canchaya  pan y circo

Por Herbert Mujica Rojas

 
En medio de su cuasi generalizado y ultramiope horizonte cultural y político el Establo de la Plaza Bolívar ha estudiado con cinismo la psicología del pueblo al que pertenece y, llegando a la conclusión inefable que basta con dar un placebo en forma de suspensión de sus derechos legislativos y casi con la cabeza en la guillotina a la parlamentaria Canchaya, ha contentado a las fieras que desde los miedos de comunicación, en rara sintonía, y la gente, vienen “clamando” por una “señal” de “disciplina”. Hacen mal los precarios inquilinos de este recinto con apenas 2% de aprobación ciudadana.
 
Una sola pregunta: ¿por causa de qué al congresista Menchola no se aplica, siendo su causa casi idéntica a la de Canchaya, igual pena? El derecho dice que a igual delito, igual punición, pero nada indica que el curso lógico se verifique en los días corrientes. Antes bien, arrojaron desnuda de cualquier protección y amparo a Canchaya para que vea cómo resuelve, si puede, su “caso”. 
 
El pan y circo romano se repite grotescamente en el Parlamento. Ni la experimentada presencia de legisladores que parecen parte del mobiliario del Establo y que viven a costa del Estado por lustros completos y menos la renovada escuadra de apellidos distintos a los anteriores, pero con iguales o peores taras, salva el honor bastante anémico de este Congreso. Casi está a la altura, nivel ínfimo, de cualquiera de los anteriores y estos eran bastante malos por decir algo benévolo. 
 
¿Por causa de qué el Establo ha vuelto a ser el recinto del cual hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de ser parte de semejante corporación al decir tremebundo de Manuel González Prada? Por una razón fundamental: casi ninguno de sus integrantes entiende que el Congreso debiera ser expresión majestuosa en defensa y discusión de los temas esenciales del drama nacional. En el año que están por cumplir no han tocado ¡ni uno solo de estos! 

El gasoducto-estafa de Camisea falla constantemente, contamina el medio ambiente, mata especies en ríos y campos, constituye un grave peligro para el cual se improvisa una empresa de origen germano y sobre la que hay pocos antecedentes y a ésta se confía una auditoría que necesita de verdades y no maquillajes. Pero el Congreso es ajeno al asunto. 

Quince días atrás, la ministra de Transportes, la consumada mentirosa Verónica Zavala Lombardi, señorita que alegremente dispuso de 5 millones de dólares y los depositó en un banco que luego quebró y a quien se halla mérito para ser enjuiciada penalmente, bailó literalmente sobre la ignorancia académica de los legisladores de la Comisión de Fiscalización y ¡no pasa nada! La empresita LAP sigue boyante en sus entuertos, se pretende consagrar una especie de addenda No. 5 que persiste violando el contrato de concesión y el Parlamento ¡bien gracias! Dicen que hay una comisión investigadora pero nadie sabe nada.

En Tacna, pocas semanas atrás, la policía peruana parecía custodiar lo que los chilenos dicen son los límites territoriales de ellos con Perú, en el Hito No. 1, y en el Congreso no hay expresión inteligente de un análisis geopolítico real, firme, valiente, sin quintacolumnismos y traiciones. ¡Peor aún, se celebra el no “inquietar” a los vecinos del sur! ¡Cómo si Perú y no Chile hubiera invadido y zurrado sus reales sobre el genuino límite en Concordia como lo previó y estableció el Tratado de Lima y su Protocolo Complementario del 3 de junio de 1929! Pero ¡por supuesto, todo este bagaje de conocimientos es materia extraña a los inquilinos del Congreso! 

¿Cómo pretenden con tan miserables credenciales superar ese paupérrimo 2%? No depende de un cuadro político como Mercedes Cabanillas, cuyos esfuerzos visibles, han caído en saco roto. Un Porsche no sirve en Lima ni en Frankfurt si la tripulación es présbita, torpe, ignorante y cuasi analfabeta. Por desgracia, así van directo al despeñadero. Y se sabe que hay más de uno que piensa en una solución, si así se puede llamar a una barbaridad, al estilo 1992 que, con infinito apoyo popular, le puso candado al Congreso. Entonces la gente escupía a los senadores y diputados que protestaban porque les habían enajenado el predio. 

Canchaya, hay que decirlo, sólo ha sido pan y circo para las fieras. Nada más.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
 
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