cayetana aljovinPor Rafael Romero

La politiquería chata domina el escenario mediático en lugar de la política con altura. La televisión está tan “farandulizada”, que hasta los noticieros y programas políticos son un sancochado de primeras planas que presentan crímenes minuciosamente detallados como si fuesen manuales para la venganza o el suicidio; o un arroz con mango de titulares que muestran víctimas fatales o heridos en sus últimos estertores y en medio de siniestros o accidentes de los más diversos; o también de descaradas “promociones” expuestas como si se tratara de noticias. El reciente caso de la serie “Al fondo hay sitio” ha sido uno de los casos más patéticos.

Entonces cabe preguntar: ¿Puede existir un periodismo creíble y honesto si los periodistas son manipulados abiertamente por el directorio de las televisoras para buscar el codiciado rating antes que el tratamiento profesional de la noticia? De cara a esta realidad que reina en los canales de televisión, ¿no se debería pedir más respeto al periodista o, más bien, el periodista no debería acaso hacer valer la “cláusula de conciencia” existente en sus contratos laborales para no terminar como marionetas de los ejecutivos que solo buscan arrastrarlos a las horcas caudinas de Ibope Time, a pesar de que esta empresa está hoy cuestionada de modo irrefutable por sus artificiales y pedestres procedimientos de medición?

Señores, es deplorable ver a periodistas llevados al extremo, para meterlos en la vida íntima de requisitoriados, vedettes y figuretis, o en la crónica roja que solo alimenta el morbo y la incultura. En otras palabras, ni los noticieros de la mañana, tarde o noche se salvan del tsunami de la farándula (término que describe la pobreza de contenido en una suerte de nuevo género que ni siquiera es la tradicional sección de espectáculos que antaño existía). Para esa prensa, hoy los buenos peruanos no merecen aparecer en las noticias sino solo aquellos personajillos que desean exhibir sus miserias más inconfesables, pero lo hacen a cambio de dinero, lo cual dice mucho del grado de cosificación o indecencia en el que nos encontramos.

Sin embargo, pedir más respeto al periodista no quiere decir que la culpa la tienen solo los directivos de los canales y anunciantes que envilecen el rating. No. La principal responsabilidad recae en los mismos periodistas, quienes cabizbajos aceptan ser maltratados de esta forma, y quienes se quedan calladitos en lugar de rechazar el hecho de que personas extrañas al periodismo les digan cómo se debe informar. En suma, se puede ser leal a un canal pero eso no significa desterrar la ética del quehacer periodístico.