Javier Diez Canseco

 

El retorno de Humala de una intrascendente y cuestionada gira por Europa —en medio de agudos conflictos internos— lo ha devuelto a la cruda realidad que pretendía eludir, dejándola en manos de otros. No sólo se reencontró con los conflictos sociales que había dejado sin resolver, como los de Espinar-Xstrata, Cajamarca-Conga y diversos sectores de trabajadores públicos. Se topó, cara a cara, con una contundente encuesta de Datum que lo pone en el punto más bajo de su popularidad desde que asumió el gobierno.

 

 

Desde un estelar 70% de aprobación en Setiembre 2011 había ido bajando a un 48% en Diciembre, luego de conflictos ambientales en Apurímac, de imponer Estado de Emergencia en Cajamarca y de despachar al gabinete Lerner. Volvió a recuperar terreno y aprobación hasta un 55% de aprobación en Mayo, pero ahora encuentra un  escenario nuevo. Por primera vez, la desaprobación (49%) es mayor que la aprobación (43%) y la caída de 12% en un mes resulta la más aguda de su gestión.

Para colmo, las cifras le resultan generosas porque se limitan a encuestas urbanas, cuando sus principales focos de malestar están en zonas rurales. ¿Un episodio o una tendencia?

La gira europea ratificó que la metamorfosis de Humala, su gran transformación, no abarca su política interna y a la internacional. Ya era evidente su interés en acentuar su relación con las FF. AA. norteamericanas: reiterado ingreso de tropas y su progresivo asentamiento en el país (vía misiones o planes de entrenamiento), lo que podría terminar en la implementación de un Plan Perú, al estilo Plan Colombia, como plantea Lourdes Alcorta, y que empalma con el interés de EE. UU. de desarrollar bases y presencia militar en AL vía las relaciones bilaterales con diversos países.

 

Adicionalmente, en Chile —poco antes de partir a la UE— rubricó la Alianza del Pacífico con los principales aliados latinoamericanos de EE. UU. (México, Colombia, Chile) y reafirmó su escaso apego a Unasur, debilitando su primigenia posición de priorizar la alianza sudamericana en la perspectiva de una mayor autonomía frente a la superpotencia del norte y la generación de un bloque sudamericano que tenga significación en el escenario mundial.

 

La gira europea volvió a contradecir sus compromisos electorales: fue a ratificar un TLC con Europa después de haber sostenido en campaña electoral la necesidad de  revisar los TLC en aspectos medulares y lesivos al país: competencia desleal de productos agrícolas europeos subsidiados con productores nacionales sin apoyo, costos adicionales en medicinas por los acuerdos sobre patentes y compra de productos de marca, abusiva protección y privilegios a inversionistas extranjeros frente a los nacionales y las necesidades del país, etc.

Fue lamentable que se lo recuerden abiertamente en el Parlamento Europeo los mismos parlamentarios a quienes había denunciado, cuando candidato, las inequidades del referido acuerdo comercial, y que le encaren el maltrato a los sectores sociales en conflicto y su alineamiento con los grandes grupos de poder minero.

 

El regreso al Perú resultó muy duro pues, ante el evidente deterioro político de Valdés —tercamente sostenido por el mismo Ollanta como su operador directo—, el gobierno encara un acelerado desgaste y pérdida de credibilidad que lo golpea en su línea de flotación. Y es que la desaprobación y el malestar son mayores aun entre lo que fue su principal base electoral y social: los sectores D y E, el interior del país, el área rural y en el macrosur.

 

Si a ello agregamos la creciente desconfianza en la palabra presidencial (se repite lo de mentiroso, no cumple sus promesas), la frustración frente a expectativas de cambio creadas, la multiplicación de conflictos sociales y 12 muertos en 10 meses ante la inoperancia de la prevención y la negación del diálogo y respeto a la gente, y sumamos el desgranamiento de la bancada parlamentaria y las renuncias y malestar en el PNP, el escenario resulta complicado para Ollanta.

Todo iría peor aún con los indicios de que podría pretender sostenerse en alianzas con  sectores más de derecha, como Castañeda o el aprofujimorismo, es decir, sellando el abandono –ratificado por Valdés–de toda opción de cambio.

¿Hasta dónde llegará la metamorfosis?

La República, Lima 18-06-2012

 

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