Mapuches: la población más desarrollada de Chile


Las minorías indígenas de Chile han sufrido discriminación, maltrato, persecución y hasta asesinato en forma consuetudinaria —pese a que en general los chilenos tienen algo de indígena—, pero en la actualidad estas poblaciones autóctonas están demostrando tener un desarrollo moral e intelectual superior al promedio de los chilenos.


Lo anterior se desprende de la reacción de los grupos sociales ante la propaganda y educación oficiales promovidas por el estado chileno, que auspicia una mentalidad belicista y racista en sus escolares, a los que anima a despreciar a sus vecinos peruanos, bolivianos y argentinos, además de inculcarles el racismo.

Así, la mayoría de chilenos aceptan como autómatas sin cuestionar tales prácticas, desde la escuela hasta los centros superiores, además de sus profesionales y políticos, quienes viven medio muertos aceptando y perpetuando el statu quo. Esta formación en el fondo construye en los chilenos estructuras psíquicas enfermizas, que rechazan su parte genética indígena y engrandecen a su componente europeo, lo que genera personalidades que en el fondo son destructivas.

En cambio, quienes han resultado inmunes a este proceso de bestialización son los mapuches, minoría étnica muy despreciada y maltratada, que ha podido discernir la conducta degenerada del gobierno chileno, que inculca una mentalidad belicista y racista en sus escolares, y en forma corporativa esta minoría está denunciando estas aberraciones.

En sus denuncias los mapuches señalan estas distorsiones brutalizantes y subrayan que en especial se inculca el desprecio y racismo contra peruanos y bolivianos, mientras que el resto de chilenos asimilan como robots estas prácticas y permanecen impasibles. Los mapuches no dudaron en sindicar a la ministra de Educación, Mónica Jiménez, de ser la responsable por sembrar antivalores en la niñez y la juventud chilenas.

Los inteligentes mapuches han captado que la educación escolar está dirigida a ensalzar a los llamados héroes y manipular la historia, según el propio Consejero Indígena Urbano, José Llancapan Calfucura, que denunció asegurando que se inculca el uso de la fuerza sobre la razón y se les incentiva la violencia y que nunca acogieron las sugerencias de los indígenas para revisar estos aspectos de la educación.

Monumentos y alabanzas a criminales

En su política de formar gente violenta y justificadora de criminales y rateros, el gobierno chileno, por ejemplo, ensalza la figura de Manuel Montt, presidente de Chile de 1851 a 1861. Este criminal odiaba tanto a los indígenas que no sólo promovió matanzas por parte de sus militares, sino que llegó al extremo de ofrecer un pago por cada cabeza de indígena que le entreguen, lo que ocasionó muchos asesinatos de aborígenes.

Lo incomprensible para cualquier país civilizado del mundo del siglo XXI es ver que su figura es ensalzada y hasta tiene un monumento, que en el fondo viene a ser un monumento al aplauso del crimen y genocidio, ya no de extranjeros, sino de sus propios connacionales. Inclusive, Puerto Montt lleva su nombre en homenaje. Por eso, no llame la atención que también en los textos escolares chilenos se aplauda y llame héroes a los cabecillas de la rapiña de 1879, autores de saqueos, terrorismo, homicidios, robos e innumerables atrocidades contra los peruanos.

Vemos pues que aquellos a quienes se tildaba de primitivos han resultado ser la población más evolucionada de Chile y han entendido perfectamente que así como a ellos se les desprecia por ser indígenas, el gobierno chileno extiende el racismo hacia los peruanos y bolivianos, países donde existen importantes poblaciones de origen indígena. El mundo da vueltas, ahora los primitivos son los chilenos occidentalizados.

Siendo todo esto tan evidente, ¿cómo así la Iglesia católica chilena y los llamados cultos cristianos aceptan que se promuevan valores criminales y permanecen en silencio? Los mapuches también con ello están demostrando ser espiritualmente superiores a los católicos chilenos.