funerales atahualpaPor Alaín Elías Caso*
 
La guerra no tiene sentido, tiene una función. Por ella las individualidades históricas, sean estos pueblos o culturas, así como las personas o sus conciencias, se comunican. No es una forma, entre otras, de los contactos que puedan relacionar a dos seres pensantes; es la forma madre, la estructura de toda comunicación. En otras palabras es el lenguaje universal concreto que lo entiende todo ser humano.

Solo la guerra permite a un pueblo superar sus contradicciones morales, económicas y sociales. Para los particulares, el peligro es la absoluta inseguridad de todo goce, de toda posesión y de todo derecho. Ella, la guerra, disuelve las más solidificadas opiniones, mientras sobre su altar se anula todo interés particular. El Estado reina entonces por la “virtud del sacrificio”
 
La guerra es la verdadera razón de Estado, sin ella un pueblo no es un pueblo. La élite es "la clase que disciplina a las demás y a sí mismas".  Esta gran disciplina reside en la comunidad de costumbres, en la organización, en la educación para la guerra y en la prueba de que en ella cada individuo sabe comportarse con autenticidad.
 
La función de esta clase noble o élite es la acción política; vivir en, con y para su pueblo, llevar una vida pública consagrada a lo general.
 
Si un hombre no posee una teoría bien determinada sobre el mundo que lo rodea, no puede ni caminar por la calle, ya que el hombre no puede vivir sin orientarse en el mundo. El lenguaje es la gran y universal teoría; es la expresión de lo que en última instancia, de manera colectiva y anónima, y, en consecuencia, inevitable, hace que el hombre cree sobre el mundo y sobre sí mismo. Por ello, los que pertenecen al grupo de los partidarios del hombre están decididos a luchar contra la injusticia, la brutalidad y la explotación.
 
Si uno se pregunta cuál es el hecho fundamental que determina el destino del Perú, la respuesta solo puede ser una: la conquista. Pero no porque la conquista sea una gesta militar o porque en ella empieza el aspecto mejor conocido de nuestra historia, sino porque impone un sentido a la marcha histórica de nuestra realidad, porque imprime un cauce insoslayable a nuestro destino. La conquista significa que el Perú nace como una nación desgarrada, dividida, separada en dos estratos radicales: una delgada capa de conquistadores y una inmensa masa de conquistados.
 
El Perú se origina como una separación, como antagonismo, como el desbordamiento de una corriente impetuosa sobre un humus milenario y profundo. Y desde su inicio los peruanos quedan divididos en conquistadores y conquistados, en superiores e inferiores; en aquellos que tienen todos los privilegios y aquellos que han sido desterrados de su propio suelo.
 
El desgarramiento inicial ha impuesto de manera inevitable un destino histórico: la necesidad de reintegrar los dos estratos constitutivos de la nacionalidad en una inseparable unidad. Toda la marcha del Perú puede enfocarse a través de este mandato, que se manifiesta como el resultado característico e inmediato del hecho primigenio.
 
Las diversas tendencias ideológicas, políticas e institucionales en sus procesos evolutivos han recibido su sentido último en la manera cómo aceleraron o retardaron este proceso integrador.
 
La conquista es un sismo en el país conquistado, un cataclismo que convulsiona el panorama. Los que antes daban sentido a las cosas son ahora los exiliados de la historia, relegados a condición de puro instrumento.
 
Sólo los triunfadores tienen derecho de hacer la historia. Pero el ser humano tiene en su carácter invariable, una nota esencial que permanece constante a través de los inesperados y trágicos cambios que ha experimentado y puede experimentar en su aventura histórica: el fiero anhelo de autoafirmación en su invencible afán de ser libre, de forjar su propio destino y de realizar su propia historia.
 
Por eso en el conquistado surge, desde la primera derrota, un sordo sentimiento de revancha. En sus manifestaciones aun implícitas, el sentimiento se manifiesta como aislamiento. El estrato conquistado se niega a cooperar, a asimilar la nueva cultura. El empuje del conquistador ha sido tan fuerte que produce grandes transformaciones, influye en el lenguaje, en la religión. Hasta en el ademán y el atuendo.
 
Pero deja intocado el sentimiento de diferencia, no produce ningún acercamiento, ningún síntoma de comunidad. Poco a poco este aislamiento se va transformando en rechazo consciente. Y como sucede siempre, elementos del estrato superior contribuyen a transformar lo implícito en explícito.
 
Descendientes de los conquistadores, pertenecientes a la clase que ha heredado su cultura y espíritu, se revuelven contra esta misma clase y enarbolan la bandera de las reivindicaciones. Este hecho es en apariencia paradójico, pero es una ley histórica. Los elementos de los estratos domlnantes toman la defensa de los estratos dominados.
 
Ello se debe a que, como efecto de la superposicion constante de ambos estratos, los que pertenecen al superior pueden darse cuenta de la falta de fundamento de su situación. En el momento de la lucha, del avasallamiento, esto es imposible; la corriente de los acontecimientos es demaslado rápida. Pero en la tranquila sedimentación que sigue al triunfo, los ánimos pueden meditar y comprender. Y al final siempre comprenden lo mismo: todo sojuzgamiento trata de fundarse en principios que lo justifiquen. Pero en última instancia no tiene justificación, ya que la única razón de su existencia es que hay hombres que deciden arbitrariamente utilizar a los demás en su provecho.
 
El hecho de la conquista en cuanto a tal es moralmente inadmisible; quien tiene que reivindicarse no es el indio: es el conquistador. Porque la palabra “indio" nace con sentido discriminatorio y es imposible cambiar la semántica cuando se apoya en la historia. Una vez que se reconoce el valor humano del indio, sólo se le puede llamar hombre. El problema del indio desaparece y en su lugar aparece el problema de la estructura social.
 
Debido a su origen, el Perú ha adquirido una especial estructura social, económica y cultural. Esta estructura se basa en la organizacion inicial, en la doble estructura de dominantes y dominados. Solo hay una meta: superar las deficiencias de la actual organización del Perú, para que todos los hombres que han nacido en su suelo tengan una vida mejor. En el Peru hay peruanos que viven miserablemente. Mientras no superemos esta situación no podremos vivir cómodamente.

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http://www.voltairenet.org/article181719.html?var_mode=recalcul
 
09-01-2014

 

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