Alucinaciones de calabaza Villarán
Susana Villaran


Uno de los espectáculos más cómicos y extraños de la política ha sido la metamorfosis de Susana Villarán, de caviar a calabaza, cambio drástico si tenemos en cuenta que pasa del reino animal al vegetal.1 La ahora vegetal Villarán, en su último artículo en La República, publicado este 8 de febrero (Derecho y Revés. Desafinando), se dedica a alucinar sobre ella misma.

 

Según ella, por decir las cosas por su nombre cae mal y lamenta que por no cerrar los ojos a la brecha entre pobres y ricos y la mortalidad materna e infantil, la hipocresía, etc.( “¡Qué aguafiestas!”, dice) no es bien vista.

Pero, ¿desde cuándo esta caviar —hoy calabaza— ha sido consecuente con sus supuestos pensamientos? Recordemos sí que hablaba y habla de los pobres, el hambre o la violencia. Todos podemos hablar, pero pocos han tenido la oportunidad, como ella, de ser ministros, pues la nombraron cuando fue presidente Valentín Paniagua.

¿Qué hizo cuando fue ministra de la Mujer?

Una vez ceñido el fajín ministerial, cerró los ojos cuando Valentín Paniagua mantuvo el sueldo del Presidente del Consejo de Ministros en 14 mil dólares, mientras un maestro o policía ganaba 600 soles. ¿No vio la brecha la entonces caviar Villarán? No pues, porque como era ministra también le tocaba su buena parte.

Su gestión en el ministerio de la Mujer fue pésima, sólo burocracia y ninguna acción o norma propuesta para beneficio de la mujer o de los pobres ni contra el tráfico humano, que es la forma más cruel y violenta de maltratar a una persona con la esclavitud laboral o sexual, delitos que hacen víctimas a las mujeres y niños más pobres. Tampoco le importaron los índices de tuberculosis, que igualaron al Perú con Haití. Más tranquilo era sentarse en el escritorio a recibir un sueldo suculento y figurar en los medios para después lanzar su candidatura política.

Además, ¿habrán quedado debidamente esclarecidos los problemas de auditoría por los cuales tuvo que salir abruptamente? ¿Por qué no nos cuenta la verdad? Aparte de saber que estuvo desesperada por ese asunto, no sabemos si al final sus amigos la ayudaron.

La izquierda

Continúa en su artículo llorando al manifestar que no la ven bien por decir que es de izquierda y preocuparse por los derechos humanos, "¡Qué ingenua!", deplora.

La Villarán sólo ha usado el dolor de algunas víctimas para ganar notoriedad y sentarse en un ministerio. ¿Izquierda? ¿Y por qué no dice nada por la competencia desleal de las empresas chilenas, que arrebatan oportunidades a la clase media y la arrojan a la pobreza?

Además, nunca se preocupó de los derechos humanos de militares y policías, ni siquiera cuando optó por el rimbombante título de “Defensora de la Policía”. No, porque en realidad los caviares desprecian a militares y policías y trabajan para minar su moral.

La calabaza también señala asuntos internacionales, como los de Irak, Cuba o Chávez. ¿Quién es ella para que hable sobre derechos humanos en otros países, cuando aquí, en el Perú, ha sido siempre una aprovechadora de estos asuntos para sus ambiciones políticas?

Por añadidura, se atreve a hablar de ética y dice: “…si no coqueteas con quienes están dispuestos a engrasarte la mano para luego pasarte la factura…”

Si no hay coqueteos por billete no estamos seguros, pero sí creemos que no haya coqueteos reales, no imaginamos quién puede querer coquetear con ella, por más que se maquille y estrene huachafos peinados.

¿De qué ética pueden hablar los caviares, que mueven la cola con una empanadita en la embajada de Chile? Pero tal vez no sólo sean empanaditas, es demasiado descarado el apoyo de los caviares a Chile, en contra del Perú y el silencio ante los asuntos del gas, Lan, etc. No sería raro que haya por allí un buen engrase, del que la Villarán dice huir. ¡Pobre diabla! A nadie engaña con sus poses de justicia y rectitud. Ya no sabe qué hacer para disimular su fracaso (0.6%) en sus pretensiones presidenciales del 2006.
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1 Ver: Susana Villarán, de caviar a calabaza