Herbert Mujica Rojas
 
La pertinente pregunta nunca se formula sotto voce. Hay que tomar —dicen los cínicos— con prudencia informaciones tan delicadas como esa. Lo normal, en un país con apego al civismo y a la cultura como a la política entendida como docencia, es que el legiferante cobre y viva de acuerdo a sus ingresos.
 
politicos ladrones
 
En Perú la ecuación no sirve. Desde hace muchas décadas, por no decir casi siempre, ha existido una patota legisladora —de abuelos a nietos—, capaz de recibir un emolumento pero vivir con los signos exteriores de riqueza de cuatro o cinco sueldos. ¿Por qué es la interrogante?
 
Por estos días dos alanistas connotados, uno sesentón y el otro muy joven pero igual de aventurero y descarado, hicieron conocer sus apetitos por la silla congresal y esgrimieron una controvertida “razón”: necesitan vivir de algo, ergo, ser parlamentario no soluciona temas del país ¡qué bah! sino hambres personales, ambiciones protervas y con la exhibición de una falta desvergonzada de moral o ética.
 
Entonces hay que suponer que el monto aproximado de US$ 10 mil que ganan estos representantes no basta y es modesto. Para muchos, el sueldo mínimo resultaría excesivo para premiar la estulticia congénita de los que hemos conocido como congresistas.
 
Hay gestiones que están dentro del archiconocido tráfico de influencias, deporte que practican o lo han hecho, decenas, cientos o miles de parlamentarios. Citas con ministros, presión a titulares de entidades públicas, gestiones diversas y variopintas a todo nivel y de cobertura nacional, son parte del menaje cotidiano en que se zambullen no pocos legisladores. ¿Las leyes, sus proyectos, el respeto a electores, acaso importan un bledo?
 
Pero, como en Perú somos magos, por arte de birlibirloque, no pocos congresistas obtuvieron de las partidas para representación o del sueldo de asesores y secretarias, el reparto de los peces y los panes, aunque éste no fuera un acto de bondad en la materia que nos ocupa, sino de delito puro. ¡Con un sueldo “ganaban” tres o cuatro ujieres! Y la inclusión de queridas, queridos, amantes, primos y primas tampoco ha resultado maña ajena a la magia de estos individuos.
 
Otra pregunta de cajón estriba en saber si ¿las actividades antedichas a nivel del Ejecutivo y del personal son altruismo o negociado en puridad de verdad? Memoria hay como para que algunos recuerden de escándalos con nombre y apellido, carterazos a diputados y senadores, viajes con asesores cama adentro y mediocridad vulgar por todo lo alto.
 
Por eso la sociedad civil ha llegado a considerar al Congreso como una tara vil y deleznable. Cuando lo cerraron ha poco, el júbilo fue estentóreo, la sensación de castigar a inútiles tornaba realidad. La Comisión Permanente no está exenta del repudio ciudadano.
 
¿Cuántos de los nuevos parlamentarios exhibirán honesta carta cívica y saldrán tan pobres como cuando entraron? Difícil predecirlo, sí hay que exigir sindéresis y limpieza. Perú no puede ser la chacra en que zánganos y vividores hagan de las suyas mientras exista hambre, tristeza y desatención de vastos sectores sociales que, encima, deben aguantar trapacerías de los hombres y mujeres públicos.
 
Los alanistas que profirieron sus mugres de manera pública ya no tienen remedio. El alanismo pudrió la cosa pública peruana, le dio forma de discurso y oropel en las tribunas. La estupidización de las masas apristas aún se nota en los tartufos que defienden como heroísmo la cobardía del suicida. El otrora gran clarín de lucha popular contra la injusticia anemiza sin horizonte y pleno en desconcierto y plagado de rateros. Si Haya de la Torre viviera, arrojaría a latigazos a los ladrones.
 
15.01.2020
 
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