Por: Luis Luján Cárdenas, sociólogo

En el mundo del mercado libre, la propiedad privada y la “democracia” todo se vende sin importar el bien común. Solo interesa el lucro, la ganancia, la utilidad, el dinero y el poder. Y dado que vivimos en una sociedad dominada por el capital, todo tiene un precio y todo se compra, y ahora incluso el agua, que ha comenzado a cotizarse en Wall Street, en los futuros del agua en California, Estados Unidos.

 

Sociologo Luis lujan

 

No interesa su valor socioambiental, interesa más su valor económico y político, como el oro, la plata, el petróleo, el algodón u otra materia prima. No importa que sea el principal y vital recurso de la vida y el planeta. Imagino, especulo que más pronto que tarde, en la lógica capitalista, el aire tendrá igual destino.

Como se sabe, en la Bolsa  se negocia libremente la compra y venta de valores, tales como acciones de empresas, bonos públicos y privados, certificados, etc. En este caso, en California  ―debido a la escasez de este recurso natural― las licencias, permisos o derechos de agua se ponen a la venta al mejor postor; esto es, cualquier ciudadano u organización jurídica podrá adquirir estos derechos a futuro con afán de lucro, sin importar su consecuencia socioambiental.

Según economistas y financistas liberales, la puesta del agua en la Bolsa de Wall Street permitirá tener un precio internacional de referencia que fluctuará según la oferta y la demanda, como cualquier y simple materia prima o commodities, en una completa deformación del valor del agua. Afirman optimistamente que mejorará la gestión del agua, incentivando su uso racional y eficiente, mejorando la gestión del riesgo ante la escasez hídrica, donde el excedente podrá ser vendido en la Bolsa.

Esta decisión en California afecta o contradice la política hídrica pública de la mayoría de los gobiernos del mundo y de las Naciones Unidas, que consideran el agua como un bien público y estratégico, no privado, cuyo acceso y uso es un derecho humano, factor clave para vencer la pobreza, lograr el desarrollo humano sostenido, preservar los ecosistemas y fortalecer la resiliencia ante el cambio climático.

Muchos empresarios se frotan las manos porque con el transcurrir del tiempo, el agua valdrá su peso más que el dorado metal, con el aumento de las ciudades y la población, el incremento de la demanda de alimentos y energía, la deforestación de los bosques, el desarrollo de las diversas actividades económicas y la industria, la globalización de la contaminación y los efectos del cambio climático.

Significará no solo pingües ganancias sino también poder político y de dominio, como ha venido sucediendo con el petróleo por ejemplo, provocando guerra e invasiones, especialmente en el Medio Oriente. La especulación del precio del agua por grandes intereses particulares (a propósito, EE.UU. y China son los principales consumidores de agua, agentes contaminantes y actores decisorios en el mercado y la economía mundial) podría tener graves consecuencias en la brecha social entre países pobres y ricos, la estabilidad global y el futuro ecológico del planeta.