Por Wilfredo Pérez Ruiz (*)

El 31 de mayo se celebra el “Día Mundial del No Fumador”. Esta conmemoración se instituyó en 1989, por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para reflexionar sobre los riesgos del tabaco en el ser humano y, además, fomentar políticas eficaces tendientes a reducir su consumo. Una tarea necesaria y encomiable debido a los comprobados y elevados perjuicios causados por el cigarro. El 2019 se centra en el “tabaco y salud pulmonar”.

Las cifras internacionales de su repercusión en la salud son alarmantes: aproximadamente cuatro millones de hombres y mujeres mueren anualmente por cáncer al pulmón, úlceras gástricas, aceleración de la frecuencia cardiaca, dolencia pulmonar obstructiva crónica e isquemia cardiaco. Por su fuera poco, según cálculos el 2020 se convertirá en la primera causa de fallecimiento e incapacidad por encima del Sida, la tuberculosis, los accidentes de tránsito, suicidios y homicidios.

En el Perú su empleo en la población se inicia desde los 12 años y es la segunda droga más absorbida después del alcohol. Afecta máxime a los grupos entre los 17 y 40 años de edad. Capítulo aparte merece el drama padecido por los denominados “fumadores pasivos” que inhalamos con reincidencia una cantidad equivalente a dos o tres cigarrillos. Tenemos un riesgo mayor al 30 por ciento de padecer males cardiacos y cáncer al pulmón en comparación con los que esquivan exponerse a su humo. Las secuelas pueden ser afecciones respiratorias, agravamiento de trastornos al corazón e irritación a la mucosa.

En tal sentido, el humo posee una mezcla de elementos diferentes como humareda emitida por la quema del cigarro, vapor exhalado por el fumador y contaminantes desplegados al fumar. Tengamos presente que, de acuerdo a acreditados informes, es el segundo motivo mundial de muerte y es responsable del deceso de uno de cada diez adultos.

Concluido este apretado recuento concerniente a sus severos daños, deseo comentar varios tips de etiqueta social que bien vale anotar. Quiero empezar aseverando, con especial énfasis, que a los fumadores les corresponde tener prudencia y saber en qué momento abstenerse de esta actividad. No solo por su efecto negativo para terceros, sino en atención a determinadas ocasiones y acontecimientos.

Más allá de las prohibiciones existentes -y cada vez más rigurosas- aconsejo guardar una actitud cuidadosa hacia sus semejantes. Está demás indicar que se inhibirá en situaciones en las que se hallen niños, adultos mayores, damas embarazadas o enfermas. El cigarro deja impregnado un intenso olor en muebles, enseres, prendas de vestir, paredes, etc. Por ello, conviene establecer criterios para el uso del tabaco dentro del hogar y de espacios estrechos que impidan la circulación del aire. Un ejemplo: procurar efectuarlo en zonas con amplia ventilación. Mucho mejor si subsiste la posibilidad de hacerlo en exteriores como balcones, terrazas, patios y jardines.

Cuando sea invitado a un acontecimiento social pida autorización al anfitrión y a sus participantes; si no hay ceniceros visibles lo más probable es que no esté permitido; las colillas no serán arrojadas al suelo; en un almuerzo o cena nunca se fuma antes del postre como algunos lo hacen sin ningún reparo; evada sostener prendido el cigarro mientras es presentado, es desagradable: sea cuidadoso al momento de inhalar el humo, evitando las bocanadas y soplar hacia otros.

He percibido en oficinas públicas y privadas a altos funcionarios aprovecharse de su estatus para fumar en reuniones de trabajo sin importarles el malestar generado a su alrededor. Una deplorable muestra de ausencia de corrección y deferencia. Si usted ejerce un cargo de jerarquía en la organización, interiorice la afamada expresión: “Trate a su inferior, como quisiera que lo trate su superior”. En cada uno de estos mínimos detalles se percibe, sin ambigüedades, el genuino miramiento de los individuos. El proceder cotidiano y espontáneo facilita advertir la verdadera dimensión educativa y el marco moral de los hombres y mujeres.

El respeto a su prójimo es una manifestación inequívoca de su capacidad de convivencia. De allí que, insisto en mi recomendación de desarrollar nuestro sentimiento de pertenencia, sentido común, empatía, habilidad blanda, inteligencia emocional y, especialmente, ser conscientes del impacto de nuestras acciones en el entorno con el que nos incumbe forjar asertiva coexistencia.

Hagamos todos los esfuerzos requeridos por concebir este anhelo y soslayemos desmayar en nuestro empeño por “humanizar” nuestra vinculación con el prójimo, a partir de volver a considerarlo “el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Esa debe constituir una misión personal y un compromiso cívico impostergable.

Cuide su salud y la de sus semejantes. Al festejarse el “Día Mundial del No Fumador” demuestre su grado de autovaloración y amor propio. En consecuencia, piense con detenimiento en la importancia de asegurar su óptima calidad de vida. Nunca más pertinentes las palabras del lúcido literato y político inglés Benjamín Disraeli: “La vida es demasiado corta para que la hagamos mezquina”.

 

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/