El quechua ya no importa

Por Martin Guerra

Leímos con interés que el “Grupo La República Publicaciones S. A.” lanza desde hoy su denominado “Yoleo-Plan Lector”, que incluirá doce títulos de siete autores peruanos: Garcilaso De La Vega, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, César Vallejo, Ciro Alegría, Francisco Izquierdo Ríos y José María Arguedas.


¿Cuál ha sido el criterio de selección de las obras?

La primera reflexión que surge es “¿cuál ha sido el criterio de selección de las obras?” Pues si de lo que se trata es de hacer leer a los menores debido a las infortunadas cifras sobre la incomprensión lectora por decir lo menos, o al deprimente porcentaje de niños y jóvenes con costumbre para la lectura, nos imaginamos que este objetivo debe ir de la mano con una ruta temática trazada, para que la meta no sea el leer por leer, sino el hacerlo aprendiendo; no sólo la carga emotiva o imagen estética que cada autor pueda trasmitir o presentar, sino, al mismo tiempo, dibujar una visión de nuestro país; pues una de las grandes características de nuestro proceso literario —como lo denominaría Mariátegui— es que nuestros grandes escritores han preferido casi siempre un “yo” colectivo a uno individual o, dicho de otro modo, no han podido rehuir a las cuestiones de su tiempo, debido tal vez a nuestra experiencia traumática como nación en formación, por la manera socioeconómica y jurídico-histórica en que se dio nuestro mestizaje; y tal vez también por el acervo literario oral de los antiguos peruanos.

Recordemos aquí de 1950 la afirmación de José María Arguedas: “La novela en el Perú ha sido hasta ahora el relato de la aventura de pueblos y no de individuos”[1].

Reflexionemos sobre ella.

Por eso pensamos que las obras escogidas deben responder no sólo al criterio estético, sino también a una rigurosa integración discursiva con nuestro proceso histórico; es decir, libros que respondan más que otros a sus épocas. Y que, sobre todo, muestren los conflictos que nos hicieron como somos.

En este primer sentido creemos que la selección no es la más adecuada. Veamos, de los doce títulos, sólo uno alude a las diferencias sociales profundas, propias de nuestra historia como país en los últimos cinco siglos. Nadie habla de incentivar en los noveles lectores resentimiento y frustración, no se vaya a malinterpretar —sin querer o a propósito—; de lo que sí hablamos es de no obviar nuestra historia y continuar generando estudiantes acríticos e ignorantes de su génesis como pueblo y del porqué de muchas situaciones; entre ellas, la de la paupérrima educación peruana.

Lo anterior se problematiza cuando nos enteramos de que las obras están “sintetizadas”, es decir, según los especialistas, “digeribles”. ¿Cómo se hace la síntesis de los relatos? ¿De qué partes o expresiones se prescinde? Será muy interesante adquirir la colección y contrastarla con los originales. Hallaremos sorpresas, estamos seguros.

Por ello no debe de asombrarnos que el director de La República, Gustavo Mohme Seminario, comentara la primera semana de marzo que: “Sólo con una campaña sostenida como la que conduce el Ministerio de Educación (Minedu) se recuperarán los pasos perdidos y el amor por la lectura”[2]. ¿Campaña sostenida para recuperar el amor por la lectura? Eso es, cuando menos, maquillar la realidad. Lo que mejor ha hecho el segundo alanismo es terminar de demoler la educación, profundizar la privatización e incentivar su elitismo.

Decíamos que de los doce títulos elegidos, reconociendo que todos son obras excelentes, sólo uno muestra el abuso de los poderosos contra los débiles, como es el caso de “Calixto Garmendia”, del gran Ciro Alegría, cuyo centenario se celebró a lo grande en Huamachuco el año pasado por el Gremio de Escritores del Perú. En ese maravilloso relato, el personaje central dice frases como la siguientes[3]: “Lo que necesitamos es justicia”, “El día que el Perú tenga justicia, será grande”, “No debemos consentir abusos”, “La justicia no es limosna”, etc. Además, frente a los abusos del alcalde, don Calixto Garmendia se muestra severo y toma la iniciativa por conseguir una justicia que el Estado le niega. Grandes características ciudadanas que hay que impulsar. Es decir, la desobediencia civil ante el maltrato y la ignominia. De Alegría también publican “La ofrenda de piedra”, que trata el tema difícil del sincretismo religioso, pero desde la emotividad, no desde la crítica reflexiva. Las otras, todas de gran registro literario como “El bagrecico” y “Los niños pájaro” de Francisco Izquierdo Ríos, pronto a cumplir su primer centenario en agosto de este año. “Los ojos de Judas” de Abraham Valdelomar, “Más allá de la vida y la muerte” de César Vallejo (de su libro Escalas Melografiadas, de 1923), autor de quien incluyen el único texto de poesía de la colección: “Los heraldos negros”. Ricardo Palma aporta “Mujer y tigre” y “El demonio de los Andes”; y de Garcilaso de la Vega “El príncipe guerrero y la ciudad del sol”. Todos clásicos de nuestra literatura. Incluyen también dos cuentos del gran José María Arguedas: “La agonía de Rasu-Ñiti” y “Amor de niño” (¿?).

