¡Infamia contra escolares al descubierto!

Estoy de acuerdo contigo en rechazar enérgicamente a quienes, desde los gobiernos, se dedican a favorecer intereses particulares o propios antes que los del pueblo al que dicen -hipócritamente- representar. En eso -te consta-, mi total apoyo.

Pero sinceramente no creo que se beneficie a nuestra nación fomentando odios contra otras naciones. Está bien enseñar historia a las nuevas generaciones -de los errores pasados puede aprenderse-, y en esto los datos deben ser lo más exactos posibles. Pero la enseñanza de la historia no tiene por qué ser generadora de reivindicaciones ni exaltadora de belicismos. En el caso concreto de la guerra con Chile, yo más bien lamento que desde hace más de un siglo, y generación tras generación, se nos haya venido envenenando la mente haciéndonos creer que los chilenos -inclusive los actuales, del siglo XXI, que han padecido al monstruo de Pinochet- son poco menos que fieras sedientas de sangre peruana y boliviana, cuando el chileno promedio es tan mortal como el peruano promedio o el boliviano promedio, con sus virtudes y defectos, y ni unos ni otros son mejores ni peores; todos somos de la misma especie humana y punto. Que existan políticos chilenos ambiciosos y corruptos es tan cierto como que también hay políticos peruanos ambiciosos y corruptos; en eso creo que todas las naciones tenemos para vergonzosa exportación. Y cuando se den esos casos, la denuncia debe ir dirigida contra la persona o las personas culpables, no contra todos sus connacionales. ¿Qué buscamos si no? ¿Otra guerra para "recuperar" territorios irremediablemente (nos guste o no) perdidos, a costa de miles de muertes e incalculable sufrimiento?
En el caso concreto de los libros de historia que mencionas, no niego las carencias que puedan tener ni me mueve el menor deseo de defender editorialistas a quienes ni siquiera conozco. Y si existiesen lobbies extranjeros o nacionales presionando en contra de nuestra política educativa, pues vale la denuncia y que la ley caiga sobre los culpables. Solamente quiero referirme a 2 puntos:

1. Señalar que Miguel Grau, ante la abrumadora superioridad de la escuadra chilena, intentó escapar, no es para nada insinuación de cobardía, sino más bien -diría yo- de sensatez. La prioridad debía ser evitar tan desigual confrontación, y si el combate se dio fue solamente por su inevitabilidad. Y aquí quiero citar a dos historiadores a quienes nadie puede tildar de pro-chilenos: "El combate se hizo inevitable para el monitor. La Unión se retiró empleando la mayor rapidez de su andar. Si no había logrado escapar, Grau hubiese podido al menos, hundir o embarrancar su buque" (Jorge Basadre, Historia de la República del Perú); "El Almirante peruano viendo el eminente peligro que lo rodeaba y la imposibilidad de escapar..." (Carlos Daniel Valcárcel y otros. Historia General de los Peruanos).

2. La caída de la Confederación Peruano-Boliviana fue ciertamente un objetivo de la política exterior de Chile -de eso cabe poca duda-, pero que contó indudablemente con el apoyo de un sector importante de nuestra miope clase política aristocrática, que no supo ver en Santa Cruz más que a un "indio boliviano". Cito aquí a Francisco Igartua (quien de pro-chileno tampoco tiene un pelo): "Lo que Portales (el presidente de Chile) veía con clarísima precisión -también así lo veía desde el campo opuesto Santa Cruz- no lo vieron los díscolos caudillos peruanos, con Castilla a la cabeza; pero, sobretodo, no lo veía la virreinal y engreída Lima, la amodorrada ciudad de la mazamorra y el arroz con leche". ¿Por qué no reconocer nuestras propias responsabilidades antes de recargarle todo el peso de la culpa al extranjero?

¿Será posible que alguna vez nuestras naciones puedan realmente superar (que no es olvidar) viejas rencillas, en aras de una unión que nos fortalezca, siguiendo el ejemplo, quién sabe, de la Unión Europea, territorio testigo hace solamente medio siglo, de la más sangrienta de las guerras? ¿O estaremos condenados a permanecer por los siglos de los siglos enfrascados en pleitos fraticidas, para beneplácito de los comerciantes de armas y de los imperialismos extracontinentales? Al fin y al cabo, ¿quién fue el verdadero beneficiario de la guerra entre Perú y Chile en el siglo XIX? ¿Chile o Inglaterra? Bien dijo José Ingenieros lo siguiente: "Maldiga la juventud a los envejecidos tartufos que conspiran contra la paz de sus pueblos, incendiando regueros de intrigas internacionales en la diplomacia secreta. Maldiga cien veces a los que fabrican cañones, robando el metal que necesitan los arados. Mil veces maldiga a los que hacen correr en el mundo una sola gota de sangre, que no es la de sus propias venas. La manera más baja de amar a la propia patria es odiar las patrias de otros hombres, como si todas no merecieran engendrar en sus hijos iguales sentimientos." (Las Fuerzas Morales).

