Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

El 27 de enero de 1922, en el barrio fabril de Vitarte —a la salida de Lima por la Carretera Central— se instauró el “Día de la Planta”. La iniciativa fue promovida por una juventud estudiantil impactada por la Revolución Mexicana (1910), la Reforma Universitaria de Córdova (1918) y la conquista de las Ocho Horas de Trabajo (1919).

Episodios de enorme connotación en la “generación del centenario”, como se denomina a los compatriotas nacidos al cumplirse 100 años de nuestra independencia. Muchos ocuparon un rol protagónico en la política, el periodismo y la literatura, enarbolando el mensaje y legado del ilustre anarquista, maestro y ensayista Manuel González Prada, autor de la célebre máxima “El Perú es un organismo enfermo; donde se aplica el dedo brota la pus”.

Esta actividad se gestó en la Universidad Popular —fundada en Vitarte el 2 de febrero de 1921— que, posteriormente, se nominó “Manuel González Prada” y tuvo como primer rector a Víctor Raúl Haya de la Torre. En el cinema-teatro se dictaba cátedra a los obreros dos noches por semana, se inició la campaña antialcohólica y se estableció el primer botiquín del hogar. Asumió como lema “Ocho horas de trabajo, ocho de horas de estudio y ocho horas de descanso”.

Sobre esta histórica celebración, Luis Alberto Sánchez en su obra “Los burgueses” (1983) comentó: “Las fiestas representativas de los obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta de Árbol y consistían en plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta de Árbol de 1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de regresar de Italia”.

También, en esta conmemoración participaron Raúl Porras Barrenechea y Manuel Seoane Corrales. Radicaba en sembrar especies botánicas, rendir tributo a los luchadores de las reivindicaciones del proletariado y recordar las demandas de los trabajadores —con las que se identificó esta estirpe culta e ilustrada— con disertaciones, almuerzos, cánticos, bailes, campeonatos deportivos y presentaciones culturales.

Dentro de este contexto, es oportuno citar las apreciaciones de Percy Murillo Garaycochea, en su documentada publicación Historia del APRA (1976): “Después de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras, saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así la mañana y conforme avanza el día llénase de más y más entusiasmo el ambiente. Llega la hora de yantar, que dispersa la compacta multitud para reunir a las gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda de músicos desafina, pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el parque ´9 de enero´. Después de uno o más discursos iniciales dase comienzo a la plantación de árboles variados...” En este sitio se llevó a cabo el 9 de enero de 1881, la Batalla de la Rinconada o de Ate, entre las tropas chilenas y peruanas. Todavía se alzan los arbustos sembrados en esta gala.

Tengamos en cuenta el valor del árbol en el ecosistema urbano. Es pertinente cultivar variedades de la región y reducir el césped por su alto consumo del recurso hídrico. Este aspecto debe inducir a los gobiernos ediles a plantar variedades de flora en función del clima, la polución, entre otros factores que, al parecer, evaden considerar. Los más idóneos son el molle, la tecoma y el huarango; requieren poco espacio y agua.

Igualmente, existen géneros con peculiaridades para atraer las impurezas ambientales: el jacarandá absorbe los gases tóxicos de 1.405 autos. A este respecto, comparto las vigentes expresiones del imperecedero conservacionista y fundador del Parque de Las Leyendas, Felipe Benavides Barreda: “Ya es tiempo de que las autoridades cuiden los árboles, que son fuente de oxígeno, materia indispensable para la vida del hombre que se encuentra cada día en mayor peligro de contaminación”.

Vitarte, el escenario del “Día de la Planta”, está colmado de remembranzas, tradiciones, episodios gloriosos, proezas valientes e inspiración de honrosas lides sindicales. Allí los operarios de la fábrica El Inca emprendieron la contienda por la jornada de las ocho horas; el presidente y héroe de la Guerra del Pacífico, Andrés Avelino Cáceres, fue propietario de la hacienda Barbadillo; curacas y jerarcas indígenas del Antiguo Perú, están enterrados bajo la moderna iglesia del pueblo de Ate; el médico y naturalista Hipólito Unanue formuló relevantes referencias sobre la meteorología en los caseríos de Surco y Late (Ate).

Evocar este acontecimiento nos trae a la memoria la visión humanista de un puñado de peruanos abanderados de una causa de indudable dimensión y actualidad nacional. Nuestro homenaje a los artífices de esta importante y masiva festividad que vinculó entusiasmos cívicos, hermanó inquietudes, afirmó ideales, generó movimientos sociales, despertó conciencias y contribuyó al surgimiento de una disciplina interrelacionada con los anhelos colectivos: la supervivencia de nuestro imponente patrimonio natural y sus implicancias en la calidad de vida de la sociedad.

 

(*) Docente, conservacionista, consultor, miembro del Instituto Vida y expresidente del Patronato del Parque de Las Leyendas - Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

 

 

 

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