Loreto, Región Orgánica

Por: José Álvarez Alonso (*)


Por su ubicación geográfica, clima húmedo tropical y baja calidad agronómica de la mayor parte de los suelos, Loreto está en desventaja frente a otras regiones y países en cuanto a producción agropecuaria tradicional. Es muy poco probable que podamos competir, por ejemplo, en producción ganadera, con menos de media vaca por hectárea en promedio de Loreto, frente a las casi 30 vacas por ha que producen algunas regiones de Brasil; o con poco más de una tonelada arroz o maíz por hectárea, frente a las más de 10 que producen otras regiones del Perú y otros países (por ej., hasta 14 ton/ha de maíz en el norte de México, y hasta 9 ton/ha de arroz en el sudeste Asiático, con 3-4 cosechas anuales).
Tenemos, sin embargo, una gran ventaja comparativa y una gran oportunidad con nuestros productos orgánicos, especialmente aquéllos netamente amazónicos, como camu camu, paiche o gamitana, y por supuesto con los productos silvestres, totalmente orgánicos, como los peces de las cochas, el aguaje, el ungurahui, o la miel silvestre, por ejemplo. Sin embargo, para mantener el sello de “orgánicos” es indispensable evitar todo uso de productos agroquímicos (pesticidas, fertilizantes) y de cultivos transgénicos que puedan contaminarlos. Por ejemplo, si un acuicultor quisiera exportar paiche o gamitana con certificación orgánica (algo muy ventajoso, por cierto) no podría alimentarlos con torta de soya transgénica ni con harina de pescado que utilice preservantes químicos no certificados. Por citar otro caso: para certificar miel orgánica para exportación, los inspectores verifican que no existan en un radio de varios km a la redonda de las colmenas ningún cultivo transgénico ni campo de cultivo donde se use agroquímicos.

Hay que tener en cuenta que en los mercados de EE.UU. y Europa el precio de los productos agrícolas orgánicos (vegetales y frutas) es, en promedio, 90% más alto que los productos convencionales; esto compensa con creces los menores volúmenes de producción por área de los cultivos orgánicos en comparación con los cultivos comunes o los transgénicos. El mercado mundial para productos orgánicos crece mucho más rápido que el mercado de productos comunes, y supera los US$ 60,000 millones anuales. En el Perú las exportaciones peruanas de productos con base en la biodiversidad nativa, en su mayoría orgánicos, crecen entre un 20 y un 30% al año, y alcanzaron los 3,165 millones de dólares en el 2010.

Ni soñar que Loreto pueda competir con monocultivos transgénicos con gigantes como Brasil y Argentina, que tienen millones de hectáreas aptas para esos cultivos y capacidad de mecanización y producción a gran escala. Por eso me parece muy razonable la posición de algunas autoridades del Gobierno Regional de Loreto (desde el Presidente Regional hasta el consejero por Maynas Jose Francisco Quispe, de la oposición), quienes han expresado públicamente y con sólidos argumentos su oposición al ingreso de transgénicos a nuestra región, y están impulsando una ordenanza regional declarando a Loreto libre de transgénicos, como lo hicieron ya otras regiones del Perú.

Numerosas organizaciones y personalidades peruanas se han movilizando en las últimas semanas en contra de los organismos genéticamente modificados o ‘transgénicos’, a raíz de la promulgación del reglamento del Ministerio de Agricultura que abre las puertas al ingreso de esos cultivos al Perú. Por otro lado, dada la incertidumbre que existe sobre los posibles daños para la salud de algunos transgénicos, y la certeza de los graves impactos ambientales y sociales, y siguiendo el principio precautorio, se está impulsando la aprobación por el Congreso de la República de una moratoria de 15 años para el cultivo de transgénicos.

Es pertinente recordar que mientras el cultivo de transgénicos está en retirada en regiones como la Unión Europea (la extensión cultivada se redujo en un 23% desde el 2008) y aumenta el número de países que prohíben el ingreso de transgénicos a su territorio (incluyendo siete estados de la UE), las grandes multinacionales del ramo, especialmente Monsanto, buscan nuevos mercados en países débiles con políticos “blandos” o susceptibles a “ablandamientos” y a lobbies de inversionistas privados. (¿Alguien dijo Perú?). Se dice que Monsanto, ante el fracaso del cultivo de algunos de los transgénicos actuales (que están siendo invadidos por malas hierbas resistentes a herbicidas) está por sacar una nueva generación de transgénicos que requieren el uso de pesticidas de su exclusiva producción, como Dicamba y 2-4, los que han sido calificados ya como muy peligrosos para el medio ambiente.

Debemos ser conscientes del poder del dinero: son miles de millones en juego en el tema de los cultivos transgénicos, y Monsanto y sus congéneres profundizan las campañas para impulsar los transgénicos en nuevos países, seduciendo científicos bien pagados para que desvirtúen las evidencias cada vez más crecientes de los daños para la salud y la biodiversidad de algunos transgénicos, “aceitando” aparatos estatales para que se apruebe su cultivo, y frenando legislaciones que favorecen a los consumidores con un etiquetado claro y visible sobre el contenido de transgénicos de los alimentos.

La gran pregunta que nos debemos hacer es: ¿a quién benefician los cultivos transgénicos? ¿Serán beneficiosos para los pequeños campesinos y para los indígenas? Yo ya sé la respuesta, y sospecho que es la misma que ustedes están pensando…

(*) Biólogo, Investigardor del IIAP.