Seguridad alimentaria

Los alimentos transgénicos, las alergias y el cáncer

Por Luis H. Steinberg (*)

Los progresos de la Ciencia y la Tecnología en áreas tales como la Medicina y el ámbito militar tienen en común la profunda dicotomía entre los beneficios que teóricamente prometen para la vida civil y los riesgos destructivos que flotan como espectros amenazantes para nuestra supervivencia cotidiana.


En uno de sus numerosos consejos, Hipócrates solía repetir de una manera premonitoria: “que tus alimentos sean tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”.

Transcurrieron decenas de siglos desde aquel instante clarificador, y la Humanidad aprendió con un costo muy alto que no resulta del todo inocuo meterse con la Naturaleza.

Incluso Aristóteles captó la esencia del peligro encerrado en el avance ciego del conocimiento científico, cuando sentenció: “la Ciencia sin Conciencia es la ruina del Alma”.

Nada más adecuado para aclarar el punto en cuestión que algunos detalles ejemplificadores del doble sentido de la denominada Ingeniería Genética aplicada a la alimentación.

Según datos publicados en ámbitos científicos internacionales, una empresa de USA, la Delta & Pine, patentó no hace mucho tiempo un gen al que bautizó con el sugestivo nombre de “terminator”.

Esta unidad biológica nacida de la Ingeniería Genética tiene la sorprendente “cualidad” (cuando es incorporada a ciertas semillas) de generar especímenes estériles una vez que se desarrollan como plantas o cereales adultos.

Con esto se logra que el agricultor se vea obligado a comprar nuevas semillas toda vez que desee lograr una nueva producción en sus terrenos.

Pero lo terrible del caso es que ese gen exterminador puede ser arrastrado por el viento dentro del polen de las plantas en cuestión y es capaz de fecundar las floraciones de plantas silvestres y de muchas otras especies utilizadas por el hombre para su alimentación habitual, a las que a su vez transforma en entidades estériles. Es fácil imaginar el tremendo daño que se ocasiona de esta forma tanto a la Naturaleza como a los cultivos vecinos.

Algunas especies herbáceas contienen farmacológicamente una serie de sustancias químicas activas con propiedades tóxicas latentes, pero en cantidades tan pequeñas que por sí mismas son incapaces de producir un daño a la salud humana o animal. Entre dichos compuestos se pueden mencionar a las neurotoxinas, los inhibidores enzimáticos, la tiramina, las xantinas, etc.

Por desgracia, la ingeniería genética puede hacer que esos vegetales produzcan toda esa serie de sustancias potencialmente peligrosas en niveles muy superiores a lo habitual.

Muchos alimentos de origen vegetal contienen proteínas capaces de desencadenar diversos tipos de alergias en quienes los consumen. Los procedimientos de manipulación genética (MP) crean modificaciones en esas proteínas ya existentes volviéndolas desencadenantes más potentes y lo más alarmante es que cuando se utiliza material genético de ese origen para transferirlo a otras especies habitualmente no alergénicas, la nueva progenie vegetal adquiere las mismas propiedades agresivas que tenía la especie donante.

Respondiendo al hecho de que los productos químicos más eficaces para combatir las plagas que habitualmente afectan a los cultivos tienen para el productor agropecuario un costo económico muy alto, los especialistas en MP desarrollaron una amplia gama de semillas que contienen en su interior moléculas diseñadas artificialmente para actuar en forma semejante a como lo hacen los citados plaguicidas, en pocas palabras, la planta porta su propio insecticida.

No es necesario un esfuerzo racional muy grande para comprender el altísimo riesgo para la salud humana que significa el consumo de alimentos que contienen ese tipo de moléculas en su interior, peligro que se vuelve teóricamente más acuciante si tomamos en cuenta que moléculas como las citadas podrían ser capaces (al ser incorporadas a nuestro organismo por medio de los alimentos) de modificar las proteínas de nuestros tejidos.

Basta recordar que las unidades estructurales y genéticas (el ARN y ADN) de cada una de nuestras células están constituidas por complejas cadenas proteicas que utilizan como materia prima los aminoácidos provenientes de los alimentos que consumimos.

Toda modificación sustancial que se produzca en aquellas unidades, forzosamente se acompaña de mutaciones en las nuevas proteínas generadas por las células. De ahí en más, haría falta tan sólo un muy pequeño paso para que se produzca una imprevisible e inimaginable mutación de nuestros propios tejidos.

No debemos olvidar que una de las mutaciones genéticas más temidas por el ser humano contemporáneo, es aquella capaz de desencadenar en alguno de nuestros órganos un crecimiento desmedido e imparable de células con características morfológicas y funcionales “atípicas”, es decir un cáncer.

(*) http://www.enplenitud.com/nota.asp?articuloid=1966