alberto fujimori Fujimori apesta en Japón

Por Herbert Mujica Rojas
 
En fecha en que Perú recuerda el holocausto acontecido en Arica en 1880 cuando los valientes con Bolognesi al comando pelearon hasta quemar el último cartucho, se toma conocimiento que la fiscal chilena recomienda la extradición de Kenya Fujimori para que vuelva a su lugar natural, la cárcel, por la comisión de varios delitos contra los derechos humanos. Poco pueden las pseudo explicaciones de sus adláteres o parientes y de nada valen, tampoco, las fiestas interesadas que celebran la prolongación de sus pretextos bien avituallados por dólares del imperialismo. El nipón que gobernó con Montesinos el Perú se lo tiene bien merecido.
 
Lo fundamental ha sido dicho: la justicia sureña ha encontrado mérito suficiente para que aquél sea extraditado y juzgado en Perú. Nunca se pudo llevar a cabo semejante tarea porque Kenya ¡se las picó! y “renunció” a través de un fax felón y desde muy lejos. No obstante aquello, hay un sector electoral importante que juzga que el ex presidente aún merece su respaldo. ¡Cosas de la democracia! 
 
Y si se consigna el hecho que los seguidores de Kenya Fujimori tienen representación parlamentaria concreta y numerosa, es obligatorio también informar lo que todos saben: que los impugnadores profesionales y dedicados a tiempo completo al acápite Fujimori, no tienen electorado y pertenecen a grupúsculos huérfanos de calor popular, salvo aquella mascarada producto de la fábrica que nace en las redacciones de los medios de comunicación. Minorías sin ningún otro respaldo que los recursos copiosos que llegan de fuera, tienen en sus manos, temas picantes que impactan bastante en la opinión pública contemporánea. Esta es una visión objetiva de fácil comprobación. 
 
Ha dicho la señora Keiko Fujimori, cuyo juicio no es imparcial, que ni los políticos ni nadie puede o debe juzgar a su padre Kenya. ¿Está muy golpeada o cree que en Perú todos son estúpidos redomados e irredentos? La dictadura que condujo el nipón que es su progenitor envileció todo en el país. La justicia tornó en ejercicio hábil de delincuentes coimeros y extorsionadores; la política transformó a los partidos políticos en clubes peticionarios y tímidos; la moral asemejó a una idiotez de bobos; el patrimonio nacional trocó en obsequio vía concesiones tramposas y desleales para con el destino geopolítico del Perú y, en líneas generales, el primate abusivo, para circo y pan de mayorías narcotizadas, se convirtió en la singularidad de un decenio en que los ladrones hicieron sus delicias y los hampones el reino de la impostura. ¿Qué decir del Perú histórico y de relación geopolítica con sus vecinos? Simplemente perdimos la guerra con Ecuador, firmamos una paz desdorosa; concedimos cuanto fue posible a Chile y he señalado en múltiples oportunidades la deshonra de noviembre de 1999 en Arica y así por el estilo con privatizaciones y festivales en que se canibalizó al cuerpo nacional. Entonces ¿cómo no juzgar y condenar, sin atenuantes y sin tribunales formales, al japonés que protagonizó la dupla delincuencial con Vladimiro Montesinos? 
 
El tema Kenya Fujimori está por encima de las causas judiciales. Ha constituido un baldón para la democracia del Perú. Dirán sus fanáticos que hay carreteras, obras, escuelas, construcciones. Es cierto. Pero también hay remate de empresas estatales a precios vergonzantes; concesiones, como la del Aeropuerto Jorge Chávez que es una ¡Estafa al Perú! porque ha posibilitado la jaculatoria ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas!; Camisea en que unas empresitas hicieron un gasoducto fallado y cuyas consecuencias empiezan a asomar en el horizonte; y así como éstas, muchas otras barbaridades prohijadas, defendidas y perpetradas durante la dictadura. 
 
Muchos de nuestros “ilustres” políticos nacieron a la celebridad haciendo negocios pingues con el fujimorismo y luego se pusieron máscara de opositores y hasta fueron parlamentarios. No pocos sinverguenzas hoy con antifaz, formaron parte del rol de pagos de planillas que compraban al peso a mermeleros al por mayor y hoy son los que alzan el dedo acusador como para tapar la gigantesca mácula de sus conciencias sucias. ¿Cuántos embajadores inmorales, cómplices de ese régimen, sirven hoy alpresente gobierno? Baste nombrar al padre de la mafia, Alfonso Rivero Monsalve, angelito que gracias a su santidad, hoy “representa” a Perú ante el Estado Vaticano. ¡Dios nos coja confesados! 
 
Esperemos lo que la justicia chilena determine. Pero no pequemos de cicateros y seamos, por una vez siquiera, generosos en la rectitud contundente de nuestra condena a quien fue el representante de lo más inmoral y sucio que tuvo un gobierno no hace mucho. Ese individuo se llama Kenya Fujimori. 
 
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera! 
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz! 
¡Sólo el talento salvará al Perú!
 
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