Tigre Blanco

de Aranvind Adiga, (Miscelánea 2008, 297 págs)

Siempre que nos hablan de India, caemos en el tópico de sus maharajaes, sadhus, Tagore, Ghandi o el Taj Majal. Pero hay algo más allá de su descomunal crecimiento como potencia emergente que, junto con China y Japón, van a suponer un contrapeso a los occidentales. Atrás quedan las crónicas románticas de Kipling, Bromfield, Forrester y tantos otros en su estela. La India de la miseria de los intocables en Calcuta y de sus avances en informática y nuevas tecnologías.


Por eso se agradece un libro como Tigre Blanco cuyo autor Aravind Adiga, (India 1974), mereció el premio Man Broker con su primera novela. En ella se cuenta el ascenso social de una persona que nace en la calle y acaba siendo un rico empresario autodidacta. “Es el peor país para ser pobre”, dice su autor. Coincide con el Premio Nobel de Literatura de antepasados indios V.S.Naipaul, cuando dice “Lo peor de India es realmente ver cómo es India”. Algo que su protagonista, Balram Halwai —que se apoda a sí mismo Tigre Blanco porque como le sucede a este animal, se da un único ejemplar en varias generaciones—, explica como pasó de la Oscuridad a la Luz. Nacido en una villa de India trabaja en una tienda de té. Machaca carbón y limpia mesas mientras maquina en su cabeza cómo salir de su “jaula” a orillas del Ganges. Se traslada a Delhi en donde es contratado como chófer de un hombre rico pero sin temple, que participa en la evasión de impuestos para su familia y en la corrupción de autoridades. Claro que ¿qué hombre de éxito no ha tenido que derramar un poco de sangre en su ascenso?

Su lectura no puede interrumpirse. Es arrebatador por el colorido lenguaje, por la ironía, rigurosamente amoral, por la mordacidad y hasta sarcasmo del autor al describir una India asentada sobre falsos valores, una democracia corrupta y unas condiciones de vida inhumanas para millones de seres.

Pero es sumamente divertida. Tigre blanco es una historia irreverente, tierna e inolvidable.

Balram Halwai consigue cruzar el abismo que separa a los habitantes de La Oscuridad (los criados, los pobres, los sometidos) al mundo de las gentes de la Luz (los señores, los ricos).

Aunque, a veces, haya que servirse de la poesía y del crimen. Su crítica es despiadada y también llena de humor y de frescura.

Una novela desmitificadora que es preciso leer sin la carga de la antropología, del exotismo o del cine porque lo que se narra en ella, en mayor o menor medida a cada uno de nosotros. Cuando nos damos cuenta de que estamos atrapados en una jaula como las gallinas en el mercado, pero unas jaulas invisibles cuyos hierros son convicciones y prejuicios, ideologías y atavismos.

El autor pasó parte de su infancia en Australia, estudió en las universidades de Oxford en GB y de Columbia en EEUU. Ha trabajado como corresponsal de la revista Time y del diario Financial Times. Vive en Bombay y consiguió su premio a los 30 años. “Quería disgustar a todos, a la derecha y a la izquierda de esta nación. Mi novela no es moral ni mostrar mi visión política. Quería provocar y enfrentar al lector con una de las realidades de India”·

“El mensaje de Adiga, escribe The New Yorker, no es sutil, ni nuevo pero la voz sardónica de Balram es cautivadora y sus agudas observaciones del orden social son acertadísimas y desasosegantes”.

“A diferencia de casi todas las novelas indias, ésta atrapa ofreciéndonos un retrato desnudo, iracundo y falto de adornos del país, tal y como se vería a ras del suelo. No hay aromas de azafrán o remolinos de saris. El lector no podrá dejar de leer y se encontrará atrapado”, escribe Sunday Times.

“Atrapados en el mundo de Balram —y su maravillosa manera de expresarse— las páginas pasan solas. Rebosante de idiosincrasia, sarcástica, manipuladora y muchas veces, desternillante”. Independent on Sunday.

Por J.C.G.F., Centro de Colaboraciones Solidarias