Fraude globalizador
Alan Garcia

por Herbert Mujica Rojas


A unos cuantos seduce la mágica palabra globalización. Le atribuyen conceptos y remedios de todos los males de nuestro país. La asimilan en paquete y, en realidad son engullidos, acríticamente. No ven más allá de sus narices porque están comprados con buenos, sólidos y eficientes —aún en tiempos de baja— dólares. Muchas de las compañías que vienen al Perú, no sólo traen tecnología y capital. También —y esto significa discriminación contra los peruanos— traen personal, vituallas (léase compran todo afuera), y ¡para colmo de males! aquí se les gratifica vía contratos jurídicos de estabilidad. El fraude globalizador es de estentórea e insolente presencia. Como la mudez un crimen de nuestras castas políticas.

 

Por ejemplo, un caso patético. En Cajamarca, la empresa chilena Central de Restaurantes, CDR, ha intoxicado en algunas oportunidades a los trabajadores de Minera Yanacocha. Las quejas y denuncias han sido múltiples ante las autoridades respectivas. Ignórase si éstas hicieron algo o sucumbieron a lo que en el norte andino es moneda común y diaria: ¡la coima! Esta firma sureña no deja libertad para que sus trabajadores se organicen vía un sindicato que los haga más fuertes y unificados. Con la cómplicidad funcional, conciente o no, de malas autoridades del ministerio de Trabajo, los abusos, despidos y malos tratos contra los trabajadores son hechos cotidianos.

Son muchas las empresas mineras que so pretexto de la globalización, traen sus máquinas o generan empresas locales alrededor, para ser parte del enfoque integral. Es decir, todos son extranjeros y la expatriación de capitales un hecho que escamotea la generación de divisas locales. No sólo se contentan con un contrato, además, también roban legalmente. ¡Más aún! Para la alimentación, conservación, organización de los campamentos y del personal, contratan con empresas foráneas, con gerentes extranjeros que ganan en dólares y mucho más que cualquiera de sus pares peruanos.

¿Querría decir que aquí en Perú somos primitivos que no podemos competir con calidad, estándares internacionales de servicio y buen concepto de lo que es cualquiera de las áreas mencionadas? No sólo se genera una discriminación que le roba al Perú, sino que se oblitera, perpetúa y consagra un modelo desnacionalizador que reputa pretensa tecnología superior a quienes vienen del exterior con malcriadeces al por mayor e insolencia apañada por los mediocres funcionarios de Trabajo, Salud y la mismísima Policía que se hace de la vista gorda ante flagrantes malos tratos.

Sodexho, CDR, y otras, tienen el cuasi monopolio de la alimentación, jardinería, organización logística de múltiples empresas mineras en todo el Perú. Una es frances, la otra chilena. El paquete viene completo. ¿Por causa de qué hay que soportar elusiones y discriminaciones que atentan contra el trabajador peruano, empresarios, obreros y empleados, que sí se han preparado, dentro y fuera, para aprender el negocio, gerenciarlo con alta calidad y brindar servicios con estándares competitivos en cualquier parte del mundo?

Aparentemente el desmán estriba en que no hay leyes que, específica y rotundamente, otorguen competencia a las empresas peruanas. El gentilicio no otorga, de modo automático, ni calidad ni sabiduría. Pero, si las empresas del giro especializado, son buenas y así lo pueden demostrar, llamadas a cualquier reto ¿qué estupidez es aquella que otorga, tácita y mecánicamente, a las extranjeras el ser parte de un contrato cuya naturaleza de explotación de recursos no renovables tiene características absolutamente distintas? ¡El contrabando, a ojos vista, no puede ser más descarado!

Por tanto, la globalización embutida por vectores mediáticos convenientemente sobornados, enajenados de cualquier credo nacionalista –que no jingoista- y constructor de una nueva conciencia geopolítica militante, deviene en un cáncer contemporáneo para el que se necesita poca cosa: elementos vendibles al peso y sinverguenzas que se prestan, literalmente, para cualquier cosa.

El Congreso, hasta hoy, ha prestado muy poca atención a un tema que involucra a vastos sectores empresariales y laborales de muy alto nivel. El hecho solo que estén en el mercado de ofertas y crezcan, a pesar de todas las zancadillas las empresas peruanas, debe motivar una sola reflexión: están compitiendo, a pesar de todo. En esa tesitura, en ese renglón, hay que bruñir al diamante que es el trabajador peruano y a su empresario de avanzada que tiene que recitar por norma: no cuánto le va a costar lograrlo, sino cuánto le va a significar no haber hecho el esfuerzo. ¡He allí la clave!


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