Huelga de estibadores y empresarios nacionalesjose chimpler malnacidos
Por Humberto Campodónico

Las declaraciones de José Chlimper sobre la huelga de los estibadores del Callao revela claramente dos rasgos negativos de un sector de los empresarios nacionales. El primero es el autoritario: desea que la Marina tome el control del puerto por la fuerza y que "allí estará él con su armas con permiso de la DICSCAMEC".

Hasta donde sabemos, ninguna autoridad ha criticado estas declaraciones. Si Mario Huamán, Secretario General de la CGTP, hubiera dicho algo parecido, ya le hubieran llovido las críticas de "subversivo" y pedidos para que lo metan en la cárcel.

El segundo rasgo, emparentado con el primero, es el desprecio hacia sus connacionales, lo que se expresa en el insulto de "malnacidos" por el solo hecho de reivindicar un aumento de salarios. Este insulto no lo hubiera podido ni siquiera pronunciar en países como Francia, Bélgica o Inglaterra. En esos países todos son ciudadanos, con deberes y derechos, más allá de las diferencias de clases, que, claro está, también existen.

La huelga revela que estamos atravesando una clara fase de "pugna distributiva". Los sueldos de los estibadores están estancados en 40 a 50 soles diarios y quieren un aumento para mejorar sus condiciones de vida y, por lo menos, acercarse a los sueldos de sus pares en los países vecinos (ver La República, 27/11/2007).

Un segundo punto de conflicto es que los trabajadores plantean que la negociación sea a nivel de rama, a lo que se oponen los operadores portuarios. Recordemos que ésta fue conculcada por las leyes fujimoristas con el objetivo de atomizar los pliegos y debilitar las posiciones de los trabajadores en las negociaciones.

El problema se agudiza en la medida que un sector de empresarios no quiere ninguna negociación (no cambiar nada, para que nada cambie). Quiere el inmovilismo total porque no se quiere compartir los extraordinarios beneficios que obtiene con el crecimiento económico. Por ello, la huelga de los estibadores tiene un carácter que se puede generalizar a otros sectores. Lo que de hecho está sucediendo.

El último informe de la Defensoría del Pueblo da cuenta de los conflictos sociales (muchos son relacionados con el medio ambiente), que se han triplicado de octubre del 2006 a octubre del 2007, pasando de 12 a 34. Aparte de estos conflictos sociales, en octubre se registraron 33 casos de paros y movilizaciones (en su mayoría del sector estatal) entre ellos: hospitales, ganaderos, transportistas, catedráticos y fonavistas.

A ello hay que sumarle las huelgas de los trabajadores en la actividad privada, que han pasado de 26,000 horas/hombre perdidas en el 2005, a 444,000 en el 2006 y a 1'259,000 a agosto del 2007, según el Ministerio de Trabajo. Buena parte de las huelgas han ocurrido en el sector minero, viniendo más lejos industria y construcción (BCR, Nota Semanal, Cuadro # 83).

El tema de fondo es que la bonanza macroeconómica queda en pocas manos y, como dice Jürgen Schuldt, genera malestar en la población Esto se refleja en la última encuesta de la Universidad Católica: el 61% opina que los empresarios respetan poco los derechos laborales y el 62% opina que no son honestos. Dice Fernando Tuesta: "Para la población, tanto el gran como pequeño empresario, pueden mantener sistemas de abuso de poder" (La República, 29/11/2007).

Todo lo señalado debiera preocupar al CADE de Trujillo (¿se desmarcarán de las declaraciones de Chlimper?). Y también al gobierno, porque el 73% de los encuestados por la Católica opina que los empresarios son muy influyentes en el gobierno. El hecho que la huelga de los estibadores se haya levantado ayer para seguir negociando es bueno. Pero el telón de fondo sigue allí, vivo y coleando.

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