Escribe: Milcíades Ruiz
 
En su recorrido alrededor del sol, nuestro planeta siempre empieza a inclinarse en sentido contrario a su posición anterior en cada equinoccio. En marzo pasado eso marcó el inicio de otoño para el hemisferio sur y el de primavera para el hemisferio norte. Desde entonces, cada día que pasa recibimos menos tiempo de luz solar hasta el 21 de junio que tendremos el día más corto del año, cuando la inclinación llegue a su punto máximo, 13 grados, marcando el solsticio de invierno. ¿Y qué tiene que ver esto con la crisis actual que nos agobia? Veamos: 
 
 
cosecha liliaceas
 
Estamos en un momento en que el coronavirus nos ha obligado al embalsamiento social de circulación. Se impide la salida por un lado, pero por otro se agrieta el atajo que, si se rompe, el daño de la avalancha podría ser peor. Los agricultores peruanos tienen experiencia ancestral y por eso, antes de que ocurra una desgracia, canalizan el agua para un desfogue sin daños.
 
Por analogía podríamos decir que la cuarentena era y es necesaria para salvar la circunstancia, pero que no puede mantenerse más de lo necesario porque sería contraproducente. Entonces se tiene que buscar salidas inteligentes que minimicen los daños, aflojando los amarres estratégicamente, con sumo cuidado. De esta habilidad depende lo que suceda.
 
En la naturaleza, todo está relacionado y cuanto mayores son los acontecimientos mayores son las repercusiones involucradas. Es obvio que el cambio de estación climática repercute en la biología, incluyendo virus, y que, pronto sentiremos el rigor climático en las vías respiratorias, lo que nos expone a mayores riesgos de contagio. Pero en esta nota quiero resaltar las repercusiones de la crisis en la economía agraria, donde están los más pobres y son mayoría nacional.
 
A diferencia de otros sectores donde los negocios se pueden reanudar en cualquier época del año, en el caso de la agricultura todo está ligado a las estaciones climáticas y tiene un calendario que no se puede modificar. En mayo, empieza el grueso de las cosechas, que mayormente vienen de las zonas de cultivo mediante lluvias (secano), donde están las comunidades más empobrecidas. Aunque tuviesen agua de riego, el clima les dirá no.
 
Habrá entonces por ahora, abundante comida, pero….. ¡Ayayay! Con la circulación restringida y la población sin liquidez, ¡Agárrate Catalina! Ni los bonos salvarán de la ruina a los campesinos. Los precios caerán por debajo del costo de producción y ni siquiera valdrá la pena sacar las papas de los surcos porque no habrá compensación de gastos. Los productos perecibles como tubérculos, raíces, frutales y verduras no se pueden almacenar mucho tiempo esperando que mejoren los precios.
 
¿Alguien del gobierno se está ocupando de este asunto venidero? Después de junio ya no habrá más cosechas importantes. La nueva siembra será en octubre cuando llegue el agua de lluvias, pero no habrá dinero para las siembras ni para semillas, ni manejo de cultivos. La cadena de suministros se resentirá. Mientras tanto, ¿De qué vivirán las familias rurales, las mujeres en gestación y los niños? Y no sabemos lo que nos deparará el cambio climático para la próxima campaña agrícola, porque si hay sequía, mejor ni pensarlo.
 
Los neoliberales quizá dirán: ¡Que se frieguen por incompetentes! Y Vizcarra que reparte plata sin rigurosidad para tener a todos contentos y subir en las encuestas, quizá para entonces ya no tenga caja, y aunque pida dinero prestado a los organismos financieros neoliberales que nos condicionan políticamente, ya será tarde para el mundo agrario. El gobierno estará más ocupado en apagar incendios que surgirán por otras partes y la campaña electoral nublará todo.
 
Pero todo problema trae consigo su propia solución y algo se puede hacer desde el gobierno y fuera de él, pero si no hay decisión de las partes sufriremos la cobardía. La deshidratación de alimentos es una alternativa ancestral para los malos tiempos. Se puede almacenar para sacar según las necesidades, donar a los que sufren hambre y envasar para mejorar precios vendiendo al extranjero que estará urgido de alimentos.
 
El gobierno de Velasco tenía por política comprar los excedentes de papa y almacenar en las alturas de la serranía para sacar de a pocos, conforme mejoren los precios. Algo similar se puede hacer si hay voluntad política. Guardar papa seca y molida para carapulca puede salvar el hambre escolar, pero también se pueden deshidratar frutas y hortalizas. Tenemos una gastronomía amplia y todo se puede deshidratar preventivamente.
 
Pero también los agricultores, agroindustriales y organismos privados pueden apoyar y trabajar coordinadamente con los programas sociales. Es momento de un gran emprendimiento nacional para afrontar la crisis. Por su parte, los agentes económicos del agro, desde productores hasta industriales y exportadores, proveedores y todos aquellos que viven del agro, tienen que luchar unidos. Juntarse no para lamentarse sino para actuar.
 
Y no es que el problema agrario no tenga que ver con los citadinos. Después de todo el agro es el que alimenta a la población nacional y si el agro las pasará mal, las consecuencias también las sentiremos los consumidores. Entonces sería bueno que dijeran algo los que trafican políticamente con los argumentos de soberanía y seguridad alimentaria. Ojalá que en este 1° de mayo se acuerden que los campesinos también son trabajadores, y no solo los obreros.
 
Los trabajadores agrícolas también lucharon por la jornada de las ocho horas y los sindicatos campesinos se sumaron al paro general que culminó con su establecimiento oficial. Precisamente se cumplen 100 años de la huelga que ellos emprendieron en las haciendas Vista Alegre, La Estrella, Carapongo, Huachipa, Ñaña, Naranjal, Infantas, Caudivilla, Punchauca y Pro. El pliego de reclamos de los braceros incluía aumento de salarios y beneficios sociales.
 
La crisis proletarizará a muchos de nosotros, pero con cuarentena o sin ella, no eludamos nuestra responsabilidad de actuar como lo requiere este momento histórico, desde el puesto en que nos encontremos. Coraje no faltará. O sí.
 
Abril 28, 2020