Sin embargo, luego de doce años de las desapariciones, ni siquiera las declaraciones de Sosa —contenidas en el libro de Uceda— habían logrado renovar un impulso serio en las indagaciones a cargo del Ministerio Público. De hecho, la investigación fiscal por la desaparición de los tres agraviados ni siquiera había sido conectada con otra similar que por ese entonces, en noviembre de 2003, había sido materia de acusación constitucional contra el expresidente Fujimori*.

En definitiva, se trataba de dos casos en curso, cuyo elemento afín fluía de su propio rótulo: “Sótano SIE”, precisamente el lugar donde Sosa declaró que fueron recluidos y luego ejecutados los desaparecidos. Es en la segunda investigación, la seguida contra Fujimori, donde se encontraban como parte del expediente tres documentos de incalculable valor: tres libros de registro de ingreso a los sótanos del SIE de los años 1993 y 1994.

Los libros del pentagonito

Podía decirse que las piezas del rompecabezas del caso “Sótano SIE” estaban a la vista, pero nadie hasta ese momento había podido juntarlas y reconstruir la secuencia de los hechos que permitieron la identificación y destino de los desaparecidos en estos sótanos.

Solo en noviembre de 2005, en el marco del procedimiento de extradición seguido contra Fujimori, entonces prófugo en Chile, se dieron las circunstancias para el desarrollo de una nueva investigación, esta vez con la colaboración de la Cancillería peruana. Fue en ese momento que se analizaron los libros de registro de los sótanos del SIE, junto a otras fuentes de información pública, como los testimonios de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y el libro del periodista Ricardo Uceda.

En la investigación contra Fujimori se encontraron tres libros de registro de ingreso a los sótanos del SIE de los años 1993 y 1994.

Fue esta investigación la que terminó por revelar el destino final de tres personas con nombre propio: Martín Roca Casas, Kenneth Anzualdo Castro y Justiniano Najarro Rua.

La tarea fue ardua pero breve, pues no tomó más de diez días, entre fines de noviembre e inicios de diciembre de 2005. La pista que desenredó el nudo de la madeja surgió a partir del cruce de las fuentes consultadas con los datos cifrados de los libros de registro, los que daban cuenta de las fechas y horas de ingreso de detenidos, pero ocultando sus nombres a través de códigos.

Sin embargo, eran precisamente las fechas y las horas de detención, aquellos datos descritos con mayor precisión en las denuncias formuladas por las familias de los desaparecidos, y eso ocurrió en el caso de Roca Casas, Anzualdo Castro y Najarro Rua. Así, luego de revisar los registros de los días 6 de julio, 5 de octubre y 16 de diciembre de 1993, no hubo dudas: el ingreso de los tres –aunque sin consignar sus nombres– había sido documentado. Incluso en el caso de Roca figuraba como evidencia que el ingreso había sido responsabilidad de agentes del PIL, grupo que el propio Sosa —según el libro de Uceda— confirmó como autor de la detención.

A partir de allí, la construcción del caso se fundamentó en tres niveles probatorios: primero, el aporte de los familiares al denunciar las circunstancias en que ocurrieron las detenciones; segundo, las revelaciones de Jesús Sosa, que daban cuenta de los detalles de la operación de captura y la reclusión de los tres detenidos en los sótanos del SIE, así como de su posterior eliminación; y, tercero, la información contenida en los libros de ingreso a los sótanos del SIE, determinante para confirmar el efectivo ingreso e incidencias de la permanencia de los tres agraviados hasta su ejecución en dicha dependencia militar.

 

Fuente: La República