El embajador comeguanohugootero
por Herbert Mujica Rojas


El gentilicio comparativo, enderezado al representante del gobierno en Chile, Hugo Otero Lanzarotti, no es mío. Pertenece al acervo filudo de César Hildebrandt. Y aludió así al publicista que funge de embajador en el país del sur cuya actuación empieza a dar visos de ignorancia palmaria y torpezas cuestionables.
Cuando Otero ayer agradecía la ayuda humanitaria de Chile referida a los damnificados por el sismo del miércoles, se lució con la pronunciación perfecta de los agudos y corte de eses y la entonación cantante del dejo sureño. No extrañe que en cualquier momento, en tiempos de globalización y hermandad, que los chicos de Morandé 80, le nombren, a su vez, embajador itinerante en Perú.

La difícil vecindad entre Perú y Chile, no es un asunto que pueda ser tomado a la ligera so pretexto de inexistentes relaciones de 500 años de historia o de argucias ante cancillería de La Moneda para impedir la emisión de documentales chilenos que sí fueron, poco después, vistos y criticados y con la evidencia del desdoroso mal paso de nuestra representación diplomática en Santiago. Con la modesta excepción
singular nuestra, nadie ha comentado este acápite.

Escribió Hildebrandt: “El señor Otero ignora qué significa la palabra eventual. Ignora también la historia. Por eso habla de quinientos años de relaciones. Hace 500 años Chile era un apéndice olvidado de un virreinato que había elegido a Lima como centro administrativo. Aquella capitanía encerrada entre el océano y los Andes miró con codicia al norte casi por necesidad y claustrofobia. Luego convertiría la rapiña
de su cóndor emblemático en un principio de su geopolítica. Y el Perú y Bolivia serían sus víctimas recurrentes”. (Gallinas felices, La Primera, 14-8-2007) Y agregaría que aquél no toma pisco, sinónimo de Perú, sino liba chupilca del diablo.

El embajador político pertenece a un partido de viejos lazos fraternales con sus pares o similares chilenos, el tándem Apra-Partido Socialista, reconoce hasta un canto común: la Marsellesa. Y eso, arguyen, representa garantía única y convincente para toda clase de arreglos. Sin embargo, olvidan, los cacareadores vernáculos de la integración continental que el gobierno socialista de Chile es más chileno que socialista. Y allí se acaba el disparate. Pruebas abundan y millones de dólares invertidos en la compra de armamentos también. Para mayor certificación, su gestora más importante, cuando fue ministra de Defensa, es la actual presidenta, Michelle Bachelet.

¿Para qué se arma hasta los dientes y el cabello un país, si no es para atacar a otro u otros, como ya ocurrió en el pasado? Bien dijo Hildebrandt que los peruanos de hoy no somos los de 1879 o de 1836. Una lamentable constante histórica que el mismo colega subrayó, es que hoy seguimos contando con los quintacolumnas y proditores todoterreno que fabrican pretextos y cortinas de humo de múltiple calibre. Como, por ejemplo, los topo-traidores de la Convención del Mar.

Pero hay un hecho sobre el que se ha hecho casi nulo comentario. Meses atrás, el inapropiadamente titulado documental televisivo “Epopeya” fue impugnado por el gobierno peruano ante Chile por el embajador Otero. El resultado fue un fiasco porque, como debía ser, éste fue visto aquí y se comprobó un bodrio plagado de inexactitudes antiperuanas. Pero, el asunto es que, cuando se quiere dar relieve a cualquier cosa, entonces se hace ¡precisamente! cualquier cosa. ¿Cuál fue la intención, a sabiendas de su probable como rotundo fracaso, del portavoz que comprometió al gobierno peruano? ¿Han evaluado este desmán en Torre Tagle? Esta clase de estupideces, sólo lo son en apariencia, porque a nadie escapa la experiencia de todos los involucrados en este infeliz capítulo del que nadie habla porque hay amigotes cómplices en los medios de comunicación.

La tarea de Otero es, en estos momentos, sumamente delicada. Pero el ojo alerta del Congreso no debe descuidar los dislates de que ha hecho gala ya el señor de marras. Si no es capaz de comprender, por encima de nacimientos fortuitos, simpatías acendradas, familia mayoritariamente allá, cuál es su deber por respeto a los 26 millones de peruanos y a la historia y sus mártires, debe licenciarse ¡en el acto! al personaje y ubicar en la embajada en Santiago a alguien capaz de tener pantalones y una irrebatible defensa del Perú.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!

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