bosque amazoniaRóger Rumrill

“El paraíso del diablo” se titula la crónica-novela que el estadounidense Walt Ernest Handerburg publicó en el diario londinense “The Truth” en 1909 y donde narra con pelos y señales las atrocidades cometidas en el Putumayo contra los indígenas witoto, andoke y ocaina en los campamentos caucheros de Julio C. Arana del Águila, el “Rey del Caucho”.

El libro, que lo he leído en el archivo Bodley en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, agrega leña al fuego de la virulenta campaña geopolítica y geoeconómica inglesa, estadounidense y colombiana para derrumbar el imperio cauchero de Arana y dejar expedita la hegemonía mundial del caucho en manos inglesas y preparar el terreno para la suscripción del Tratado Salomón- Lozano por el dictador Leguía en 1922, nefasto para la soberanía peruana.

La tesis que sostiene Handerburg en su libro es que la región del Putumayo, escenario de la mayor violencia del extractivismo precapitalista cauchero, era el paraíso del diablo, es decir, el infierno. Así, las percepciones y visiones sobre la Amazonía se han desplazado desde el paraíso del diablo, el infierno verde hasta la tierra prometida.

La Amazonía ha sido, pues, percibida a lo largo de los siglos de acuerdo a las ideologías y concepciones vigentes en determinados momentos de la historia, en función de los intereses económicos, políticos, culturales, geopolíticos y estratégicos y de acuerdo al imaginario de los pueblos.

¿Qué es la Amazonía ahora, para el imaginario peruano, para la CONFIEP, para ADEX, para las multinacionales petroleras, gasíferas, auríferas, para el grupo Romero, para los operadores del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional atrincherados en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y en todo el aparato del Estado? ¿El paraíso del diablo, el infierno verde o la tierra prometida?

Hace poco escuchaba en Iquitos una conferencia del científico español Pedro Mayor donde, con cifras, datos y pruebas afirmaba que las colpas de la Amazonía, esos ojos de agua donde abreva la fauna silvestre amazónica están contaminadas por el petróleo. El 58 por ciento de la población rural y urbana que consume carne de monte padece zoonosis, afirmó el científico.

Es decir, si la base de la alimentación del poblador amazónico es en un 70 a 80 por ciento el pescado y la carne de monte, y estos recursos fundamentales de su dieta están contaminados por el petróleo y el mercurio, ¿qué es la Amazonía para el presente y el futuro de los amazónicos?

¿El paraíso del diablo, la tierra prometida o el infierno verde? Ustedes, queridos lectores, tienen la palabra. Y también la acción.


Diario Uno, 22-02-2015