Un estudio realizado en la Universidad de California, San Francisco, señala que a medida que el coronavirus o SARS-CoV-2 continúa su avance, las mascarillas pueden ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas.

 

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Si se confirma esta hipótesis, el uso universal de mascarillas podría convertirse en una forma de variolización (una técnica que data del tiempo de las epidemias de la viruela en el siglo XVIII, mediante la inoculación de pequeñas cantidades del virus en personas sanas). Con las mascarillas se generaría inmunidad y, por lo tanto, ralentizaría la propagación del virus en los Estados Unidos y en otros lugares, mientras esperamos una vacuna.

Las investigaciones epidemiológicas realizadas en todo el mundo, especialmente en los países asiáticos que se acostumbraron a la población al uso de mascarillas durante la pandemia de SARS de 2003, han sugerido que existe una fuerte relación entre el uso público de estos protectores y el control de la pandemia.

Datos recientes de Boston demuestran que las infecciones por SARS-CoV-2 disminuyeron entre los trabajadores de la salud después de que se puso en práctica el uso universal de mascarillas en los hospitales municipales a fines de marzo, señala el estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine.

Datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos recientes han llevado a la hipótesis de que el uso de mascarillas también puede reducir la gravedad de la enfermedad entre las personas que se infectan. Esta posibilidad es consistente con una teoría de larga data de la patogénesis viral, que sostiene que la gravedad de la enfermedad es proporcional al inóculo viral recibido.

Desde 1938, los investigadores han explorado, principalmente en modelos animales, el concepto de la dosis letal de un virus, o la dosis a la que muere el 50% de los huéspedes expuestos (LD50). En las infecciones virales en las que las respuestas inmunitarias del huésped desempeñan un papel predominante en la patogénesis viral, como el SARS-CoV-2, las dosis altas de inóculo viral pueden oprimir y desregular las defensas inmunitarias innatas, aumentando la gravedad de la enfermedad.

La inmunopatología de regulación a la baja es un mecanismo por el cual la dexametasona mejora los resultados en la infección grave por COVID-19. Como prueba del concepto de que los inóculos virales influyen en las manifestaciones de la enfermedad, las dosis más altas de virus administrado provocaron manifestaciones más graves en un modelo de hámster sirio de infección por SARS-CoV-2.

Si el inóculo viral es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, una razón hipotética adicional para usar mascarillas sería reducir el inóculo viral al que está expuesto el usuario y el impacto clínico posterior de la enfermedad.

Como las mascarillas pueden filtrar algunas gotitas que contienen virus (con la capacidad de filtrado determinada por el tipo de mascarilla), la mascarilla podría reducir el inóculo que inhala una persona expuesta. Si esta teoría se confirma, el cualquier tipo de mascarilla que aumente la aceptabilidad y la adherencia, podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones por SARS-CoV-2 que son asintomáticas.

Los CDC estimaron que la tasa típica de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40% a mediados de julio, pero se informa que las tasas de infección asintomática son superiores al 80% en entornos con mascarillas de uso universal y la mejora se observa en diversos países.

Otro experimento en el modelo de hámster sirio simuló el enmascaramiento quirúrgico de los animales y mostró que con el enmascaramiento simulado, los hámsteres tenían menos probabilidades de infectarse y, si se infectaban, eran asintomáticos o tenían síntomas más leves que los hámsteres desenmascarados.

En un brote en un crucero argentino cerrado, por ejemplo, donde los pasajeros recibieron mascarillas quirúrgicas y el personal con mascarillas N95, la tasa de infección asintomática fue del 81% (en comparación con el 20% en brotes anteriores de cruceros sin mascarillas de uso general).

Los autores señalan que se necesitan más estudios que comparen la fuerza y ​​la durabilidad de la inmunidad de células T específica del SARS-CoV-2 entre personas con infección asintomática y aquellas con infección sintomática, para probar sus hipótesis.

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