Esperando que no se busque en mis comentarios más intenciones que las que ellos expresan, me despido cordialmente.

Santiago Stucchi Portocarrero
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  Estmado Dr. Santiago Stucchi:

 
En relación con sus amables e ilustradas líneas, considero pertinente destacar algunos puntos.

 
1) Pedir que en la enseñanza de la Historia se dé información completa y no sesgada en favor del país agresor no es fomentar el odio. Lo que se busca es sacar las lecciones del pasado para vivir en paz con todos, incluso con Chile; no hay que odiar a Chile y sus ciudadanos; sólo se trata de evitar que nos escamoteen la verdad histórica y nos pongan en situación de repetir los errores del pasado. Nada de malo tiene recordar el pasado y tener viva la imagen del enemigo. Los judíos, por ejemplo, con periodicidad cronométrica se aseguran de que nadie olvide el holocausto (que ellos llaman shoáh), con la finalidad de evitar que resurjan las ideas que permitan la repetición de ese lamentable exterminio o acciones parecidas. Lo que pasa es que los judíos tienen más autoestima que nosotros; sienten que las agresiones por ellos sufridas nunca deben echarse al olvido. ¿Qué de menos tenemos los peruanos que los judíos para que sí agachemos la cabeza y pongamos la otra mejilla?

 

2) Si hablamos de odio, ¿no hay odio de parte de Chile al seguir reteniendo nuestros territorios? La guerra ya terminó pero ellos no sólo siguen ocupando la tierra en cuya defensa pelearon y murieron nuestros héroes, sino que quieren más (triángulo de 35 000 m2 en Tacna y 37 000 km2 en el mar). El Perú nunca despojó a Chile de su territorio, ni un centímetro cuadrado. Para tener orden en las ideas, partamos de conocer quién robó territorio y sigue haciéndolo y quién sufrió el atropello. No podemos dejar que la retórica pacifista o humanista nos haga perder de vista la naturaleza y motivos de los actores de este drama.

 

3) La sana preocupación que Ud. expresa respecto de la necesidad de evitar el odio entre los pueblos (se pregunta “Al fin y al cabo, ¿quién fue el verdadero beneficiario de la guerra entre Perú y Chile en el siglo XIX? ¿Chile o Inglaterra?”) evidencia que ha caído víctima de una campaña cuidadosamente preparada desde hace mucho tiempo por Chile entre intelectuales y políticos desorientados o corruptos, que sostiene la tesis de que la guerra no la querían los pueblos de Chile y Perú, sino que la fomentaron los ingleses. Para que Ud. salga del engaño le recomiendo que lea no sólo a Jorge Basadre sino también que se informe de las investigaciones de la historiadora peruana Carmen Mc Evoy, quien con abundante documentación demuestra que los chilenos durante décadas promovieron una campaña publicitaria y política contra el Perú, en la que participaron con entusiasmo todos los sectores de la sociedad chilena, incluyendo el clero. Esto preparó las condiciones de opinión pública favorables a la invasión del Perú y robo de nuestros territorios. Por si esto fuese poco, Jorge Basadre señala que el presidente chileno Pinto no era partidario de que el robo territorial contra el Perú fuese más allá de Tacna; pero no todos pensaban como él: “Sin embargo, la opinión pública, los miembros del Congreso, los periódicos, los jefes militares querían ir a Lima”. La cosa no era, pues, que los ingleses azuzaron la guerra; si lo hicieron llovió sobre mojado, porque tras décadas de propaganda antiperuana el pueblo chileno no veía las horas de atacar ya al Perú. Además, ¿puede Ud. demostrar que alguna vez el gobierno de Chile o sectores organizados de la población chilena hayan declarado que fue injusto e inmoral usurpar Arica y Tarapacá?

 

4) En lo personal —y pienso que esto es algo compartido por el colectivo de nuestra publicación— considero que no hay que proponer revanchismos ni guerra con Chile; simplemente hay que proteger nuestros intereses nacionales y mantener el mínimo de trato con los chilenos, puesto que la peligrosidad del país del sur nadie, ni un pacifista como Ud., la puede negar. Si no es así, ¿cómo explicamos a nuestros amantes de la paz que desconociendo el punto Concordia de la orilla del mar, fijado en el tratado de 1929, los chilenos hayan tomado control de 32 000 m2 de territorio tacneño, suelo que ningún peruano —a menos que tenga inclinaciones suicidas— puede transitar (el 2004 ya los chilenos mataron a un peruano que pensó que ese lugar todavía era territorio peruano)? ¿Cómo explicamos o justificamos la usurpación de nuestro mar en la zona por delimitar, en la cual los pescadores peruanos son humillantemente apresados por la marina chilena? Añadamos a eso el desenfrenado armamentismo chileno y veremos que realmente corremos peligro. Si todo esto que vemos de parte de Chile no es peligro ni hostilidad hacia el Perú, entonces alguna de las dos opiniones (la de identificar el peligro o la de luchar contra el odio entre naciones) está mal.

