Por Raúl Allain (*)

El término “comida chatarra” fue acuñado en 1972 por estudiosos del Centro de Ciencias de Interés Público, quienes buscaban concientizar a la población sobre aquellos productos con excesivo valor calórico y bajo aporte nutricional. Para los fabricantes, no obstante, producir este tipo de comidas tiene gran atractivo, ya que suelen ser baratas y de fácil elaboración, y generan grandes ingresos.

Resulta de suma urgencia realizar para la población una intervención social y educativa para eliminar gradualmente la “comida chatarra”, comenzando con las golosinas que son los productos con más fama en los quioscos escolares. Además de regular las bodegas ubicadas en las inmediaciones de los colegios, lo ideal sería reemplazar en su totalidad los productos chatarra que se expenden en estos comercios por los denominados “dulces nutritivos” y que explicaré a continuación.

De manera personal, tuve la oportunidad de desarrollar durante un curso de gestión empresarial la propuesta de emplear elementos nutritivos como el cultivo andino cañihua o la sangre de pollo en elaboraciones dulces, con gran contenido nutritivo: trufas elaboradas en base a polvo de cañihua y mousse de sangre de pollo. Esta última posee dentro de su preparación el característico hervor de la sangrecita, así que su consumo es inexcusablemente adecuado y salubre.

Debido a la sobrepromoción tanto de golosinas, altas en azúcares, como de la comida rápida alta en grasa (esta última propia de una alienación histórica), este tipo de comida se ha convertido en una falaz alternativa alimentaria y muchas veces en el factor principal de compra para la alimentación cuando nos encontramos fuera de casa y pensamos en acudir a un restaurante.

Es imperante iniciar una deconstrucción consciente de la “comida chatarra” y contrarrestar el bombardeo de publicidad masiva, debido a que circunstancialmente podemos consumirlas, inclusive encontrándonos conscientes de esta mala práctica alimentaria como advierten destacados nutricionistas, entre ellos mis padres: mi madre, Patricia Vega, quien es catedrática de la Facultad de Medicina de San Marcos y mi padre, Manuel Allain, quien además de ser un gran nutricionista es comunicador, con apariciones constantes y notorias en radio. A ambos saludo con mucho fervor y amor.


Expreso, Lima 27-06-2019

(*) Escritor y sociólogo. Presidente de IPJ y director de Editorial Río Negro.
Raúl Alfonso Allain Vega. Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud y director del sello independiente Río Negro.