Uchuracay y el periodismo: de ayer y de hoy

Escribe: Néstor Roque Solís (*)

En el año 1983 mi compañero de promoción del Colegio Mixto Manuel Tovar de Sayán Gerardo Torres Cóndor era enviado especial del Diario Marka para cubrir informaciones en la Zona de Emergencia del Departamento de Ayacucho. Pero mi colega salió de relevo de la zona del conflicto el 21 de enero, por orden del Director del Diario Marka que dirigía otro amigo de la época: el Chema José María Salcedo, hoy connotado comentarista de RPP.

El reemplazante de Gerardo Torres en la Zona de Emergencia, era el periodista Hernando Burgos, pero un joven inquieto de la época, que se iniciaba en el periodismo con entusiasmo Eduardo de la Piñella le pide reemplazarlo en el viaje sin retorno con el fotógrafo Pedro Sánchez— otro compañero de trabajo en el SINAMOS— hasta el fatídico día de la inmolación de la pléyade de periodistas de medios de esa época en el país. Este es un pequeño recuerdo que tengo de mis amigos y colegas en mi vida periodística de los años 70 y 80.

Tengo en la memoria grata de haber sido promotor del inicio periodístico de Pedro Yauri y de Toño Vargas, actual comentarista del Canal 4. Ambos periodistas se iniciaron en el programa radial de mi dirección: Una Hora con el Pueblo de Radio Oro del empresario Jorge Bisso. Antes el periodismo era una pasión y un compromiso social con los pobres. Hoy el periodismo es  negocio, producto y mercado

Debo decir que a mediados de los años 70 conocí a Pedro Yauri, joven inquieto y mordedor de la noticia que murió en su ley. Años más tarde conocí a Toño Vargas, otro joven con  facilidad e inteligencia en el micrófono. Recuerdo que un día domingo con radio grabadora en mano, toco mi puerta de la casa de mis padres en Chambara para decirme quiero ingresara comentar partidos de futbol en Huacho. Hoy Toño Vargas es un destacado  periodista deportivo  y hombre de leyes en la ciudad de Lima.

El periodista Gerardo Torres Cóndor es oriundo de la comunidad de Santa Cruz de Leoncio Prado, Pedro Yauri de las tierras de Oyón tierra de mis ancestros. Toño Vargas es de la Comunidad Campesina de Chambara. Esto es lo grato y lo ingrato de la historia periodística de algunos sayaneros, chambarinos y oyonenses que queremos recordar, hoy 26 de enero del 2012 con ocasión de la inmolación y recuerdo a los Mártires de Uchuracay.

Hoy las nuevas tecnologías han trastornado al periodismo; se han formado grandes grupos mediáticos con ambiciones al lado del poder político; la instantaneidad y la noticia en directo han modificado las condiciones de investigación y el imperativo del rendimiento ha reemplazado a las más nobles exigencias de transparencia y ética comunicacional. Pero en todas partes, otro periodismo, más preocupado por la verdad y el rigor, resiste en nombre de una sana concepción de la información y de la democracia.

En los debates sobre los medios se presta una atención excesiva a los problemas técnicos, a las leyes del mercado, a la competencia, a las innovaciones y a la audiencia. Y una atención insuficiente a los aspectos humanos. No soy un teórico de los medios, sino un simple periodista, un escritor que se consagra desde hace más de treinta años a recoger y procesar la información, y también a consumirla. Me gustaría dar a conocer las conclusiones a las que he llegado como resultado de mi larga experiencia en los medios, en hoy  recordamos 29 años de la inmolación de los mártires caídos en la comunidad campesina de Uchuracay.

Mi primera observación concierne a las dimensiones. Afirmar, como suele hacerse, que la humanidad entera está pendiente de lo que hacen o dicen los medios es una exageración. Incluso en el caso de un acontecimiento como el partido entre el Real Madrid y el Barcelona, su mil millones de telespectadores sólo representan la sexta parte de la población planetaria.