 

5) Sobre si Grau intentó escapar o no y si, en consecuencia, se podría juzgar su conducta como cobarde, decimos lo siguiente. En el arte militar es de extrema importancia la conservación de la propia fuerza, la destrucción de la fuerza del enemigo y complementariamente el engaño. En determinado momento los soldados corren y se ponen a cubierto del fuego enemigo (eso no es fuga), en otro momento recurren al camuflaje (engaño), en otro momento aparentan quietud en un sector mientras por otro lado se reagrupan fuerzas (engaño), etc. Hay muchas actancias propias de los militares, que también tienen su respectivo léxico. Por su parte, los historiadores reúnen documentación y escriben sus libros, procurando la mayor objetividad (no siempre posible) en el tratamiento de la información. Pero más allá de la información está la formación, en este caso la formación de valores, creencias positivas, el establecimiento de un imaginario que nos dé un sitio en el mundo y nos haga sentir orgullosos de lo que somos; es allí donde ponemos el énfasis. Pues bien, a diferencia del lenguaje de los militares e historiadores, el lenguaje de los textos escolares de Historia se debe emplear teniendo en cuenta la naturaleza de los usuarios, esto es, los niños y adolescentes en proceso de formación moral y espiritual. Si les decimos que el Perú es desde su independencia un país de corruptos, y que durante la guerra con Chile hubo personas razonables como Miguel Iglesias y Encarnación Vento que se pasaron al lado de los invasores chilenos para evitar que se derrame más sangre peruana, ¿qué visión de patria llegarán a tener esas almas nuevas? ¿Acaso no estarían propensos a creer que la sensata cordura de los mencionados traidores (Miguel Iglesias y Encarnación Vento) fue mejor que el terco e irracional combate de Bolognesi, Cáceres y Grau, que en verdad pelearon sabiendo que de todas maneras íbamos a perder la guerra? ¿Entenderán lo que es el honor nacional los jóvenes educados en el pacifismo y en el escamoteo de la verdad histórica? ¿Acaso con ese pragmatismo que se quiere infundir en la juventud la gente no terminará por perder la noción de lo que es el honor personal y el honor nacional? ¿Por qué precisamente el libro analizado pone el acento en la presunta intención escapatoria de Miguel Grau? ¿No conocen el mencionado principio militar de conservar las propias fuerzas para poder seguir combatiendo? ¿No saben que en todas las guerras en determinado momento los combatientes no huyentes se retiran o repliegan para poder seguir peleando? La intención general del libro y el empleo del lenguaje (“correrías”, “intentó escapar”, “se negó a rendirse”, los ominosos silenciamientos de la barbarie terrorista de Patricio Lynch y del incendio y saqueo de Chorrillos, etc.) ponen en evidencia el propósito de negarnos la existencia de héroes a quienes respetar, negarnos la luminosidad de paradigmas de vida y de conducta que se constituyan en norte y meta de los peruanos. Si no tenemos un programa de vida heroico y positivo, ¿qué nos queda?, ¿ocuparnos de los traidores y corruptos de antes y de ahora cuyo aliento infecta el espíritu de la patria?, ¿esperar las luces civilizadoras del capital chileno de abrumadora presencia en el Perú?, ¿declararnos unilateralmente pacifistas y depender de la buena voluntad del país cuya trayectoria histórica tiene su fundamento en el despojo territorial del que hizo víctimas a Perú y Bolivia?

 Usted dice: “¿Será posible que alguna vez nuestras naciones puedan realmente superar (que no es olvidar) viejas rencillas, en aras de una unión que nos fortalezca, siguiendo el ejemplo, quién sabe, de la Unión Europea, territorio testigo hace solamente medio siglo, de la más sangrienta de las guerras?” Respondemos que si se trata de pacifismos y hermandad entre los hombres, ojalá estuviéramos en Europa, donde Francia y Alemania olvidaron viejas rencillas y rencores, previa devolución del territorio francés robado por los alemanes. ¡Claro: los franceses sí tienen una autoestima bien desarrollada! Parece mentira que en nuestro país exista una autocensura que hace que algunas personas sean asaltadas por un sentimiento de culpabilidad por el solo hecho de tener una posición afirmativa en defensa de nuestra historia y de los intereses nacionales.

 La paz no se construye sobre la mentira, la malicia, la codicia, la corrupción, ni el ansia de sojuzgar, que es lo que nos ocupa, y que son los generadores de conflictos, guerras y odios. Promovamos la verdad, el respeto por el ser humano, el respeto por la patria, por la integridad territorial de los países y por la ley; promovamos la generosidad, la solidaridad y la honradez, por cierto, cualidades que faltan al país del sur como comportamiento de estado y a ciertos personajes peruanos.