jorge del castillo

Rudo y cavernario llamado de atención recibieron del ministro Jorge Del Castillo autoridades piuranas cuando participaban en la instalación de la mesa de diálogo sobre la actividad minera en esa zona del país este 29 de octubre. Al escuchar ciertos ruidos, el ministro espetó enfadado y en todo muy duro y arrogante: “ni aplausos, ni gritos, ni silbidos”, tras lo cual nadie atinó a reclamar ante el maltrato del ministro y pedirle que se dirija de buenas maneras a los presentes.

 Al escuchar ciertos ruidos, el ministro espetó enfadado y en todo muy duro y arrogante: “ni aplausos ni gritos ni silbidos”, ante lo cual nadie atinó a reclamar ante el maltrato del ministro y pedirle que se dirija de buenas maneras a los presentes.


Lo que trasluce en realidad esa reacción despectiva y de gran fastidio en Del Castillo es el hecho de tener que conversar sobre Majaz, pues el ministro más parece representante de la empresa minera que del gobierno. Ya daban por hecho el trato, pero la organización de los pobladores para rechazar el proyecto ha resultado una espina que hace bufar a Alan García.

Ya no recuerdan sus tiempos

Nada justifica ese trato, con mayor razón si se trataba de personas reunidas en una actividad interinstitucional, con el agravante de Del Castillo es un funcionario con uno de los más altos puestos en el poder ejecutivo.

¿No se acuerda Del Castillo de los viejos tiempos del Apra? Por muchos años el Apra no acudía a gritos, silbidos ni aplausos. Eran los pioneros y maestros en el uso de la cachiporra, la manopla, el pirulo, el petardo y toda una gama de armas que empleaban a diestra y siniestra contra desarmados ciudadanos por el sólo hecho de no ser de su partido.

Fueron los apristas quienes inauguraron la violencia política en el país. Por ejemplo, uno de sus históricos rivales fue Acción Popular. Cuando se encontraban ambos bandos en manifestaciones supuestamente pacíficas, los apristas —llamados búfalos— arremetían con sus armas contundentes contra los acciopopulistas. A su paso dejaban contusos y heridos. Tras las lecciones, los acciopopulistas tuvieron que aprender a llevar palos y banderas con cuyas astas se defendían de los búfalos. Hubo no sólo eso, sino extraños incidentes con los asesinatos de los esposos Miró Quesada y Francisco Graña, atribuidos a simpatizantes apristas. En realidad, Apra mantuvo muchas décadas de agitación cavernaria en el Perú.

Teniendo en cuenta cómo se originaron, resulta insólito que ahora pretendan dar lecciones de “civismo” ante hechos que no constituyen ninguna trasgresión inaceptable, y mucho menos un acto violento, pues la reunión en Piura era alrededor de una mesa y aquellas expresiones sonoras no amenazaban salirse del control.