Herbert Mujica Rojas

Décadas atrás, los exámenes para cualquier opción laboral, docente, investigación, estudio, etc., incluían la prueba de comprensión de lectura.

 

mala comprension lectura


Con el pasar de los años, aparecieron los sabios lectores de titulares periodísticos, cuya imaginación, sin leer contenidos, prefiguraba un desarrollo de acuerdo a sus inclinaciones personales. Leían A y terminaban en Z, cual teléfono malogrado.

No sólo eso. Deducen algunos subnormales que leer la primera plana de un diario es un tema peligroso por el riesgo de “contagiarse” de su línea editorial.

Otros, no menos idiotas, meten en un mismo saco a todos los periodistas y concluyen, luego de magno esfuerzo mental, que los redactores son devotos de un patrón de pensamiento único. En castellano mondo y lirondo: “comunistas, topos, senderistas, violentistas”.

En tiempos como los actuales en que la cacería de brujas se aplica por quítame estas pajas y si cargas algún dinero, te detienen e ipso facto, eres sospechoso de financiar el alimento y vituallas diversas que los manifestantes requieren, como cualquier otro mortal.

Bien se ha dicho, también, que las donaciones cuantiosas que recibe en efectivo la PNP no son explicadas ni contabilizadas. ¿No es el Estado quien debe cubrir todos los gastos de esa institución?

La hipocresía torna miope y selectiva, y en algunos casos, sí ve y acusa, y en otros se hace de la vista gorda.

Nuestros intelectuales de quiosco, diestros fabricantes de consultorías desde las ONG, tienen mejor preparación pero se cuidan de aplicar ese margesí valioso, siempre y cuando no se choque con el sistema que nutre sus bolsillos. ¡No toquen al status quo es su grito de guerra!

La sublectura o comprensión deficiente, es más notoria en estos tiempos de Internet pero podría recordar un par de circunstancias muy divertidas que me narró Andrés Townsend sobre el ambiente parlamentario.

Un discurseador y elocuente legislador habló sobre la política del laissez faire y laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) y el taquígrafo del Congreso, lo transcribió como “la política de Lucifer”.

En otro pasaje de su alocución, detalló una circunstancia por la cual metieron a alguien a la cárcel por estúpido. El inefable taquígrafo no se convenció de la fuerte palabra y transcribió “lo metieron a la cárcel por estupro”. Que es algo muy diferente ¿no?

Umberto Eco, el desaparecido escritor italiano afirmó: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas", comentó el Premio Príncipe de Asturias, en declaraciones tomadas por el diario italiano La Stampa en junio de 2015.

Tengo, con la modestia del caso, mis propias anécdotas. Suelo remitir la primera plana de Diario Uno y también la página que contiene mi artículo diario. El afán es simple, que se lea, critique o rebata, en buen castellano, redacción entendible y así elevamos el nivel del debate.

Pero ¡oh sorpresa! Tengo admiradores que ven el titular y ya sentenciaron y, peor aún, me condenaron con dicterios de diverso calibre, pero no superaron el requisito indispensable de ¡leer! ¿Qué se puede esperar de fanáticos iletrados de esa tribu?

Años atrás me topé con un emprendimiento académico en que estudiantes universitarios se lanzaron con devoción a una tarea: forjar los rudimentos de lectura, su análisis, su adentramiento en parajes literarios y, ciertamente, el enriquecimiento de los talentos y capacidades críticas de los receptores.

Si el Estado es incapaz de cumplir una de sus misiones fundamentales e ineludibles, que jóvenes lo hagan, ya representa de por sí una estupenda apuesta por el porvenir que nos debe muchas victorias al decir del gran maestro Manuel González Prada y también un gesto y gesta encomiables.

La capacidad crítica sólo se construye poniendo a disposición de los más niños, las herramientas que les provean las habilidades de distinción, opinión, diferenciación.

Quien siembra en primavera, cosechará en el decurso de su desarrollo, satisfacciones y observará cómo los adalides empiezan a brotar raudos y firmes, plenos y convictos de sus ideas, también prestos a trocar o renunciar a ellas si encuentran otras superiores. Ese es el valor de la lectura y nada puede reemplazarlo.

Por generaciones la lectura mecánica, sin chance de interpretación o identificación con los derroteros que los autores proponen, ha conseguido seres adormilados, ineptos para distinguir entre lo bueno y lo malo, huérfanos de horizontes nacionales.

Dicho sea de paso, que la lectura siendo ejercicio y dinámica, tampoco deja de ser un derecho. Diría, un derecho humano.

 

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03.02.2023
Señal de Alerta-Diario Uno