Cambiar a Carranza para que nada cambie
Luis Carranza

Humberto Campodónico


La salida del Ministro Carranza del MEF puede tener varias lecturas. Una es la existencia de encontronazos, cada vez más frecuentes, de Carranza con otros ministros del gabinete, que no estarían contentos con las negativas del primero a conceder aumentos en los pliegos presupuestales de los segundos. A lo que se sumarían exigencias desmesuradas para el desembolso de montos de gastos e inversiones ya establecidos en el presupuesto de la República.


Así, la salida de Carranza podría ser interpretada como el alejamiento de un "ama de llaves" de la Caja Fiscal demasiado escrupulosa, lo que dejaría libre el camino para un aumento del gasto y la inversión, lo que se considera una condición sine qua non para el aumento de la alicaída popularidad del gobierno.

Una lectura opuesta dice que el Ministro Carranza ha escogido irse en el momento preciso (dizque "por motivos personales"), pues se va por todo lo alto: deja el cargo con un crecimiento del PBI de dos dígitos, ha reducido la deuda externa con los prepagos (logrando el grado de inversión de Fitch), un presupuesto con superávit fiscal, un TLC firmado con EEUU (aunque todo el mérito no le corresponda) y una balanza comercial (aún) superavitaria.

A lo que se agrega la reciente promulgación de más de 100 decretos legislativos destinados a completar la reforma neoliberal en el campo de las concesiones (puertos), el régimen laboral, el sistema tributario y la privatización de las empresas públicas –vía la cotización en la Bolsa de Valores-, entre otras. Así, Carranza (seguramente al BBVA de Madrid, de donde se le trajo)–, aplaudido por los grandes empresarios y con el crédito abierto para regresar en alguna oportunidad futura.

Otra lectura, más política-politiquera, dice que la renuncia es una típica maniobra de García. Como Carranza es visto por el movimiento laboral como el causante del "puño ajustado" en materia económica, se le ofrece su salida. Así, García bota lastre por la borda y, al nombrar un nuevo Ministro, se otorga un respiro en la víspera del Paro Nacional. Una escobita nueva, se afirma, siempre barre bien.

La cuestión es que el voceado nuevo ministro Luis Valdivieso es un clon del actual pues ostenta el mismo tipo de credenciales: trabajó con el ex ministro Boloña durante el régimen de Fujimori y es un funcionario del FMI con una larga trayectoria: fue subjefe de la división del FMI en Rusia de 1992 a 1996, impulsando las reformas neoliberales a ultranza —algo que los rusos prefieren no recordar—. Tendría, sin embargo, una personalidad menos autista que la de Carranza y se llevaría mejor con los demás ministros (por lo menos, se dice, va a contestar el teléfono).

Se viene, entonces, más de lo mismo. La prioridad del nuevo ministro seguirá siendo "el crecimiento económico, que solo se obtiene con el aliento a la inversión", lo que quiere decir que el péndulo económico seguirá bien a la derecha. Ni querrá escuchar que la bonanza macroeconómica, de un lado eleva la rentabilidad patrimonial de las empresas al 30% anual pero, de otro no se traduce en mejoras salariales para los trabajadores del sector moderno y urbano (lo que se agravará con el DL 1086, MYPEs).

Si a inicios del gobierno no se aplicó la reforma tributaria prometida en las elecciones (por ejemplo, la eliminación de las exoneraciones tributarias a las ganancias de capital en la Bolsa y, también, el impuesto a las sobreganancias), menos se hará ahora. Seguiremos con una baja presión tributaria (entre las peores de América Latina) que agrava las desigualdades, sobretodo en la sierra sur, por lo que la población percibe que solo un reducido sector obtiene los frutos de la bonanza.

Lejos estamos del trauma post elecciones del 2006, cuando en el CADE se dijo que "no hay un nosotros con alguien afuera". Lo peor es que los traumas tienden a volver a repetirse cuando se cambia al Ministro para que todo siga igual.

Todos los artículos del autor pueden ser leídos en: www.cristaldemira.com