Rosa Bronstein

Unos lingotes de plomo con inscripciones en chipriota minoico, encontrados en un naufragio frente las costas de lo que era Canaán, cuentan la historia de la locura por el bronce de los chipriotas de hace 3.200 años.

 

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Ehud Galili / University of Haifa’s Institute for Maritime Studies

Hace algo más de tres milenios un barco se hundió frente a las playas de Canaán. De entre lo que transportaba sobrevivieron apenas cuatro lingotes de plomo que vinieron de muy, muy lejos, informó un comunicado de la Universidad Hebrea de Jerusalén esta semana.

En realidad, los lingotes fueron encontrados en la década de 1980 y guardados en la Universidad de Haifa, sin embargo, recientemente fueron sometidos a una serie de análisis isotópicos cuyo objetivo era conocer su historia.

Al parecer, los minerales de entre los siglos XIII y XII a. C. traídos desde Cerdeña eran alegremente recibidos en Chipre en donde se convertían en lingotes. Por eso tienen marcas chipriota minoicas.

LOCOS POR EL BRONCE

La investigación de los arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Naama Yahalom-Mack, Ygal Erel, y Ofir Tirsh y Assaf Yasur-Landau de la Universidad de Haifa, publicada. in the Journal of Archaeological Science: Reports, señala el largo alcance del comercio informal en la Edad de Bronce tardía.

Los chipriotas importaban plomo en grandes cantidades, según el estudio, y los sardos se beneficiaban del cobre chipriota que llegaba a ellos desde unos 2.500 kilómetros de distancia.

Pero ¿qué tenían de interesante estos lingotes de plomo para tanta expedición naval tan arriesgada?

El comercio por tierra y mar caracteriza la actividad humana desde la prehistoria y el mar Mediterráneo está sembrado de naufragios que lo prueban. Tan solo en la costa israelí se han encontrado 22 naufragios de la Edad de Bronce. Y la gente importa lo que no tiene.

Chipre carecía de plomo, y también de estaño, y ambos eran fundamentales para hacer bronce.

“Por eso creemos que los chipriotas iban a Cerdeña, y no al contrario”, indica Yahalom-Mack en comunicado.

La teoría de los arqueólogos es que los chipriotas, con una economía floreciente, amaban las piezas elaboradas en bronce, para culto y para adorno, así que eran capaces de navegar largas distancias para conseguir el preciado elemento de la aleación.

También aventuran los expertos que los chipriotas viajaban lejos para lograr el estaño, tan lejos como a la península ibérica, por ejemplo, lo que significaba una jornada desde un extremo al otro del Mar Mediterráneo.

MISTERIOSA INSCRIPCIÓN

Una vez en Chipre, el plomo era marcado y de ahí, parte de él, seguía camino a otros destinos. Porque se ha descubierto que los chipriotas transportaban mucho plomo no fabricado por ellos para uso propio y también para revenderlo, varios naufragios lo atestiguan.

Los arqueólogos dicen que nadie ha descifrado la escritura chipriota minoica temprana, pero aventuran que sobre los lingotes está marcada la primera sílaba del nombre de su dueño.

Este intercambio en el Mediterráneo seguramente comenzó desde los centros palaciegos, por ejemplo, Babilonia o Tiro. Hay escritos que los detallan y naufragios que atestiguan que los grandes gobernantes de la época se mandaban regalos e intercambiaban bienes.

De manera gradual se fue desarrollando un comercio en el que el resto de la población participaba en barcos pequeños y que creció y floreció durante la Edad de Bronce y continuó incluso después de su caída.

Los arqueólogos creen que este barco naufragado en Canaán estuvo activo durante los buenos años de la Edad de Bronce, que fue el comienzo de unas rutas comerciales fructíferas entre el Levante y Chipre que, por cierto, continúan hasta hoy en día.

 

Con información de Sputnik