Y por el uso de los signos de interrogación, el subrayado y la negrita, ya se habrán dado cuenta de que es allí en donde reside nuestra segunda reflexión.

¿El quechua no importa?

Parece que al llegar al final de la primera década del siglo XXI en nuestro país se continuara pensando que el quechua y, por ende, los demás idiomas ancestrales no importan para la salvaguarda y difusión de nuestra cultura; peor aún, resultan un impedimento. Mientras en Ecuador y en Bolivia son consignados como idiomas oficiales en sus actuales constituciones, en el Perú se les continúa marginando. Decimos esto, pues se ha colocado a uno de los más célebres relatos de Arguedas un título falso, o al menos deformado.

El célebre cuento de Arguedas, leído por varias generaciones de alumnos de secundaria en las últimas décadas, y situado en casi todos los textos escolares, no se titula “Amor de niño”; su título es “Warma Kuyay”, que no es lo mismo ni es igual. Además de que el autor así lo quiso, veremos por qué.

En el texto más arriba citado de Arguedas, el autor hace una disquisición de cómo se fue gestando ese lenguaje mestizo que él logra a partir de la publicación en 1935, de Agua (que incluía el relato del mismo nombre, además de “Los Escoleros” y de “Warma Kuyay”); ese lenguaje cuya búsqueda fue para el creador de Todas las sangres “larga y angustiosa”[4], debía expresar a través del castellano la forma de pensar, de sentir y de actuar del poblador de los Andes, del quechuahablante, pero era en sí mismo producto y canal del mestizaje. Y era el quechua el conducto de esta simbiosis. El quechua mental, el oral, si se quiere, el espiritual.

Arguedas reflexiona sobre “Warma Kuyay” y explica que este cuento fue escrito antes de que lograra resultados en la búsqueda expresiva y estilística en la que se hallaba. Este cuento fue escrito en 1933 y publicado el mismo año, un 03 de noviembre en Signo N.o 1, con una falla de imprenta en el título: “Wambra Kuyay”, trocaron por error una “r” por la “m” y la “b” y la “m” por la “r”. No obstante, revisado, fue editado junto a los demás en Agua, en 1935, dos años después. Arguedas dirá que al abrir el libro y leerlo, “ya no había queja. ¡Ese era el mundo! La pequeña aldea ardiendo bajo el fuego del amor y del odio, del gran sol y del silencio entre el canto de los zorzales guarecidos en los arbustos, bajo el cielo altísimo y avaro, hermoso pero cruel”[5], y agrega la pregunta crucial: “¿Sería trasmitido a los demás ese mundo?”[6].

Por tanto, que el título se mantenga como debe ser, en quechua, para lectores peruanos, es importante y no es un capricho. No estamos hablando de una traducción para lectores japoneses o nigerianos, cuya alteración al idioma de ellos sería lo lógico. Parece que aún se concibe que los que hablan quechua pertenecen a un país, y lo que hablan castellano, a otro.

Arguedas dijo sobre este cuento también que: “Ya sé que aún en ese relato el castellano está embebido en el alma quechua, pero su sintaxis no ha sido tocada. Esa misma construcción, el castellano de ‘Warma Kuyay’, con todo lo que tiene de aclimatación, no me servía suficientemente para la interpretación de las luchas de la comunidad, para el tema épico. En cuanto confundía mi espíritu con el del pueblo de habla quechua, empezaba la descarriada búsqueda de un estilo. ¿Se trataba sólo de una elemental deficiencia de conocimiento del idioma? Sin embargo yo no me quejo del estilo de ‘Warma Kuyay’. Sumergido en la profunda morada de la comunidad no podía emplear con semejante dominio, con natural propiedad el castellano. Muchas esencias, que sentía como las mejores y legítimas, no se diluían en los términos castellanos construidos en la forma ya conocida. Era necesario encontrar los sutiles desordenamientos que harían del castellano el molde justo, el instrumento adecuado. Y como se trataba de un hallazgo estético, él fue alcanzado como en los sueños, de manera imprecisa”[7]. Como vemos el cuento era un trabajo de exploración, de transición formal. Y observamos además otra cosa: en todo momento, el autor andahuaylino se refiere a su obra como “Warma Kuyay”, no como “Amor de niño”. Nunca lo hace de este modo.

