que pide gas para Chile en vez de resolver los problemas de su región— se queja de que la prensa los ignora como si no existiesen, pero él mismo ha decidido “no existir” cuando se le necesita en asuntos importantes como este, no cuando el daño está hecho, sino para evitar sucesos como los producidos.

Jorge Del Castillo

Jorge Del Castillo intenta presentarse como víctima de Alva Castro, quien con la atolondrada represión habría saboteado su reunión que buscaba en Lima un acuerdo y salidas negociadas al conflicto con los involucrados.

Del Castillo no es ninguna víctima, de tiempo atrás, la región Moquegua había señalado la falta de precisión en la ley que dispone que las utilidades que dan lugar al canon se basen en el volumen de tierra extraída (que produce Tacna) y no en el volumen de mineral extraído, como reclama Moquegua. En realidad, debe analizarse en profundidad a quién pertenecen las ganancias del canon, teniendo en cuenta todos los factores que constituyen la cadena de producción, como son el agua o los pasivos ambientales, entre otros.

La cuestión del origen de la riqueza minera según la zona debe revisarse sin apasionamientos ni ligereza. Además, es tiempo de que se considere el cobro de las sobreganancias, cuyos aportes deberían contribuir con las regiones que no tienen ningún ingreso por concepto de canon. Si políticos tan neoliberales, como McCain, proponen el cobro de las sobreganancias, ¿por qué el Perú no puede cobrarlas? ¿Hay jugosos lobbies que lo impiden?

Una modificación a la norma estaría en manos del Congreso, pero su debate y ajuste no es rápido, sin embargo, el poder ejecutivo, con el ministro del Castillo, jefe del gabinete, debía haber procurado que por lo menos se firme un acta de entendimiento entre las partes cuando tuvo conocimiento del conflicto, no en la hora de la desesperación, cuando se debe suplicar la intervención de la Iglesia, pues la explosión social no sólo causa pérdida económica a ambas regiones, sino que los propios pobladores que protestan y sus vecinos del sur sufren las consecuencias del desabastecimiento generado por la toma de las vías, y se contribuye a crear la imagen de un país sin estabilidad y autoridad, que es lo que el desarrollo debe evitar.

Pero, como siempre, cuando el problema es grave recién hay reacción, como si Del Castillo no conociese la continua costumbre moqueguana de cortar caminos y desatar desorden, con o sin reclamos justos, con o sin agitadores, lo que demuestra la ignorancia de la historia que impide al gobierno reconocer que ningún presidente puede permitirse cometer errores políticos en el siempre levantisco y altivo bloque regional del sur (Cuzco, Arequipa, Puno, Tacna y Moquegua).

Jorge Del Castillo, cual caracol, siguió arrastrándose blando, baboso y lento, por eso nunca llegó a la meta de la solución del conflicto, sino que éste estalló cuando él estaba muy lejos del punto de llegada. Ahora, muy orondo, pasa por gran conciliador, ejecutando ese acto con la dura caparazón de caracol que lleva encima, así afronta a la opinión pública, como si nada hubiese pasado.

Luis Alva Castro

Mientras el ministro Alva Castro sigue haciendo chorrear el dinero del tesoro público para enriquecer a la prensa con millones en propaganda para su persona, su conocida ineptitud ha agravado la situación originada por los errores del gobierno, pues la toma de la carretera lleva días sin que el estado ejerza su función de garantizar el orden público.

La situación empeoró con el gran ridículo de más de medio centenar de policías y un general secuestrado, claro, pero según la propaganda, el ministerio del Interior “pone orden”. ¿Por qué ningún grupo opositor promueve de una vez por todas una norma que limite la propaganda de funcionarios públicos con nuestro dinero? Los avisos del gobierno en los medios deberían limitarse a El Peruano, Radio Nacional, Canal 7 y las páginas web de las instituciones estatales. En cuanto a los otros medios, sólo deberían emplearse para avisos de servicio público de la mayor importancia, que además, muchos de ellos debían ser brindados en forma gratuita.

En lugar de eso, se ve que con todo desparpajo se promueve en la prensa, pagos por medio, a las carteras más cuestionadas: Interior, Educación y Transportes. La explicación del silencio de la oposición ante el derroche del estado, habiendo muchas necesidades sin atender, respondería al deseo de los políticos de hacer lo mismo si llegan al poder o de no agitar las aguas para conservar su lugar y su sueldo en el Congreso.

Desde que se hizo cargo del ministerio del Interior, Luis Alva Castro, más que un ministro, parece una mariposa. De larva, se encerró en su capullo de la inacción y la indolencia ante la inseguridad ciudadana, capullo que también le sirve para no dar la cara y responder en persona a la opinión pública ni al Congreso para explicar el daño que hace su gestión al Perú. Como larva, sólo avanzó lento y en muy poco espacio, sin manos que hagan obras, arrastrándose en la incompetencia.

El paso de los meses y la succión del néctar del tesoro público para sus caprichos hizo que le brotaran unas alas coloridas, así, exhibe sus alas en los diarios y en la televisión, pasando por persona honorable y eficiente, mostrando sus colores engañosos conseguidos con el erario público, que paga puntual a esa prensa complaciente, contando a todo el Perú la mentira de que tiene un gran ministro del Interior que hace un excelente trabajo.

Pero Luis Alva es tan vano como la mariposa, cualquiera lo tocará y verá que en sus dedos quedan los brillantes colores de sus alas, colores falsos con los que trata de disimular una de las peores gestiones en la historia del ministerio del Interior; como la mariposa, vuela bajo, a merced de vientos, tormentosos o no, que soplen en una u otra dirección, con un aleteo agitado y su infaltable jadeo, porque no puede remontarse alto ni con firmeza a los estratos de la calidad mínima que un ministro debería tener. Muy cansado está este pobre ministro con sus bajos aleteos y jadeos.