Sin duda el mejor planteamiento de los tres días de debate para las elecciones presidenciales fue el de Andrés Avelino Alcántara Paredes, de Democracia Directa, quien ofreció romper la dependencia del Perú de otros países para tener sus propias vacunas y dar todo lo necesario a los científicos peruanos para que las produzcan en el país.
Diversos sabelotodo de universidades y la prensa, en lugar de destacar el trabajo del doctor Manolo Fernández en el desarrollo de vacunas, después de una curiosidad inicial, se dedicaron a atacarlo y ahora que su vacuna contra el coronavirus COVID-19 se muestra interesante por su alta eficacia y por la logística, pues no requiere cadena de frío ni jeringas, pues son gotas nasales, lamentablemente por falta de apoyo se vio obligada a venderla a un país de primer mundo, donde iniciará ensayos de fase 3.
Lo que dijo Alcántara es lo que corresponde a un verdadero estadista, pues es necesario no sólo la autonomía de conocimientos sino la protección rápida de la población.
Ahora somos los últimos en las listas de los laboratorios y la gente sigue muriendo.
En otros países se premia a los creadores de vacunas, se les da miles de millones para sus proyectos, y el Perú no pudo dar al doctor Fernández los 60 millones que requería para un laboratorio ad hoc, sin embargo se ha derrochado en una vacuna inservible como Sinopharm. El Perú no le dio nada al doctor Fernandez, sólo un aporte menor no a él ni a su laboratorio Farvet, sino a la universidad Cayetano Heredia para que trabaje con él. Esta universidad tiene una argolla que la ha convertido en aprovecahdora de los recursos del Estado y así se desvían fondos que deberían ir a la investigación en las universidades estatales para favorecer a universidades privadas.
Resulta positivo ver que otros candidatos tomaron como suya la iniciativa, como Daniel Salaverry. Lo cierto es que debe ser política de Estado que el Perú tenga su o sus propios laboratorios de desarrollo de vacunas y fármacos indispensables.
