Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

La ancestral misa solmene y Te Duem -oficiados en la Catedral de Lima por el prelado de la Iglesia Católica en el Perú, Juan Luis Cipriani- por el 196 aniversario de nuestra independencia, ha merecido ásperos comentarios debido a ocurrencias que no pasaron inadvertidas.

Esta actividad (significa “A ti, Dios”) da inicio a nuestra fiesta nacional. Es un cántico cristiano llamado “Himno Ambrosiano”, en honor a su creador San Ambrosio de Milán (Italia). Su primera celebración fue a pedido del libertador José de San Martín (1821) para bendecir la culminación de la era colonial en territorio peruano. El Coro Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional son los encargados de las composiciones musicales.

También se interpreta la Marcha de Banderas, canto reservado para rendir tributo al presidente constitucional de la república, a la elevación del Santísimo, a la bandera y a los jefes de estado. Esta pieza musical, creada por el compositor filipino José Sabas Libornio Ibarra (1858-1915), se estrenó a la llegada del titular del Poder Ejecutivo a la homilía por la victoria de la Batalla de Ayacucho. El 17 de diciembre de 1897, se expidió la resolución reconociendo su ejecución en todo evento oficial.

Este ceremonial debe respetar el Cuadro General de Precedencias del Estado (2006), a fin de garantizar la correcta ubicación de los asistentes, aunque no siempre estas disposiciones han ameritado su estricta aplicación. Por ejemplo, el presidente Ollanta Humala Tasso (2013) cometió el error -corregido por el personal de protocolo- de sentarse en el lugar asignado a su esposa (el izquierdo visto desde el altar). Éste anécdota, coincidente con el acentuado protagonismo de la primera dama, mereció cáusticas sátiras.

Hace unos días el congresista Carlos Bruce Montes de Oca, expresó en las redes sociales su protesta por haber sido excluido del listado de invitados. En tal sentido, afirmó: “…Es una ceremonia que es parte de las actividades de fiesta patrias del estado. Si no fuera ceremonia del estado tienen derecho a invitar a quien les dé la gana, pero siendo parte de las ceremonias oficiales, ¿Quién decide qué representantes elegidos por el pueblo son elegidos o no? Quizás lo mejor sea que ya deje de ser una ceremonia del estado”. El Arzobispado de Lima indicó que la convocatoria está a cargo de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado del ministerio de Relaciones Exteriores. ¿Quién miente?

De otra parte, el periodista Beto Ortiz manifestó en twitter: “…No queremos curas diciéndole a un estado laico lo que tiene que hacer”, en alusión al habitual sermón del primado. Con cierta resignación estamos acostumbrados a su “mensaje a la nación” formulado con la aparente intención de competir con el jefe de estado y, en consecuencia, influir en los titulares de los medios de comunicación y en los temas de la agenda nacional. Un intenso tratamiento de cápsulas de “ubicaína”, de un millón de miligramos, le podría prescribir el galeno de la agrupación política de su permanente simpatía Alejandro Aguinaga.

Es oportuno recordar que el programa oficial incluye la ceremonia de Acción de Gracias por el Perú, preparada por las Iglesias Evangélicas. Es un significativo avance en la pluralidad religiosa de un país laico. Si existen dudas, comparto lo expuesto por el jurista Martín Belaunde Moreyra en su artículo “¿El estado peruano es laico?” (2014): “…La República del Perú está constitucionalmente organizada como un estado laico. Hasta el Tribunal Constitucional lo dice en forma tangencial u oficiosa. Su actual presidente, el doctor Oscar Urviola, en reciente libro sobre la libertad religiosa y la jurisprudencia pertinente, menciona los principios de laicidad y de libertad religiosa. Mas, qué se entiende por laico o Estado laico”.