Veamos. En 1933 lo publica por primera vez con el nombre de “Warma Kuyay”. Así, sin traducción. A partir de 1935 con la edición de Agua le incluirá la traducción al castellano entre paréntesis, haciendo las veces de un subtítulo. Lo mismo será en la edición de 1954 de Juan Mejía Baca (Lima), como en la de 1961 de Ediciones Nuevo Mundo (Lima) y la de 1967 de Editorial Jorge Álvarez, Francisco Moncloa Editores S. A. (Buenos Aires). Siempre y hasta su muerte, el relato se denominará “Warma Kuyay” y no “Amor de niño”, y se hará tan famoso con su título en quechua, que no hará falta, ni siquiera en Lima, hacer mención de la traducción entre los círculos literarios y estudiantiles de habla castellana. Muchos profesores podrían dar fe de lo que aquí se señala.

¿Por qué entonces la ocurrencia de cambiarle el nombre, o superponer el subtítulo, priorizando al castellano? ¿Es que —en primera instancia— el quechua no importa? O, por último, ¿los deseos expresos del autor, tampoco?

¿Acaso las luminarias de La República consideran que el colocar el título original en runa simi confundirá a los niños, mayoritariamente mestizos y de padres provincianos?

El “amor a la lectura” de Mohme Seminario y el “Sumaj Kuyay” de Arguedas

En el Perú según modestos datos de hace algunos años, existen 4 400 000 de quechuahablantes[8]. La mayoría de estos viven en Lima[9]. Y sería mentir escandalosamente el no reconocer que las migraciones a la capital han ocasionado que el castellano limeño se enriquezca con modismos y expresiones propias del poblador andino. Justamente la tierra de Arguedas es uno de los lugares en donde más se habla el quechua: Apurímac, presenta un 76,6% de individuos que lo hablan, Ayacucho, un 70,6% y Huancavelica, un 66, 5%.

Estas ganas del director de La República de que nuestros niños recuperen el “amor a la lectura” deberían tomar en cuenta esta realidad, además de respetar la creación literaria de un autor que, justamente, hizo tanto por difundir y defender nuestro acervo andino de las garras de lo cosmopolita e importado.

Sabemos que warma significa ‘adolescente’, ‘niño’. Pero ¿qué es kuyay? ¿Simplemente se traduce por ‘amor’? No, no es tan sencillo.

El padre Jorge A. Lira, gran investigador y defensor del quechua, amigo de José María Arguedas y compañero de traducciones, colocó en su célebre diccionario, el significado de la palabra khuyay o kuyay: “Amor, ternura, piedad, clemencia, conmiseración, acción compasiva. Condolerse, conmiserarse, dolerse del pesar ajeno[10]”. Veamos ahora de qué trata “Warma Kuyay”.

El relato narra los sentimientos encontrados de un adolescente, Ernesto, por una joven que sufre bajo la explotación en la hacienda Viseca, además de estar expuesta a los abusos sexuales de don Froylán, el hacendado. Ama también a Justina el Kutu, incapaz de rebelarse para defender a la mujer que quiere; su venganza es golpear a zurriagazos a los becerrillos más finos del patrón. Se desagraviaba en el dolor de aquellos seres tan indefensos. Ernesto participa al principio como espectador y sufre; sin embargo, mira. Luego, dolido profundamente, opta por el rechazo y expulsa al Kutu del lugar diciéndole que no valía nada y que era la burla de todos por no defender a Justina. Al final, Ernesto se queda cerca de Justina, pero ella es para el patrón.

Como se observa, los sentimientos difíciles de frustración, dolor, deseo y al mismo tiempo, indignación, bajeza y compasión, como diría Arguedas, de amor y de odio; no pueden alcanzar a ser expresados por la palabra castellana ‘amor’[11]. Para ello se requiere de kuyay, y es así como debe quedar.

Algunas consideraciones finales


Por lo tanto, el cuento se llama “Warma Kuyay” y los editores del Plan Lector de La República han cometido una seria falta.

Por eso nos preguntamos cuál es el objetivo de este Plan Lector. Despreciar e ir intentando desaparecer el quechua. Algo que además no lograron ni los invasores españoles. Y que además ya no se podría, porque el runa simi palpita en el castellano del Perú. Allí están choclo, calato, cancha, huaico, guacha, yuyo, anticucho, caucho, charqui, pampa, chicote, chochoca, choro, guagua, puna, quena, guano, ojota, poroto, tambo, taita ¡y tantas otras hermosas palabras!