Una gran parte de la humanidad sigue viviendo fuera del radio de influencia de los medios y no tiene ninguna razón para inquietarse por las eventuales manipulaciones mediáticas o por la mala influencia de los medios masivos. En muchos países, particularmente en América Latina, la única función de la televisión es la de entretener. Hay televisores en los bares, en los restaurantes y en los hoteles. La gente tiene la costumbre de ir a los bares para tomar algo y mirar la tele. Y a nadie se le ocurriría la idea de exigirle seriedad a ese medio, o que tenga alguna clase de función educativa o informativa. La mayoría de los latinoamericanos no esperan de la televisión una interpretación seria del mundo, del mismo modo que nosotros no la esperaríamos de un circo de temporada  veraniega.

UN CAMBIO RADICAL

Con las nuevas tecnologías en los medios de comunicación todo ha cambiado. El relevamiento y la difusión de la información se han transformado en una actividad que ejercen miles de personas en cada país. Las escuelas de periodismo se multiplicaron, formando año a año a recién llegados a la profesión. Antes, el periodismo era una misión, no una carrera. Hoy son incontables los individuos que practican el periodismo sin estar identificados con esta profesión o sin haber decidido consagrarle plenamente sus vidas o lo mejor de sí mismos. Para algunos es una especie de hobby, que pueden abandonar en cualquier momento para hacer alguna otra cosa. Muchos periodistas actuales podrían trabajar mañana en una empresa de publicidad, y pasado mañana ser maestros o auxiliares de una oficina de cambio...

Las nuevas tecnologías provocaron una multiplicación de los medios. ¿Cuáles son las consecuencias? La principal es el descubrimiento de que la información es una mercancía, cuya venta y difusión puede traer importantes ganancias. Tiempo atrás, el valor de la información estaba asociado a diversos parámetros, particularmente al de la verdad. Se la concebía también como un arma a favor del combate político y del poder. Hoy todo ha cambiado. El precio de una información depende de la demanda, del interés que suscita. Lo primordial es la venta. Una información se considera sin valor si no llega a interesar al gran público.

El descubrimiento del valor mercantil de la información desencadenó la afluencia de los grandes capitales hacia los medios. Los periodistas idealistas, esos dulces soñadores en busca de la verdad que antes dirigían los medios, han sido reemplazados por hombres de negocios a la cabeza de las empresas de prensa, radio y televisión.

Todos los que frecuentan las redacciones de los diarios, de los canales de televisión o de las radios pueden constatar fácilmente este cambio. En otros tiempos, los medios estaban instalados en edificios de segunda categoría y tenían oficinas estrechas, oscuras y mal acondicionadas, donde hormigueaban unos periodistas andrajosos y sin un centavo, rodeados de montañas de archivos en desorden, de diarios y de libros. Hoy basta con ir a los locales de una gran cadena de televisión: los edificios son suntuosos palacios, todos de mármol y espejos. Ahora esos palacios son el asiento de un poder del que en otros tiempos sólo disponían los presidentes o los jefes de gobierno. Ese poder está ahora en manos de los dueños de los nuevos grupos mediáticos.

Desde que se la considera una mercancía, la información ha dejado de estar sometida a los criterios tradicionales de la verificación, la autenticidad o el error. Actualmente se rige por las leyes del mercado. Esta es la evolución más significativa entre todas las que han afectado al campo de la cultura. Consecuencia: los antiguos héroes del periodismo se han visto sustituidos por un impactante número de trabajadores de los medios, casi todos sumergidos en el anonimato y poco reconocimiento, salvo algunas excepciones.

