El japonés ya es la quinta lengua más elegida en el mundo, por encima del italiano, y la que más rápido crece en Estados Unidos y en Reino Unido. El chino sube del décimo al octavo lugar y se convierte en uno de los cinco idiomas que más rápido crece en México y en Brasil.

Si antes el francés, el alemán o el italiano eran los claros favoritos entre el alumnado que escogía estudiar una segunda lengua extranjera después del inglés, en los últimos años el mundo se ha ensanchado hacia Oriente. Cada vez son más las personas que eligen el chino, el japonés e, incluso, el coreano para expandir sus horizontes lingüísticos. Según el informe Duolingo Language Report de 2021, el japonés se ha convertido en la quinta lengua más elegida en el mundo, por encima del italiano, y es la lengua que más rápido crece en Estados Unidos y en Reino Unido. Por otro lado, el chino, que había sido la décima lengua más popular para estudiar el año anterior, subió hasta el octavo lugar del ranquin en 2021 y es uno de los cinco idiomas que más rápido crece en países como México y Brasil. Se trata de una tendencia claramente en auge que también sigue otra lengua asiática como el coreano, y que augura que las cifras seguirán creciendo en 2022. La Universitat Oberta de Catalunya (UOC) también ha visto de primera mano cómo la demanda para aprender estas lenguas ha crecido.

 

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"A lo largo de los últimos veinte años, la presencia de China en el mundo ha crecido muchísimo, y el país es mucho más visible en todos los sentidos: sobre todo en la economía y la política, que son los ámbitos de los que más se habla en los medios de comunicación, pero también en cuanto a la llegada de emigrantes chinos a muchos países del mundo occidental", explica David Martínez-Robles, profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. "Ahora China es mucho más visible y esto genera un gran interés, una necesidad de comprender. También se ve el país como una oportunidad que abre puertas en el mundo laboral, y esto ha repercutido directamente en la voluntad de mucha gente de estudiar su lengua", añade.

El caso del japonés es diferente, ya que el interés por la lengua no viene tan dado por el atractivo económico del país, sino más bien por su capital cultural. "La mayoría de los estudiantes me explican que desde pequeños están familiarizados con el manga y el anime, y en general tienen una gran curiosidad por la cultura japonesa", explica la profesora de japonés Takako Otsuki. Conocer más de la estética, la comida y la forma de vida japonesas los impulsa a estudiar esta lengua.

Si el interés del chino ya hace unos años que estalló, cuando se empezó a considerar el gran idioma del futuro, el del japonés está en plena efervescencia. Durante el curso pasado, las matrículas de los cursos de japonés de la UOC crecieron un 60 % el primer semestre y un 50 % el segundo. "Creo que el confinamiento y las restricciones por la covid influyeron notablemente en la matrícula", dice Otsuki.

¿Son idiomas difíciles de aprender?
Los que todavía no se deciden a empezar a estudiar una de estas lenguas a menudo alegan la complejidad del idioma como un factor en contra. Para Martínez-Robles, muchos de estos miedos son infundados. "Hay muchas ideas preconcebidas alrededor del chino, y es común encontrarlo en las listas de los diez idiomas más complicados del mundo", pero "lingüísticamente no es tan complejo", explica. La principal dificultad para los neófitos se encuentra en la lejanía con nuestra cultura y en el hecho de no tener ninguna referencia en nuestro bagaje cultural y lingüístico.

El japonés tiene más complejidad gramatical, y las múltiples lecturas de los kanjis —el sistema de escritura con caracteres; en chino, denominado hanzi— a menudo llevan al nuevo estudiantado a confusiones. "El chino es una lengua tonal, lo que quiere decir que una misma palabra o sílaba puede tener significados diferentes dependiendo de cómo se pronuncie", explica Martínez-Robles. "No tenemos el oído educado, y la cuestión fonética puede ser una dificultad para algunas personas", afirma.

Por último, está el sistema de escritura. "Si aprendemos griego o ruso, hay que memorizar unos sistemas de escritura diferentes pero limitados en número", dice el profesor. En cambio, en el caso del chino y el japonés hablamos de miles de caracteres: "al menos 2.500 para enfrentarte mínimamente a los textos, y tirando hacia 3.000 para llegar a ser algo más eficiente y autónomo", concreta. "Esto hace que el proceso sea más lento. Lo que pasa es que la lengua en sí no es muy compleja, no es difícil", insiste. En el caso del japonés, las frases sí cambian mucho en cuanto a la estructura. "Para decirlo fácil, hablamos a la inversa", bromea Otsuki.

Una de las estudiantes de chino y japonés de la UOC es la escritora Carlota Gurt, ganadora del Premio Mercè Rodoreda de 2019 con el libro de cuentos “Cabalgar toda la noche''. Para completar su formación, incluso decidió pasar un verano en Pekín para hacer un curso intensivo. "No me gustaba la idea de ir a un campus universitario a convivir con occidentales, así que fui a convivir con una familia china", explica la escritora. "La experiencia estuvo muy bien, me ayudó a entender la lengua de forma más completa. Cuando pienso que fui capaz de negociar con un taxista la tarifa que me cobraría o de hablar en situaciones cotidianas tras solo dos años de aprendizaje en línea, me parece absolutamente increíble", afirma. Actualmente, Gurt enseña un poco de chino a su hijo pequeño.

La UOC tiene una extensa oferta formativa tanto en chino —desde el año 2003— como en japonés —desde el año 2005— dirigida tanto a personas sin ningún conocimiento previo como a aquellas que ya se han iniciado en el aprendizaje de estos idiomas. En ambos casos la metodología es 100 % en línea, y la formación puede culminarse con la preparación para los correspondientes exámenes oficiales, los diferentes niveles de las pruebas oficiales HSK, en el caso del chino, y el Japanese-Language Proficiency Test N5, en el caso del japonés.