Recordemos que en la actualidad, los lugares en los que se habla más el quechua es en donde se dieron las mayores violaciones a los derechos humanos, la sierra central, por ejemplo. ¿Significa entonces que el quechua es un idioma de resistencia? Arguedas pensaba que la implantación de un idioma por la fuerza trae consigo conflictos sociales muy profundos. ¿Es que el Perú formal sigue colonizando al Perú profundo? Un conjunto de preguntas cuya respuesta es afirmativa. Por ello no resulta antojadiza la redacción de esta defensa en forma de artículo, tanto del runa simi como del legado de José María Arguedas. Pues si el abuso del Perú formal cabalga, lo hacen también la resistencia y la propuesta.

¿Por qué no se escogieron para el Plan Lector “Los Escoleros” o “Agua” de Arguedas, o Tungsteno de César Vallejo o “Hebaristo, el sauce que murió de amor”, de Valdelomar? Obras en donde las luchas del pueblo arrancan más de una lección de trabajo y de historia en el caso de Arguedas y Vallejo; además de la fina sátira al poder y a la hipocresía, evidente en la de Valdelomar.

Creemos, por último, que no se trata de leer por leer, como sea y lo que sea, menos ahora que casi no se lee. Nos permitimos dudar de las síntesis, esperamos que al menos se ajusten a los discursos originales de los autores, sin morigerar ni un ápice el sentido de sus demandas; para que ese mundo sea trasmitido, como ansiaba Arguedas Altamirano. Lo hacemos además por responsabilidad, pues somos miembros de la Comisión Organizadora del Centenario de su Natalicio, que se cumplirá el 18 de enero de 2011; y exigimos a La República una nota de disculpa o de explicación por la arbitrariedad cometida con el famoso cuento de Arguedas. Además de la rectificación editorial. El cuento está programado para la venta el día 03 de mayo. Tienen más de mes y medio para rectificar el título.

Esperemos que lo hagan, en honor a la verdad y a la historia del Perú, que no son más que los pueblos vivos e hirvientes.
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[1] José María Arguedas: “La novela y la expresión literaria en el Perú” en Carmen María Pinilla (comp.): ¡Kachkaniraqmi! ¡Sigo siendo! Textos Esenciales, Lima, 2004, Fondo Editorial del Congreso del Perú, pág. 176.
[2] Ver: http://www.larepubl ica.pe/sociedad/ 06/03/2009/ lanzan-campana- de-lectura- quotyo-leoquot.
[3] Todas las citas sobre esta obra en: Ciro Alegría: Duelo de caballeros. Cuentos y relatos, Lima, 1988, Munilibros, págs. 61-70.
[4] José María Arguedas: Op. cit., pág. 180.
[5] Ibíd., pág. 181.
[6] Ibídem.
[7] Ibíd. Págs. 180 – 181.
[8] En Ecuador hablan quechua unos 2 000 000 y 1 500 000 en el país hermano de Bolivia.
[9] Mayra Castillo: “En el nombre del quechua” en http://elcomercio. pe/EdicionImpres a/Html/2006- 09-01/ImEcCronic as0569327. html.
[10] Jorge A. Lira: Breve Diccionario Kkechwa-Español, Cuzco, s/f. Edición Popular, pág. 178. Lira utiliza la “kh” diferente del sonido seco o sordo de la “k”, por presentar la oclusiva palatal “kh”, un sonido aspirado, sordo.
[11] Aunque Quevedo, madrileño (1580-1645), se expresara del amor como “hielo abrasador”, “fuego helado”, “herida que duele y no se siente” y otros versos conformados por oxímoron; la compasión, la conmiseración, son sentimientos que rebasan las simples penas de amor. Implican una distancia extrarrelación, que es difícil marcarla desde el involucramiento amoroso, de pareja; aunque se trate de un amor negado. Khuyay o kuyay implican el medio en el que se desarrolla el ser amado y sus matices emocionales.

* Miembro de la Comisión Organizadora del Centenario del Natalicio de José María Arguedas, que se cumplirá el 18 de enero de 2011 al “Plan Lector” que el Grupo La República Publicaciones S. A. lanza desde hoy en su denominado “Yoleo”, que incluirá doce títulos de siete autores peruanos: Garcilaso De La Vega, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, César Vallejo, Ciro Alegría, Francisco Izquierdo Ríos y José María Arguedas (incluye el célebre cuento de José María Arguedas “Warma Kuyay”).


Ver artículo relacionado: “Arguedas y el medio ambiente”.