Herbert Mujica Rojas

El Estado es refugio de no pocos pillos y delincuentes y también es un botín para las bandas de cuello y corbata.

 

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Hay profesionales que tuvieron incólume la idea de trabajar por y para el Perú, pero apenas llegan a la administración pública y la maraña corrupta los absorbe y desorienta, neutraliza y, en algunos casos, los convierte en operadores.

Además, se plantea la disyuntiva terminal: “así son las cosas y si no te gusta, te vas o te echamos”.

¿Cuántas personas de bien, claudicaron y se unieron a la marea negra? El cuentazo que no roba, pero que se hace de la vista gorda, o sea “no ve”, es indicio de complicidad sucia.

La “justificación” que “todos hacen lo mismo”, puede leerse así: mal de muchos, consuelo de tontos.

La tragedia es que, hasta donde yo sé, ¡no hay una sola dependencia del Estado sin denuncias de corrupción en su portafolio!

Poderoso señor es don Dinero.

La corrupción empobrece al pueblo peruano porque el botín principal es el inmenso cúmulo de negocios que se plantea desde el Estado y vía diferentes gobiernos.

Licitaciones públicas con dedicatoria y a veces como postoras únicas. Empresas poseedoras de capitales sociales ridículos, sin experiencia, trayectoria y con tan sólo el potente respaldo de abogánsteres especializados en trampas y trucos.

Negocios con contratos que dejan al Estado nacional sin armas para reclamar o en condiciones desfavorables frente al concesionario o proveedor.

A veces (numerosas ocasiones) las propias instituciones estatales son absolutamente ineptas para aplicar la defensa del Estado porque o son cómplices o incapaces de mostrar energía y sucumben ante medidas cautelares que muestran al caco como la Madre Teresa, bondadosa y cristiana.

La última medida del Tribunal Constitucional en torno a los impuestos adeudados por grandes empresas y que le costarían al Perú una pérdida de más o menos S/ 12 mil millones de soles dejados de cobrar a los remisos, es una muestra rotunda de cómo dispararse a los pies.

¿Paga el pueblo peruano para que unos pillos y sus secuaces hagan lo que les venga en gana?

No hay forma de dudar que alguien gratifica esos servicios que resultan más baratos que honrar la obligación con el Estado peruano. Ciertamente ¡eso le importa un bledo al delincuente!

¿Y dónde están los fautores de semejantes actos criminales?

Se guarecen y mimetizan en el mismo aparato estatal.

Preguntémonos ¿por qué funciona tan mal el Estado? y también inquiramos ¿por qué la corrupción es tan “eficiente” esquilmando los dineros públicos?

La literatura de las grandes mafias de importadores que necesitan un país primario sin industria propia y con gentes confundidas hasta el tuétano, aparece en prensa escrita, radial y televisiva. Sus genios nos alertan porque “no hay que espantar la inversión privada”.

¡Jamás hablan de cómo es que Perú hace muchos productos que se importan a precios insólitos y con volúmenes que absorbe el Estado en ministerios clave en su vinculación con grandes masas ciudadanas!

¿Hay algún examen exhaustivo y riguroso al milímetro de todo lo que se importó con el pretexto del covid19? A la par: ¿hay registro de cuántas empresas peruanas quebraron con el trágico saldo de miles de hombres y mujeres desempleados y con obligaciones?

El pueblo ha inventado en su prolífica creación popular, un término: “coimisión” que designa al delito de receptación inmoral por parte del funcionario público.

El secretario que “fondea” expedientes y que pide dinero en “nombre” del juez; las autoridades que cobran por soltar a delincuentes o no registrarlos para que sigan con su vida en el hampa, son parte de miles de figuras muy comunes que nadie cuestiona porque “así es el Perú”.

Garrulería abundante en forma de lenguaje abogadil para disimular desverguenzas es usada por las burocracias. Se trata de que la gente no se entere. O no entienda, sin embargo siempre hay un periodismo atento y capaz de estudiar las pillerías de los habilosos enquistados en el aparato estatal.

Con un pueblo aguerrido y en pie de lucha contra la corrupción, seguiremos brindando desde la tribuna de Diario Uno, informaciones que puedan ser elementos de juicio para detener negociados y castigar a quienes han hecho del Estado un refugio de pillos y delincuentes.

El porvenir nos debe una victoria sentenció Manuel González Prada después de la guerra con Chile.

Perú debe darse su propia respuesta y esta pasa por una limpieza integral y sin compasión para conseguir un país libre, justo y culto.

 

02.03.2023
Señal de Alerta