LA MANADA MEDIATICA

El mundo de los medios ha explotado de tal modo que comienza a tener vida propia, como una entidad autosuficiente. La guerra interna que se libra entre los grupos mediáticos se ha convertido en una realidad más intensa que la del mundo que los rodea. Importantes equipos de enviados especiales recorren el mundo, como lo que se hace actualmente con la Comitiva del Presidente Ollanta Humala a España y la reunión de Davos en Suiza. Forman una gran manada en cuyo seno los periodistas se vigilan unos a otros. Hay que conseguir la información antes que el vecino, de esto depende eléxito  o la muerte noticiosa. Aunque muchos importantes acontecimientos tengan lugar simultáneamente, los medios sólo cubrirán uno: el que haya atraído la atención de toda la manada mediática regional o internacional.

Más de una vez formé parte de esa manada. Llegué a describirla en uno de mis libros  y sé cómo funciona.  La manada se mueve para cubrir la conferencia de prensa de una autoridad, luego salen prestos a cubrir la movilización  de los trabajadores de la CGTP, luego la manada sale a cubrir  un concurso mediocre de maestros del Gobierno Regional. Igual manada  existen con hechos internacionales en Chile,  España y  ahora en Suiza con la reunión económica de Davos. La misma manada se desplazó hace años al Golfo, durante la guerra de 1991, aunque no podía hacer nada en el lugar, porque los estadounidenses prohibían acercarse al frente. En el mismo momento, se estaban produciendo acontecimientos atroces en Mozambique y en Sudán; pero no conmovían a nadie, porque la manada periodística estaba en el Golfo Pérsico cubriendo la masacre por el control del oro negro como lo saben hacer los norteamericanos y su aliado de las Fuerzas del Atlántico.

Las nuevas tecnologías, sobre todo la telefonía móvil y el correo electrónico, han transformado radicalmente las relaciones entre los cronistas y sus jefes. Antes, el enviado de un diario, el corresponsal de una agencia de prensa o de una cadena de televisión disponía de una gran libertad y podía dar libre curso a su iniciativa personal. Buscaba la información, la descubría, la verificaba, la seleccionaba y le daba forma. Actualmente, y cada vez más, es sólo un peón a quien su jefe desplaza por el mundo desde sus oficinas, que pueden estar en el otro extremo del planeta. Ese jefe, por su parte, dispone de informaciones a su alcance, provenientes de una multitud de fuentes: cadenas de información continua, cables de agencias, Internet, y así puede tener su propia apreciación de los hechos, a menudo muy distinta de la del cronista que cubre el acontecimiento en el lugar. A veces el jefe no puede esperar pacientemente que el cronista termine su trabajo. Entonces es él quien informa al cronista del curso de los acontecimientos y lo único que espera de su enviado especial es que le confirme la idea que el jefe ya se ha hecho de todo el asunto. Muchos cronistas empiezan a tener miedo de buscar la verdad por sí mismos.

En Santiago de Chile, un amigo mío trabajaba para una cadena de televisión del Perú. Me lo encontré en la calle, filmando a los compatriotas en la Plaza de Armas de Santiago y le pregunte ¿Qué pasa, Jorge? ", le pregunté. "No tengo ni la menor idea”, me contestó sin dejar de filmar. "Yo sólo registro, me conformo con captar imágenes; después las mando al canal que hace lo que quiere con este material”. La ignorancia de los enviados especiales sobre los acontecimientos que deben describir es a veces pasmosa y ridícula. Casi todos muchas ignoran las causas, razones y efectos del acontecimiento que están cubriendo. Así funciona ahora la noticia prensil y televisiva en la aldea global.

Pero los periodistas no son los culpables. Son las primeras víctimas de la arrogancia de sus patrones, los grupos mediáticos, las grandes redes de televisión. "¿Qué más pueden exigirme? ", me decía hace poco un camarógrafo del equipo de una gran cadena local. "¡En un solo día, debo filmar cinco hechos o entrevistas a personajes diferentes!”. Así corre la manada periodística por la noticia de hoy, cambiaron radicalmente el formato, el contenido y la relación de las noticias en el Perú y en el mundo.

(*) Periodista de la  ANP