Herbert Mujica Rojas

Algunos ciudadanos, voluntariosos ellos, confunden el puesto público electivo –congresista, edil, alcalde, presidente regional o nacional- con tarimas desde las cuales pueden impulsar dinámicas comerciales o rentables, es decir, grandes negociados para ellos y sus adláteres.

 

coima bajo mesa



Por definición esos cargos tienen relación directa con las responsabilidades que el pueblo encarga y que se refieren a trabajo, educación, salud y también a urbanismo, seguridad y demás múltiples temas de cada responsabilidad.

Lo correcto debiera ser que cada servidor público diese todo de sí y, además de gozar con el sueldo puntual, los protocolos de saludo y despedida, invitaciones a múltiples reuniones, cobertura de prensa escrita, radial y televisiva, auto con chofer, pelotones de secretarias y brigadas de asesores, también hiciese de su trayectoria un culto al trabajo por y para el pueblo que lo eligió.

La realidad es más dura que nuestra concepción ideal de un magnífico servidor público.

¿Cuántos alcaldes, presidentes regionales o nacionales –algunos en la cárcel, detenidos o con amenaza de extradición- tenemos en Perú? Me atrevería a decir que hay decenas de denuncias, algunas muy graves y la comisión de delitos es ¡simplemente vergonzosa!

Los signos exteriores de riqueza también son imponentes y detallan cuán impúdicos pueden ser las pésimas autoridades públicas. Que alguien que gane no más de S/ 10 mil soles al mes, renueve auto, adquiera propiedades inmobiliarias en barrios elegantes y en playas exclusivas, llama a sospecha. A menos que se ganen la lotería, lo cual ocurre con poca frecuencia.

La modalidad del testaferrato –otros figuran y no el real dueño- es muy común. Adelantos de herencias cuantiosas que nadie sabe de dónde llegaron si los antecedentes dicen otra cosa, igual.

Hay quienes se consuelan diciendo que “se roba pero se hace obra”. Poner el delito a la par con el trabajo devoto, es simplemente un acto vil y cobarde.

Otros, no menos pícaros, musitan: “así es la política”. Por eso hay renuencia y alergia a trabajar en la política que es el arte de la concertación y de lo posible. Politiqueros baratos tenemos a montones, escasez de los nobles y honestos, sí que hay marcadamente.

El servidor público al asumir un cargo debiera dar cuenta pública de sus bienes. Y al salir lo propio y explicar los desbalances tan groseros de que son protagonistas estos mismos personajes.

El reto estriba en deshacer la creencia popular que ser un fautor de negociados es ser “vivo”. Entendiéndose por “vivo” al ingenioso y astuto. El ratero o ladrón es por definición inescrupuloso y taimado, un simple criminal.

 

03.05.2022
Diario Uno
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