“Se define a Estado laico como aquel independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Así, el Estado Peruano es laico como lo son la inmensa mayoría de los estados del mundo, salvo quizás los que se proclaman islámicos como su razón de ser. En realidad, bajo ese criterio, la República del Perú desde que nació a la vida independiente ha sido un estado laico porque nunca estuvo sometido a la Iglesia Católica, aunque hasta la Constitución de 1979 existía un régimen de vinculación orgánica entre la Iglesia y el Estado. Hoy día el vínculo entre el Estado y la Iglesia Católica es de naturaleza distinta pero no menos real”.

Al parecer, esto es insuficiente para diversos representantes en el Congreso de la República. Ángel Paconi Mamani del Frente Amplio (2016) ha presentado un proyecto de ley orientado a modificar el artículo 50 de la Constitución Política del Perú que precisa: “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas”.

Su propuesta plantea este texto: “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado se reconoce como laico y actúa de forma neutral en materia religiosa. El Estado respeta todas las confesiones religiosas”. En la misma dirección apunta la idea legislativa de Marco Arana Zegarra (2017) que sugiere la siguiente redacción: “Dentro de un régimen de igualdad, laicidad y libertad religiosa, el Estado reconoce a las iglesias, confesiones y comunidades religiosas prestándoles su colaboración de acuerdo a ley. El Estado reconoce el importante rol histórico, cultural y moral de la Iglesia Católica y de otras confesiones en la formación histórica del Perú”. Ambas proposiciones tienen simpatizantes y críticos.
Dejando de lado por un momento lo establecido en nuestra Carta Magna, el primado de la Iglesia Católica personifica a un amplísimo sector de la población -entre el que me incluyo- y tiene derecho a manifestar su parecer acerca de sucesos de concluyente incumbencia nacional. Sin embargo, estimo inadecuado emplear el púlpito eclesiástico para emitir una alocución política. Coincidentemente este personaje guardó soterrado y ambiguo silencio ante los abusos, corruptelas, atropellos y esterilizaciones forzadas de la dictadura de la década de 1990. El “rosario” de su mutismo es tan extenso como la procesión del Señor de los Milagros.

Qué cómodo, incoherente y poco valiente es reprochar, alzar la voz y agraviar en democracia. Tengamos presente sus calificativos a la “ideología de género” y a las damas cuando afirmó: “…Muchas veces las mujeres se ponen como qué en un escaparate, provocando”. Tampoco olvidemos cuando llamó “chilindrina”, a la ex alcaldesa capitalina, Susana Villarán de la Puente. Así sucede en el “reino de perulandia” con un clérigo separado -en una determinación sin precedentes- del equipo de columnistas del diario El Comercio de Lima (2015) por plagiar escritos del Papa Benedicto XVI. Estas son algunas de las pintorescas “credenciales” de quien ostenta la primera supremacía de la Iglesia Católica en el Perú.

Es irrefutable la existencia de un vasto y entendible sentimiento de desagrado hacia la actitud de Juan Luis Cipriani: sus antojadizas intervenciones alejan al pueblo católico de su templo. Su misión apostólica es avivar la reconciliación, el entendimiento, la concertación, fomentar los valores, propalar la paz y la tolerancia e impulsar la convivencia y el amor al prójimo. Por lo tanto, debe soslayar interferir con las competencias de los mandatarios elegidos por el voto popular y considerar las convenientes palabras del Papa Francisco I: “…La libertad religiosa es un derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a la nuestra".

Un comentario final entre paréntesis: Me conmovió el enaltecedor gesto del presidente Pedro Pablo Kuczynski Godard al homenajear -al iniciar su disertación en el Poder Legislativo y en Palacio de Gobierno- a los hombres y mujeres que, sumando esfuerzos, voluntades y civismos, trabajaron por nuestros hermanos afectados por los terribles desastres naturales de este año. Es mi genuina aspiración, esperanza y terco anhelo que superemos diferencias, mezquindades y apatías y, por lo tanto, nuestro ADN sea esta hermosa consigna: “Una Sola Fuerza”.

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/