ollanta humala 62Escribe César Hildebrandt

Como la derecha pe­ruana estaba con­vencida de haber comprado a Ollanta Humala, ahora le salta a la yugular por algunas muestras de autono­mía.

Por ejemplo, está el asunto de Venezuela.

La derecha peruana, que no pro­testó por el caso de Lugo, en Para­guay, o el de Zelaya, en Honduras, está preocupadísima por el estado de la democracia venezolana.

El problema es que Henrique Capriles es gobernador reelec­to del estado de Miranda gracias a una elección controlada por la misma Comisión Nacional Electo­ral hoy acusada de impresentable.

Y el problema es que ningún observador internacional, inclu­yendo en la lista al Centro Cárter, ha formulado tacha alguna en con­tra del proceso que llevó a Nicolás Maduro, con las justas, a la presi­dencia.

La derecha peruana es chusca, golpista y sucia y creía que UNASUR debía impedir el mandato de Maduro.

Pero UNASUR no podía darles ese gusto porque no está entre sus funciones vetar una elección que no ha sido cuestionada por los observadores internacionales. Lo que ha hecho UNASUR es reco­mendar a Maduro que se efectúe el recuento de votos prometido y que se abran las puertas del diálogo en esa Venezuela con presentimien­tos de guerra civil.

Hay que ser muy bruto para no entender eso.

Y hay que ser muy cínico para que la prensa peruana, escrita y televisada, que avaló la dictadura putrefacta de Fujimori y su con­centración de poder sostenga que hoy en Venezuela hay un mono­polio de los medios y una prácticadictadura castrista. Curioso cas-trismo este que casi a punto estuvo de tolerar el triunfo del ferozmen­te opositor Henrique Capriles y que hoy asiste a un proceso inexo­rable de decadencia del PSUV y de fraccionamiento de sus filas.
 
La derecha no tiene patria ni doctrinas ni principios. Sólo la excita el dinero, sólo la entusiasma la codicia, sólo le teme a la libertad

Para la derecha peruana el pro­blema no es la democracia. Es quién corta el jamón. Si mañana fuera necesario dar un golpe de Estado sanguinario para reprimir a los opositores a la gran minería y a los que se niegan a obedecer el pensamiento único que todos los días expectoran los locutores de RPP, la derecha aplaudiría con el mismo fervor con que aplaudieron a Sánchez Cerro (creación heroi­ca) y a Velasco (cuando creyeron que podían manejarlo).

La derecha no tiene patria ni doctrinas ni principios. Sólo la ex­cita el dinero, sólo la entusiasma la codicia, sólo le teme a la libertad. Por eso quiere que todo sea inmó­vil, fósil, eterno. Es una derecha eclesiástica que aspira a la inmor­talidad de sus privilegios.

Y entre ellos está el de decretar qué cosa es buena o qué cosa es mala. Es como el evangelio según San Luis (el agua embotellada). Como el papel de los hechiceros en las tribus primordiales.

Nada que se salga de su monó­tono libreto es válido.

¿Maduro presidente aun des­pués de muerto Chávez?
Inaceptable.

¿Argentina en manos de una mujer insumisa que se enfrentó con éxito al FMI y que pelea con una prensa mafiosa plagada de in­tereses?

Impresentable.

¿Bolivia reclamando lo que le fue arrebatado en una guerra pro­caz?
Deleznable.

¿Petroperú queriendo comprar 51% de las acciones de Repsol? Imperdonable.

¿Humala hablando de un Esta­do medianamente presente? ¡Velasquismo trasnochado! ¿Y cuando el Estado de Obama imprime trillones de billetes para salvar a la banca grande que estafó a los chicos? Ejemplar.

¿Y cuando Europa ajusta a los ciudadanos después de salvar a los bancos desregulados?
Maravilloso.

¿Y cuando la empresa estatal Entel-Chile compra a Nextel en el Perú?
¡Gran noticia!

¿Y cuando la estatal noruega Cermaq compra a la privada peruana Copeinca? ¡Globalización!

Qué divina es la derecha pe­ruana. Está convencida de que los peruanos somos débiles mentales que se aborregarán ante sus gritos, amenazas, editoriales y columnas escritas por quienes antes firma­ban contratos con las Cepris de Fujimori.

Y, en el caso de Repsol, sólo chillan ideológicamente porque Petroperú tiene la intención —ya confirmada— de comprar el 51% de sus acciones pero omiten se­ñalar que buena parte del paquete accionario de esa empresa españo­la ya está en manos de las AFP que operan en el Perú.

¿Alguna privada está dispuesta a invertir ese dinero?

Que lo digan Dionisio Romero júnior y sus socios chilenos, due­ños ya de Primax y que, con la compra de la cadena de Repsol, serían los amos del mercado. ¿O no es eso lo que está en juego?

Repsol fue expropiada en Ar­gentina por no hacer nuevas in­versiones y por haber estado bom­beando utilidades extremas a su casa matriz madrileña.

Aquí, el último año, vendió combustible por un valor de 4.600 millones de dólares y apenas ha te­nido unos 30 millones de utilidad. ¿O es que en el Perú ha repetido la faena bombeadora de Buenos Aires?

Petroperú debe tener cuidado con sus próximos pasos no por la prédica de la derecha sino porque Repsol no es ninguna pera en dulce.
Pero, claro, este tipo de infor­mación no le interesa a la gran prensa peruana (y a su hija retar­dada, la televisión). Lo único que importa es que nadie se salga del libreto. Ni con Repsol ni con Ve­nezuela ni con ningún otro tema.

Que Húmala se entere de una vez: con la derecha peruana no hay tratos equitativos. Ella sólo re­conoce iguales (entre los suyos) o subordinados. Y usted, señor pre­sidente, era hasta hace unas horas un obediente subordinado.

Ya no lo es tanto.

Y esa es una gran noticia. No se retracte. No se chupe. No se asus­te. La derecha es, al fin y al cabo, un tigre de papel periódico.
Que usted recupere algo de su identidad es sólo una mala noticia para quienes lo han visto como el mayordomo (siempre culpable) de una novela mala de Agatha Christie.

Hildebrandt en sus Trece, 26-04-2013


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